Voces del Periodista Diario

Crear clima político para…

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

 

Mes previo a junio, en que el día 7 se celebrara antaño La Libertad de Prensa, mayo nos ofrece fechas funerales, a saber: El 23 fue asesinado el cardenal de Guadalajara Juan Jesús Posadas Ocampo. El 30 fue ejecutado el maestro Manuel Buendía Téllezgirón. Mayo incorpora ahora el nombre de Javier Valdez Cárdenas.

El caso del cardenal Posadas Ocampo se subraya porque aquellos que dudan de “las verdades históricas” siguen sosteniendo que el 23 de mayo de 1993 arrancó la nueva temporada de Crímenes de Estado.

El asesinato fue explicado entonces en una operación de Nintendo durante una conferencia de prensa de la Procuraduría General de la República (PGR): Fuego cruzado hizo del purpurado víctima propiciatoria.

El maestro Buendía, poseedor de fuentes exclusivas, era un informado y agudo comentarista incómodo a ciertas esferas del poder político y de los poderes fácticos. Su última columna, de suyo reveladora, se publicó en Excélsior el 28 de mayo de 1984. Dos días después, fue ejecutado. De esto hace 33 años.

Construcción de condiciones de opinión pública

Sin embargo, fue hasta 1994 cuando algunos analistas, reputados por su conocimiento y seriedad profesional, plantearon un enfoque relativamente nuevo en México: La formación de un “clima político” perverso, consistente en la construcción de condiciones de opinión previa, para que la sociedad prejuzgara el desenlace de acontecimientos posteriores y los diera por  inevitables y “justificables”.

“Relativamente nuevo en México”, repetimos, porque el antecedente que nosotros revisamos con frecuencia es el de Chile, que desembocó el 11 de septiembre de 1973 con el asesinato del doctor Salvador Allende.

Aún conservamos entre nuestros materiales de trabajo un cuaderno presentado como Los papeles de la CIA (la agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos), en el que se documentan operaciones de grandes corporativos norteamericanos para financiar la política editorial de algunos medios de comunicación chilenos, ocupados en denostar el gobierno de la Unidad Popular, incitando a su derrocamiento.

La ejecución de Luis Donaldo Colosio

Esa tesis se retomó en México después del asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994.

Algunos ingredientes reales fueron la reacción de Manuel Camacho Solís, aspirante a la candidatura priista, cuando a finales de noviembre se dio por confirmada la nominación de Colosio. Otro fue la irrupción en enero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas.

A Camacho Solís le empezaron a tundir mediáticamente desde el mes de diciembre, cuando ya Colosio andaba en campaña. En el curso, se le llegó a atribuir al propio sonorense alguna expresión sobre “la terquedad” del entonces secretario de Relaciones Exteriores y después comisionado para la paz en Chiapas.

Sin embargo, hacia el mes de febrero de 1994, algunos columnistas políticos metropolitanos comenzaron a insistir en que la campaña de Colosio no levanta, según “trascendidos” en el cuarto de guerra del CEN del PRI, en el cual “preocupaba” esa percepción adversa.

Se siguió machacando en esa insidia incluso después de que el 6 de marzo de 1994, en la Ciudad de México, Colosio presidió la movilización multitudinaria de confirmación de su candidatura. Melifluo, Carlos Salinas de Gortari dio la nota desde Los Pinos: No se hagan bolas. El candidato es Luis Donaldo.

Poco más de dos semanas después, Colosio fue ejecutado en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California.

Conservamos alguna manifestación de aquellos días: En efecto, gente del  gobierno no jaló el gatillo, pero auspició  un clima político para el magnicidio.

No es un dato de poca monta que un fiscal especial para la indagatoria de la ejecución de Colosio, Miguel Montes García, introdujera entre las líneas de investigación la del complot.

Las semanas siguientes, en cadena, fueron ultimados varios activos o potenciales testigos de aquel crimen.

Los demonios andan sueltos

En agosto de 1994 se realizaron las elecciones generales. Desde semanas antes, en algunos sectores de oposición se sostuvo que, “desde lo alto”, se estaba implantando una atmósfera enrarecida auspiciosa del voto del miedo.

Esa sospecha se alimentó dos meses antes de las elecciones en que, súbitamente, el secretario de Gobernación y presidente entonces de la Comisión Federal Electoral (CFE), Jorge Carpizo, montó una escena en la que presentó la renuncia a sus dos encargos; que retiró cuando el anunció hizo el efecto predeterminado.  

De aquel excepcional proceso surgió la presidencia suplente de Ernesto Zedillo, que había sido coordinador de campaña de Colosio. (En Los Pinos fue ungido candidato al ponerse en escucha el contenido de una videocasetera).

Pero de ese proceso emanó también la Legislatura federal. Entre los candidatos a diputados priistas triunfantes apareció José Francisco Ruiz Massieu. De inmediato se le promovió como coordinador de la bancada del sector popular tricolor en San Lázaro.

Exultantes, algunos prominentes “compañeros de sector y de partido” de Ruiz Massieu leyeron el futuro: El guerrerense irá “sin vara” a la Presidencia de México en 2000.

La misma mañana de su confirmación como coordinador legislativo en la sede de la CNOP, el 28 de septiembre Ruiz Massieu fue también ejecutado.

Habilitado como subprocurador especial de la PGR para la indagatoria del crimen contra José Francisco, su hermano Mario Ruiz Massieu acusó interferencias en la investigación. Al renunciar, lanzó esta advertencia: ¡Los demonios andan sueltos…! Esos demonios lo alcanzaron meses después en una prisión de los Estados Unidos.

Segunda usurpación presidencial en menos de dos décadas

Para la sucesión presidencial de 2006, desde dos años empezó a calentarse el clima político mediante una previa construcción de opinión pública. Por su aciago desenlace, creó estado la versión de que se trató de una segunda usurpación del poder presidencial en menos dos décadas.

En el clima político de entonces, el código de comunicación le dio entrada a la hipótesis del complot. Hay testimonios escritos que siguieron después esa línea.

Cuando en 2012 el PRI retornó a Los Pinos, aventuramos el diagnóstico de que el tricolor llegó bajo el Síndrome de Lázaro. Fue resucitado sin el beneficio de la cura de la lepra.    

El nuevo enrarecimiento del clima político en México se gestó propiamente desde las elecciones federales intermedias de 2015, pero subió de grado en las elecciones en 13 estados de la República y el Distrito Federal en 2016.

En ese periodo, cayeron las dirigencias nacionales del PRI (en dos ocasiones), del Partido de la Revolución Democrática (PRD, en tres ocasiones) y del Partido Acción Nacional (PAN). Señal de congestionamientos internos.

Fenómeno sin solución de continuidad, sigue presente en 2017 en los estados de México, Veracruz, Coahuila y Nayarit.

El llano en llamas

Particularmente  este año, ha sido visible la impotencia (con rasgos de complicidad en algunos casos) de los árbitros federales: Administrativo, el Instituto Nacional Electoral (INE); jurisdiccional, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Después de actuar este último: No hay más allá.

En El llano en llamas, cabalga de nuevo rumbo a 2018 el fantasma del voto del miedo. La deliberada construcción  de opinión pública está generando un clima político que, en una primera fase, eventualmente podría ser gobernable. Una vez desencadenado en toda su intensidad: ¡Sálvese el que pueda! Es cuanto.

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