Voces del Periodista Diario

La obra humanista que nos legó don Gabino Barreda

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Más que de veneración a los símbolos patrios,  las celebraciones de septiembre en México -particularmente las del día 16- han devenido  demostraciones de fascinación por los uniformes, las bayonetas y los artefactos militares.

Se explica esa curiosidad entre la población civil que, como el sábado pasado, asiste con sus hijos a observar la parada militar que arranca desde el Zócalo metropolitano.

Otro sentido tiene la actitud de la autoridad -esto es, el gobierno- que desde el sexenio pasado confirma en la exposición castrense que en los últimos años tiene en las Fuerzas Armadas el último refugio de supervivencia de cara a una sociedad harta de corrupción y violenta criminalidad.

En tiempos no lejanos, el 16 de septiembre del quinto año del sexenio, tenía un ingrediente de expectación entre el grupo en el poder.

En esa fecha, como la conmemorativa del 20 de noviembre, se esperaba la designación del orador oficial en la ceremonia recordatoria del inicio de la insurgencia mexicana en 1810, pues se   apostaba cincho, que el declamador en turno estaría entre los primeros listados a la sucesión presidencial del año siguiente.

El pasado sábado, se quiso subrayar que el desfile militar cumplió el centenario de haberse restituido en 1917 después de su suspensión en los azarosos años revolucionarios.

El comandante supremo de las Fuerzas Armadas, Enrique Peña Nieto quiso significar el acto de efemérides presidiéndolo en el Campo Militar número 1, donde refrendó su apoyo a las corporaciones castrenses “hasta el fin de su mandato”.

El general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos Cepeda convocó a todos los mexicanos a jalar parejo.

150 años de la Oración cívica que marcó un hito en nuestra Historia

Bien por el recordatorio de los 100 años de que el Ejército volvió a desfilar por las calles de la Ciudad de México. Pero…

La memoria histórica de los mexicanos tiene el registro vivo de otro acontecimiento que marcó un hito en la formación de las futuras generaciones de México.

El 16 de septiembre de 1867 en Guanajuato, cuna de la Independencia mexicana; esto es, hace 150 años -se cumple, pues, el sesquicentenario– don Gabino Barreda, un creyente en las ideas republicanas pronunció la Oración cívica en el 57 aniversario del comienzo de la guerra de Independencia.

Para los que meditan en la Historia y trabajan por ver en ella una ciencia cuyas leyes hacen posible la previsión de hechos por venir y la explicación de los que ya han pasado, el imperativo es obtener de esos hechos las grandes lecciones que ofrecen las colisiones que generan anarquía en los espíritus y las ideas… expresó Barreda.

Don Gabino Barreda tuvo formación de médico; era un humanista. De su experiencia científica acreditada en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades del cuerpo individual, extrajo conocimientos para aplicarlos al cuerpo social y político.

Sobre el examen de los tres siglos previos de colonización, dedujo el orador que por todas partes se procuraba mantenerla  estacionaria, haciendo que la educación, las creencias religiosas, la política y la administración convergiesen hacia un mismo fin, bien determinado y bien claro: La prolongación indefinida de una dominación y explotación continuas.

Destacó que las Leyes de Reforma sentaron las bases de la reconstrucción social y “nos han puesto en el camino de la civilización, más adelante que ningún otro pueblo”.

La Oración Cívica de don Gabino pudo haber pasado como un evento aldeano, pero el entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Antonio Martínez de Castro, que ya conocía la biografía del orador, por recomendación del presidente Benito Juárez lo invitó a regresar a México para incorporarlo a la Comisión de General del Plan de Estudios de la Instrucción Pública.

Fue un acierto de imponderable trascendencia.  Dos meses después, el Restaurador de la República, Juárez, promulgó  la Ley de Instrucción Pública de factura liberal, independiente y diversa de cualquier religión. El Estado, prevenía ese ordenamiento, tendría a su cargo la enseñanza de la moral pública.

El Estado de México, primero que abraza la Gran Reforma Educativa

Don Gabino Barrera, hombre de cultura enciclopédica, que había participado en la elaboración de ese producto legislativo, fue encargado del capítulo correspondiente a la instrucción Preparatoria. Fue por ello el primer director de la histórica Escuela Nacional Preparatoria.

Si bien pasó un periodo para desplazar materias metafísicas en los programas de estudio preparatoriano, la prioridad se orientó hacia materias de orden científico y su vinculación con las actividades productivas.

Se trató, visto el proceso 150 años después, de la primera verdadera y profunda Reforma Educativa en México.

Desde esa percepción científica y filosófica, fue el gobernador del Estado de México, Mariano Riva Palacios uno de los primeros mandatarios estatales que abrazó el gran proyecto. Su obra-santuario, el Instituto de Toluca, en el que impartieron cátedra Ignacio Ramírez y Manuel Altamirano. Ponerse de pie.

Fuente de formación de Adolfo López Mateos

Medio siglo después, en las moradas del Instituto de Toluca abrevó un gran mexiquense: Adolfo López Mateos. Será por eso que, después Presidente, López Mateos puso la Secretaría de Educación Pública a cargo de otro gran educador del siglo XX: Don Jaime Torres Bodet.

Por lo que vemos en este septiembre, hay cosas que, desde el México  desvertebrado, no se quieren seguir contando. Eso no obsta para que la memoria de don Gabino Barreda siga militando por las causas de la República.

Articulos relacionados

La reina virgen y el “vampiro gay”

Redacción Voces del Periodista

Impunidad

Editor Web

Agosto de pesadilla para Peña Nieto

Redacción Voces del Periodista