Voces del Periodista Diario

Dios creó al mundo y al imperio para gobernarlo

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Entre amarillentos legajos del archivo del general veracruzano Heriberto Jara Corona, dimos con algunos relatos de su paisano Justino N. Palomares, en los que sobresalen dos personajes de pueblo.

Uno de ellos es un obrero que fue asesinado en resistencia civil: Andrés Montes Cruz; el otro, es la prostituta María Cancinos, célebre porque, dice la crónica, recibía a media noche a soldados yanquis, de cuyo paradero no se volvía a saber.

Jara fue un joven tenedor de libros en las fábricas textiles de Santa Rosa, primero, y Río Blanco, después. En la segunda, se sumó a la huelga obrera (1906-1907), masacrada por la dictadura de Porfirio Díaz. Río Blanco, Veracruz, y Cananea, Sonora, son referentes en el clima político que detonó la Revolución de 1910.

Dentro de dos semanas (el 24 de noviembre), se cumplen 105 años de que las tropas estadunidenses fueron expulsadas del Puerto de Veracruz, que habían ocupado el 21 de abril de 1914, con la mira puesta en la convulsa capital de la República. Es ahí donde aparecen el obrero y la prostituta nombrados párrafos antes.

Según el cuento, Washington se puso de lado de los revolucionarios

La coartada de Washington: Interceptar un cargamento de armas contrabandeadas con destino al Ejército federal, de lo que se colegiría que la operación militar gringa sería en apoyo al Ejército constitucionalista, movilizado para combatir la usurpación de Victoriano Huerta, que un año antes, sonsacado por el embajador norteamericano, Henry Lane Wilson, había asesinado al presidente Francisco I. Madero.

Lo cierto es que el móvil de la invasión de 1914 estaba latente desde noviembre de 1910, en que la Casa Blanca (que ya tenía vivo el apetito sobre el petróleo mexicano), interpretaba el movimiento revolucionario mexicano como una amenaza a la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, y a la integridad física y patrimonial de sus ciudadanos residentes en México.

Así se arrancó la firma de Obregón en los Tratados de Bucareli

En 1923, Washington le arrancó la firma al presidente Álvaro Obregón en los Tratados de Bucareli, producto de las negociaciones previas de dos comisiones de Reclamación. La más activa y tendenciosa, la especial, que recogió exigencias de indemnización en metálico y en especie de estadunidenses por supuestos daños patrimoniales infligidos por las acciones de guerra en territorio mexicano.

El presidente de los Estados Unidos (1913-1921), Woodrow Wilson profesaba una doctrina: Dios creó el mundo y, para gobernarlo, los Estados Unidos.

En 1913 fueron asesinados el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. En 1914, la toma del Puerto de Veracruz. En noviembre, la retirada de los marines. Se hicieron cargo del territorio recobrado las tropas de Heriberto Jara Corona, ya ascendido a general. Cinco años después, asesinado Venustiano Carranza, se iniciaron las negociaciones de los Tratados de Bucareli.

Se agiganta frente al Coloso la Diplomacia soberana

Carranza es nuestro protagonista: El coahuilense, paisano de Madero, encaró sin vacilaciones al imperio anglosajón, con una diplomacia soberana, cuyo gestor y ejecutor fue el mexiquense don Isidro Fabela, patriota cuyos servicios fueron requeridos todavía por el presidente Adolfo López Mateos, quien durante su mandato (1958-1964) resistió las presiones de la Casa Blanca, obcecada en imponer su ley sobre América Latina, alarmada y colérica por el triunfo de la Revolución cubana.

La Historia se produce una vez como tragedia y se repite como farsa. México enfrenta nuevamente el suplicio de Sísifo: Trepa la roca a la cima, sólo para verla rodar a la sima. Y vuelta a empezar.

Cuenta la leyenda que hubo una vez un presidente mexicano llamado Lázaro Cárdenas del Río. Agrega la leyenda que hubo una vez un presidente estadunidense llamado Franklin Delano Roosevelt.

Algo providencial ocurrió en los años treinta: Ambos presidentes se olvidaron del Dios invocado por Wilson y trataron como estadistas los asuntos de la agenda bilateral. Y México salió bien librado. Vino el viento neoliberal y nos alevantó. Es cuanto.

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