Voces del Periodista Diario

Confirmado científicamente: Trump es un sociópata

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

No hay peor peligro para la República, que un necio con opinión de sabio; más, si desempeña un cargo de Estado o de gobierno.

La advertencia anterior fue hecha hace casi cinco siglos por Huarte de San Juan, un médico español, autor de Examen de Ingenios para las Ciencias, preocupado por mejorar la sociedad seleccionando el mejor modelo de instrucción, según las aptitudes físicas e intelectuales del niño. Para el efecto, propuso los fundamentos de la Sicología diferencial.

Esa es una cosa muy peliaguda: Los alcohólicos niegan serlo y los locos más.

Locura americana

En América Latina, los ecuatorianos eligieron pero no soportaron a Abdalá Bucaram Ortiz, quien no negaba la cruz de su parroquia: Le complacía que le gritaran El loco. Tomó posesión en agosto de 1996 y fue defenestrado el febrero de 1997 por el Congreso, después de declararle incapacidad para gobernar.

Los mexicanos no cantan mal las rancheras. El 2 de julio de 2000 eligieron a Vicente Fox presidente, a pesar de que en Guanajuato su fama pública lo identificaba El orate de San Cristóbal.

Los mexicanos dejaron a Fox terminar su mandato y sólo hasta después de concluido el sexenio,  la Sacra Rota Romana dictaminó que estaba mal de la azotea. Mínimo, los siquiatras consultados le diagnosticaron Narcisismo.  

(Narciso vio su imagen en las aguas de un estanque. Desde entonces, vivió perdidamente enamorado de si mismo).

Fox sigue por las calles de Dios, libre de camisa de fuerza.

Bucaram y Fox, guardada las proporciones, resultarían inofensivos al lado de especímenes gringos.

Ronald y Donald, como dos gotas de ácido

Se cuenta que Ronald Reagan convocaba a la Casa Blanca a su gabinete. Caía en manos de Morfeo. “Me despiertan cuando terminen para me informen que decretos firmé”. El “Gran Comunicador” asumió como propia la jalada del Eje del mal. Cuantos crímenes se cometieron en su nombre.

También republicano, el turno en el Salón Oval es de Donald Trump.

Un grupo de 27 siquiatras acaba de difundir un estudio que concluye que el presidente está mentalmente enfermo de manera peligrosa.

En términos clínicos, es un sicópata: ¡Un peligro para los Estados Unidos y el mundo! Grave asunto, pero la Asociación Americana de Siquiatría recomienda que no hagan olas: Prohíbe hacer públicos diagnósticos sobre figuras públicas que no estén directamente bajo cuidado de un  profesional de salud mental.

A Trump le vale. Sigue actuando como el arma de destrucción masiva que anida en su cerebro.

Citado de memoria un suceso, recordamos que en 1954, un siquiatra y profesor de la Universidad de Viena (paisano, pues, de Adolfo Hitler), quien vivió las desgarradoras consecuencias de la primera y segunda guerra mundiales, introdujo en la ONU una iniciativa científica por la que pedía a la Organización alguna forma de legislación que obligara a los individuos postulantes a una posición de mando gubernamental pasar antes por el diván siquiátrico.

Quién sabe en que sótano el Consejo de Seguridad tenga arrumbada esa juiciosa ponencia. En la Casa Blanca resultan las consecuencias de esa omisión. Pero a eso le llaman democracia. Es cuanto.

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