ESTADOS UNIDOS, (Sputnik), 4 de febrero de 2021 .- Un fallo ‘latente’ en el sistema de propulsión de los buques de clase Freedom hizo que a finales de enero la Armada de Estados Unidos anunciara que ya no va a recibir estas nuevas embarcaciones hasta que el problema se solucione. Este grave incidente, sin embargo, no es el primer fracaso de los constructores navales estadounidenses.
Actualmente, la flota de la Armada de Estados Unidos cuenta con nueve de esos barcos costeros o buques de combate litoral —LCS, por sus siglas en inglés—, como son llamados oficialmente. Otros cinco están en construcción.
Defectos y averías
Durante el corto uso en servicio de estas embarcaciones, se identificó una grave falla de diseño en el mecanismo que transfiere energía desde el propulsor hasta las hélices del sistema de propulsión. En determinadas condiciones, el buque fabricado por Lockheed Martin simplemente deja de funcionar. Inicialmente, las averías se consideraron incidentes aislados, pero recientemente se las reconoció como problemas sistémicos.
“Los problemas han plagado este proyecto desde el principio y la mayoría de los defectos no se pueden solucionar. Llegó al punto de que unos barcos que han servido solo unos años serán desguazados”, consideró Nikolai Protopopov en su artículo para la versión rusa de Sputnik.
La eliminación de este defecto requerirá importantes inversiones financieras, un rediseño completo del LCS, además de numerosas pruebas en tierra y en el mar. Por esta razón, la cúpula de la Armada estadounidense decidió aplicar una “sanción sin precedentes” a todos los buques de la clase Freedom y no aceptarlos más en sus líneas, detalló Forbes.
Las primeras averías de los Freedom, luego de que se pusieron en servicio, podían explicarse por el hecho de que todavía se trataba de un proyecto nuevo, que carecía de perfeccionamiento. Sin embargo, los buques producidos en serie también presentaron fallos constantes, destacó Protopopov.
El diciembre de 2015, el USS Milwaukee, que costó más de 360 millones de dólares, se rompió en el océano Atlántico durante su primera transición de los astilleros de Halifax a su futuro puerto base. En esa ocasión, fue necesario remolcarlo de regreso a un muelle cercano.
Una investigación posterior reveló que, de alguna manera, “residuos metálicos finos” ingresaron al sistema de filtro de aceite lubricante y de allí a uno de los motores. Cuando empezó a desplazarse en alta velocidad para unas fotografías, un problema de la válvula de combustible inició el apagado automático de ambas turbinas de gas de propulsión principales, detalló Defense News, en la ocasión.