Voces del Periodista Diario

Trump y el nuevo infantilismo de izquierda

Se quiere combatir a piñatazos la amenaza imperial

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Dos cuadrantes para arrancar con el tema de hoy.

México es depositario del Premio Nobel de la Paz, en mérito de su diplomacia de altas miras como Nación soberana. ¿Estará enterada de ello  doña Claudia Ruiz Massieu Salinas?

Entre los fines no escritos en el texto de la exposición de motivos de la Gran Reforma Política mexicana (1977-1978), el sabio don Jesús Reyes Heroles propuso remontar el subdesarrollo político del que adolecía el sistema de partidos y la vida democrática en su conjunto.

Elecciones presidenciales en los Estados Unidos 2016: Surgió en 2015 como posibilidad, aún incierta, la eventualidad de que el magnate Donald Trump se alzara con la candidatura del Partido Republicano (PT), esgrimiendo la amenaza de renegociar o cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El “Honorable” Senado de la República -dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI)-, por cuyo pleno paso en su momento la ratificación del TLCAN, lanzó a la rosa de los vientos un mensaje en defensa de este instrumento. Su único argumento: En la celebración anual del Gran Tazón -culminación de las ligas de fútbol americano- se registra el mayor consumo de guacamole, receta mexicana por supuesto, en la Unión Americana.

El Partido Nueva Alianza (Panal) es una formación corporativa, cuyo soporte es el magisterio que respalda la Reforma Educativa. Alineado en la defensa del TLCAN, el Panal lanzó al aire su propio spot: Un porrístico alarido contra Trump.

El magnate gringo, es ya Presidente electo. Semana de posadas adelantadas, los senadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) tuvieron su pachanga. Incitados por su coordinador, Miguel Barbosa Huerta, los senadores amarillos, en un rapto infantiloide, le dieron de garrotazos a una piñata con la imagen de Trump.

Son las ridículas formas en que, en plena posmodernidad neoliberal, la sedicente clase política mexicana, a remolque del fáctico Pacto por México, cierra filas, no para abogar por la soberanía nacional, sino por la supervivencia del TLCAN.

¿Qué tal si Trump estaría independizando a México?

Existe una grotesca paradoja en esas subdesarrolladas maneras de abordar una cuestión de tan grave magnitud.

Un Premio Nobel de Economía estadunidense tiene una basta literatura científica en que cuestiona severamente los resultados de la globalización.

Dos Premios Nobel de Economía estadunidense han denunciado con terquedad los disolventes saldos que sobre la economía productiva y la sociedad mexicana en su conjunto, ha descargado el TLCAN.

Lo han hecho, estos dos últimos economistas galardonados, con ánimo de advertencia al gobierno mexicano desde el momento en que se alineó a la iniciativa del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, que interpretan como una descomunal y perniciosa extensión del TLCAN.

Si el Presidente electo de los Estados Unidos cumpliera sus propósitos de revisar el TLCAN y de frenar la consumación del Acuerdo Transpacífico, ¿no estaría acaso liberando a los mexicanos del yugo de su anexión a la economía norteamericana?

¿No sería, la anterior, “una ventana de oportunidad” para que México hiciera un ajuste de cuentas sobre debilidades y fortalezas de su política comercial hacia y del exterior, y pensar en dar nuevos y diferentes  cauces y causas a la reconstrucción de una economía que se hunde en el naufragio a cada soplo foráneo?

Nostalgia de El viejo Ruiz Cortines

Va como ejercicio memorioso:

Hacia finales de la década de los cuarenta del siglo XX, después de terminada la Segunda Guerra Mundial, en que Washington colocaba los fundamentos estratégicos de la Guerra Fría,  siendo secretario de Gobernación don Adolfo El viejo Ruiz Cortines, recibió en su despacho a emisarios del presidente del PRI, general Adolfo Sánchez Taboada, con la exigencia de que dictara una declaración expresa de proscripción del Partido Comunista Mexicano (PCM).

El socarrón veracruzano, que en el siguiente sexenio asumiría la Presidencia de México, atajó a sus visitantes: “¿Cómo? Si los soviets no han infligido ningún daño a México. Los agravios históricos nos han llegado del norte”.

No la intuición, sino el conocimiento de causa, hacia percibir a Don Adolfo que, en el periodo de posguerra, las fuerzas políticas y económicas dominantes en los Estados Unidos entraban  a una fase de reacomodo doméstico para capitalizar y repartirse los beneficios que les reportaría el hecho de que la devastación mundial no había puesto pie en su territorio.

En esas objetivas circunstancias, las incesantes acechanzas imperiales históricas sobre México -su territorio y su economía-, podrían ser neutralizadas con una diplomacia patriótica y cerebral. El discurso de Ruiz Cortines tuvo como divisa permanente en su sexenio la convocatoria a la unidad nacional.

En el umbral de la guerra nuclear

De acuerdo con los internacionalistas más acreditados, en nuestros días los Estados Unidos tienen a la humanidad en el umbral de la Guerra Nuclear.

Es el espeluznante entorno mundial en que se avecina el relevo en la Casa Blanca en enero próximo.

A diferencia de los años 30-40 en que, frente a la amenaza del demencial totalitarismo nazi, la sociedad norteamericana pactó una tregua de Dios, las elecciones presidenciales del pasado noviembre dejaron a la Unión Americana fragmentada y en choque.

Del reciente proceso electoral en los Estados Unidos, hay un ángulo que en México la estridencia mediática interna dejó de lado; por ver el árbol, se perdió de vista el bosque: La puja por la Casa Blanca del senador socialista Bernie Sanders.

Sanders hizo la lectura correcta de la resonante declaración de uno de los más poderosos empresarios de los Estados Unidos: Estamos en una guerra de clases… y la mía la va ganando.

