Voces del Periodista Diario

¿Quién llena los vacíos de poder?

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Vacío de poder”, es el nombre. Los sociólogos especialmente, cualquiera que sea la escuela en la que se forman o militan, suelen asegurar que, en política, los vacíos o no existen, o no son duraderos. Invariablemente son llenados por alguno de los agentes que actúan en la lucha de los contrarios.

El tema del vacío de poder es tentador en la situación de ingobernabilidad por la que cruza México. La cuestión es saber quién sería el autorizado para suplir las instancias del Estado, o específicamente del gobierno, cuando su presencia es ineficaz o su ausencia, inexcusable.

A finales del sexenio de Felipe Calderón, a la vista de los monstruosos saldos de la guerra narca por él declarada, fue del dominio público que para pacificar a los cárteles se confió la interlocución con los jefes de esa actividad al controvertido general en retiro Mario Arturo Acosta Chaparro.

Ese militar cargaba con el expediente de la Guerra sucia de los años setenta y el más reciente de las acusaciones en su contra por relaciones peligrosas con el Cártel de Juárez. De todas formas, su “misión” se vio truncada por su asesinato en abril de 2012.

Tiempo atrás, había provocado polémica la actuación oficiosa del nuncio apostólico Jerónimo Prigione, al interceder directamente ante el procurador general de la República, Jorge Carpizo, y ante la Presidencia misma, en nombre de los capos de Tijuana, hermanos Arellano Félix, implicados en la muerte del cardenal Juan  Jesús Posadas Ocampo en mayo de 1993.

Por su gestión de otra naturaleza en favor de los indígenas, fue hostilizado por la propia jerarquía católica el obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Samuel Ruiz García, cuyo escudo, sin embargo, sirvió para atemperar la represión militar contra comunidades inocentes durante la persecución de los zapatistas.

Protagonista de estos días, es el sacerdote Alejandro Solalinde, quien se hizo figura pública en procura de protección a su paso por territorio mexicano de migrantes centroamericanos; se ha involucrado en la causa de las familias de los 43 de Ayotzinapa y ahora mismo acompaña a la Tribu Yaqui en sus demandas de seguridad contra la violencia del crimen organizado en Sonora.

El asunto del vacío de poder se nos presenta ahora en voz del obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Guerrero, Salvador Rangel Mendoza. Sólo con nombrar Chilapa, los pelos se ponen de punta.

Pues bien: Hace unas horas, Reforma recogió en su edición impresa el testimonio del prelado, quien se ha visto comprometido a desempeñar su acción pastoral en el crispado y ensangrentado territorio de su diócesis, poniendo a la par su preocupación por sacerdotes o catequistas en riesgo y las comunidades flageladas por la violencia.

De su propia experiencia,  el obispo Rangel Mendoza deduce que, según se lo dicen los habitantes de la región, se sienten mucho más protegidos con “ellos” (los grupos armados) “que con la autoridad oficial”.

“Lo que yo he dicho es que las autoridades de los distintos niveles de gobierno, han dejado un vacío de poder, un vacío de acción social que lo están llenando, por así decirlo, los grupos delincuenciales”, asegura el obispo Rangel Mendoza.

Signos de descomposición de  la imagen de la autoridad en México, no son beligerantes políticos los que los exhiben; lo hacen ese tipo de misioneros que, por serlo, tienen un alto grado de credibilidad en la comunidad. ¿Se les puede asestar la sospecha de que maltratan las instituciones? Es cuanto.

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