Voces del Periodista Diario

Tartufismo a galope en el Congreso de la Unión

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Lo que subleva de los neopriistas, no es su estupidez. Es su cachaza, su desfachatez. Su cinismo, pues.

Lo mismo se puede decir de los neopanistas o de los perredistas, pero lo que sigue es lo que explica que nos refiramos concretamente a los neopriistas.

De entrada, preciso es señalar que hace tiempo los mexicanos tienen un Poder Legislativo que no legisla. Los dictámenes a las iniciativas de ley le llegan ya digeridos por el Ejecutivo. Los pastores sólo se encargan de plancharlos.

Los legisladores que no legislan, prefieren ahora ser reconocidos como “gestores”. De lo que sigue que en esta función se agencian ingresos adicionales, no sólo ilegítimos sin ilegales con cargo a los contribuyentes. 

En la LXII Legislatura federal, en especial en la Cámara de Diputados, se patentó el invento de los moches, que consisten, en principio, en transar recursos del Presupuesto de Egresos para sus distritos y particularmente para los municipios en los territorios distritales.

El moche, según se ha documentado, equivale a una comisión sobre los recursos públicos gestionados, exigidos a los alcaldes favorecidos con esas partidas, a la que se añade la reclamada a contratistas cuando el destino de esos dineros, son para obras públicas o servicios.

En la LXIII Legislatura, la fuente de ingresos extras ilegítimos e ilegales, fue el fáctico Pacto por México. A los legisladores del montón se les asignaron bonificaciones a cambio de sus votos afirmativos.

A los pastores de las bancadas se les premió con otros puestos de elección popular, gubernaturas en algunos casos, o posiciones en plazas administrativas.

Desde hace varios periodos legislativos, algunas bancadas partidistas u organizaciones de la sociedad civil han propuesto reducir el número de representantes federales (628 ahora), incluso desapareciendo las acreditaciones plurinominales; 200 en la cámara de diputados, 64 senadores de lista o de representación proporcional.

No se ha atendido esa demanda popular. No sólo esto. Ahora se pretende una reforma legal para que los partidos mayores en una alianza o coalición prorrateen la votación para que sus pequeños aliados puedan conservar sus registros.

La reducción de la nómina de representantes federales, improductivos por añadidura, y la prohibición de los moches significarían un importante ahorro al Erario federal.

Mentar la soga en casa del ahorcado

Viene a tema esa cuestión, porque ayer los presidentes de las Juntas de Coordinación Política, los priistas César Camacho Quiroz (Cámara baja) y Emilio Gamboa Patrón (Cámara alta), incurrieron en actos de tartufismo.

Ambos priistas propusieron rechazar los incrementos a los presupuestos de esos órganos legislativos para 2017. Que se sepa, no objetaron el aumento a las dietas.

Camacho Quiroz, proclamó el “incremento cero” y lo explicó así: “Nos parece de elemental congruencia y responsabilidad con la ciudadanía, y en consonancia con la política de austeridad y restricción del gobierno de la República”.

Responsabilidad con la ciudadanía. Pero en “la ciudadanía” lo que el mexiquense Camacho llama austeridad, tiene otros nombres: pobreza y miseria. “Austeridad” a chaleco.

El asunto es que en los recortes al Presupuesto de Egresos de 2017, el Ejecutivo se lleva entre las espuelas las asignaciones a educación, salud, ciencia y tecnología, cultura, etcétera, que encuadran en la Política Social.

Hoy, el secretario de Salud, José Narro, mentó la soca en casa del ahorcado: Ajustes, dijo, “dolorosos, pero necesarios”.

Desde el sexenio de Miguel de la Madrid, las medidas “dolorosas pero necesarias” llegaron para quedarse, pero no son para la casta dorada de la burocracia federal. Es cuanto.

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