Voces del Periodista Diario

De cómo se llega al Estado fallido

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

 

Por la naturaleza y gravedad  de nuestro tema de hoy, lo iniciamos con dos principios tutelares que obligan al Estado mexicano: 1) La educación pública será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos, 2) Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil…

Para la observancia eficaz de esos imperativos, corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático.

Los textos citados no los retomamos de la obra pedagógica del humanista Paulo Freire. En el orden trascrito están vivos -aunque “en sueños”- en los artículos Tercero, 123 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Son, pues, mandatos del Constituyente.

Rescatamos el concepto humanismo. Las generaciones del Estado neoliberal que han ejercido el poder político durante más de tres  décadas han orientado las políticas públicas en México, encadenados a una inflexible concepción administrativista del gobierno.

La tecnocracia neoliberal se compadece poco del régimen democrático a que tantas veces hace mención la Constitución federal.

Ese grave desvío doctrinario está presente en los métodos autoritarios que el actual gobierno ha adoptado para imponer la Reforma Educativa y el Nuevo Modelo Educativo.

Entramos en materia: Desde que en los años veinte los gobiernos posrevolucionarios tomaron conciencia de que para construir un Estado Nacional se requería construir una Nueva Sociedad, enfocaron su atención en la política educativa, desde el ámbito rural hasta la institución y desarrollo de la Universidad Pública.

Particularmente en las presidencias ejercidas por el Partido Acción Nacional (PAN) se emprendió una feroz ofensiva contra la Universidad Pública, al grado de que legisladores de ese partido llegaron a proponer la restricción, acaso la supresión, del presupuesto asignado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En el gobierno de Felipe Calderón -que no aplicó para su ingreso a la UNAM y se refugió en la Escuela Libre de Derecho- se profundizó esa tendencia y se llegó al colmo de lanzar programas financieros especiales para favorecer a las universidades privadas y su alumnado, con fondos públicos trasegados al través de la Banca de Desarrollo hacia los bancos privados.

Hubo un tiempo en que la iniciativa privada, en sus ofertas de empleo, condicionaba a los aspirantes a no ser egresados “de la UNAM o el Poli”. Total, esa es potestad de la libre empresa.

Cuando empezó la privatización del Estado mexicano, sin embargo, desde los primeros gobiernos neoliberales se limitó el ingreso a la administración pública a egresados de centros de estudios privados, con su plus de títulos en universidades extranjeras. Se les llamó cuadros de excelencia.

La tecnoburocracia no ha acreditado ni siquiera la eficacia, mucho menos la excelencia. Si la valoración fuera al revés, no se estuviera hablando de Estado fallido.

Un recurso neoliberal: El Darwinismo social

En el actual sexenio, los mercados laborales mexicanos, tanto en el sector privado como en el sector público, han sido marcados por el Darwinismo social.

Ponemos un cuadrante de referencia: Particularmente los Estados asiáticos han dedicado sus políticas públicas, sobre todo en materia de Educación, Ciencia y Tecnología a la formación de talentos. Al terminar los ciclos superiores, los gobiernos no dejan ir esos talentos: Los incorporan a sus estructuras laborales. De ahí su asombroso despegue económico.

¿Qué pasa en México? Todo lo contrario. Tenemos a la vista el Informe 2017 elaborado por el Observatorio de Salarios, para sorpresa nuestra instituido por la Universidad Iberoamericana Campus Puebla.

Antes de entrar al contenido de ese informe, recordemos que la administración pública paga a sus mandos, a partir de jefaturas de unidad hasta secretarías encargadas de despacho, retribuciones desde 150 mil hasta 300 mil pesos al mes.

El documento a que hacemos mención, informa que al inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto, en el mercado de trabajo abierto, personas con nivel de licenciatura ganaban un promedio de 11 mil pesos al mes. Con todo y las reformas transformadoras, el ingreso ahora es de 8 mil 700 pesos. El mismo texto comentado recuerda que el mínimo constitucional es de 17 mil 950 pesos.

Volvemos al informe: En 2005, profesionales que exhibían títulos de posgrado tenían un sueldo de 24 mil pesos mensuales. El tabulador ahora les permite apenas 14 mil pesos. Diez mil pesos menos en una década.

Otra gráfica señala que con 80 pesos diarios tienen que conformarse más de cuatro millones de compatriotas.

La conclusión de esa investigación se resume en tres palabras: Tenemos “más pobres educados”.

Y, preguntamos nosotros, ¿dónde han quedado los mandatos de la Carta fundamental de los mexicanos?

Esto si es de Paulo Freire, en la caracterización de su obra Pedagogía del oprimido:

En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan menos pueden decir su palabra, y en que inmensas multitudes ni siquiera tienen condiciones para trabajar, los dominadores mantienen el monopolio de la palabra, con que mistifican, masifican y dominan”. Un retrato hablado de México.

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