La conspiración en favor de Hillary Clinton

Sanders, el “enemigo pequeño” en la pugna electoral, catalizó el malestar de grandes segmentos de la clase trabajadora y de la juventud. Cuando su precandidatura en el Partido Demócrata (PD) empezó a despuntar, los económicamente poderosos conspiraron para contener al socialista y meter todos los huevos a la canasta de Hillary Clinton.

Clinton ganó la candidatura del PD, pero perdió la carrera rumbo a la Casa Blanca. Ominosos signos del choque del que hablamos antes, es el hecho de que los partidarios de Clinton no asimilan la derrota y presionan en los estados clave, tratando de revertir, mediante el conteo del voto popular, la victoria de Trump.

Es, en ese contexto, en el que en México se escucha una ramplona y desarticulada proclama de unidad nacional, cuando aquí se blanden armas para hacerse del poder presidencial en 2018, en un clima de crispada y profunda polarización socioeconómica y, en consecuencia, política, producto de la gestión neoliberal de las tres recientes décadas.

Exorcizar el fantasma a piñatazos

La mención anterior del socialista estadunidense  Bernie Sanders, no ha sido casual. Ahora la asociamos a la frívola conducta del Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyos senadores creen que el materializado fantasma del republicano Presidente electo puede ser exorcizado a piñatazos.

El PRD, es una podrida franquicia partidista que ha quedado bajo control de lo que los medios electrónicos manipulan y exaltan como la “izquierda políticamente correcta”.

La “moderna” dicen, para no decir domesticada y plegada al Pacto por México, haciendo  trío con el PRI y el Partido Acción Nacional (PAN).

Del PRI y el PAN, para efectos de estas notas, no hay mucho que agregar. Su cordón umbilical los ata en la Alianza estratégica que maquinó en 1988 Carlos Salinas de Gortari para “legitimar” su sórdido origen presidencial, con cuya investidura firmó el TLCN, que, dijeron sus publicistas, permitió a México jugar en “las grandes ligas”: Las de la globalización neoliberal.

En su fundación, el PRD acogió a remanentes tránsfugas de formaciones comunistas y socialistas mexicanas. Desde que los Renos provocaron la fractura del Partido Comunista Mexicano, siempre sospechamos -hay constancias escritas por este autor- de  su frágil vertebración ideológica.

Pegaban con la izquierda; hoy comen con la derecha

De los militantes de la ahora izquierda “políticamente correcta”, tenemos viejas estampas en que ondean pancartas que convocan a luchar por “la dictadura del proletariado” y a la implantación del socialismo en México.

De los  sedicentes izquierdistas “políticamente correctos”, al menos dos despachan como gobernadores (Graco Ramírez Garrido Abreu y Silvano Aureoles Conejo); otros cobran aguinaldos de medio millón de pesos en el Palacio Legislativo de San Lázaro, su Palacio de invierno (el ex guerrillero Jesús Zambrano Grijalva y Guadalupe Acosta Naranjo). Un quinto, Jesús Ortega Martínez, la gira de diputado constituyente que le dará régimen jurídico-político a la Ciudad de México.

Desde luego, en el Senado está el izquierdista “políticamente correcto” Miguel Barbosa  Huerta, el promotor de los piñatazos antimperialistas.

Degradación de la clase trabajadora

¿Cómo responderían esos izquierdistas “políticamente correctos” a este fenómeno provocado por el TLCAN en México?:

Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual; es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo costo varía según edad y sexo…”.

En efecto, en el México neoliberal, fabricado por el TLCAN, tenemos más de tres millones de niños explotados impunemente  en el mercado laboral. No asisten a la escuela.

Los movimientos de mujeres denuncian un día y otro también la discriminación salarial en el empleo, las esclavistas jornadas de trabajo, el acoso sexual, etcétera.

Los campesinos mexicanos, muchos de los cuales fueron posesionarios o propietarios de sus tierras de labor, han sido reducidos a la condición de jornaleros al servicio de los latifundistas, pasaron a ser el ejército de reserva de los cárteles de la droga o emigraron a los Estados Unidos, de donde Trump quiere expulsarlos.

A qué hablar de los más de 20 millones de mexicanos expuestos a la depredación asestada por la economía informal; negra, le llaman los tecnócratas.

La plebe, sin representación política

¿Les resulta familiar a los izquierdistas “políticamente correctos” esa degradación de la clase trabajadora? Seguramente sí, porque han dejado sin intermediación ni representación políticas a los obreros y campesinos para la defensa de sus causas e intereses. La pequeña burguesía ha sido desclasada y dejada como manada acéfala.

Cinco párrafos antes, pusimos en cursivas el que habla los disolventes efectos del “desarrollo de la industria moderna”.

El párrafo está tomado del Manifiesto del Partido Comunista en el que Marx y Engel describen magistral y subversivamente  la primera globalización comercial auspiciada por el descubrimiento de América y la circunnavegación de África.

Enfangados en los placeres vicarios

¿Manifiesto del Partido Comunista? Lo olvidaron, si alguna vez lo hojearon u ojearon. los de la izquierda “políticamente correcta”, enfangados en los placeres vicarios de la pequeña burguesía.

Si tales especímenes leyeron el Manifiesto, ¿cómo no entienden las contradicciones de clase que enfrentan a la sociedad estadunidense y pretenden que el problema de México se resolverá a garrotazos a una piñata que hace de una amenaza de carne y hueso un mono de barro y cartón?

Lo dicho, la partidocracia mexicana sigue anclada en el subdesarrollo político. Por eso, se escuda en un patrioterismo infantiloide con el que se intenta restaurar la unidad nacional destruida por el neoliberalismo. Es cuanto.

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