Voces del Periodista Diario

La Mañanera, el derecho a la información y la libertad de expresión

Ojo Público
Por Norberto Hernández Montiel

Surgen varias reflexiones a propósito de la discusión que suscitó el reclamo de la reportera del portal Pie de Página, Reyna Haidee Ramírez, respecto al derecho a la información y la libertad de expresión que ejerce holgadamente, en detrimento de otros colegas, que tienen el mismo derecho a preguntar y ven cómo pasa el tiempo sin que ella suelte el micrófono.

Revisemos la política informativa del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien se le pueden hacer muchas críticas respecto a la forma en que se lleva a cabo la “Mañanera”, pero cabe preguntarse si alguno de los ex aspirantes a la silla presidencial ofrecería, todos los días, una conferencia de prensa tan exhaustiva que excede las dos horas en promedio. La de hoy fue una de las más largas. Sobrepasó las tres horas.

Hay que tomar en cuenta que antes de la reunión con los medios ya hubo otra, de gabinete, para analizar lo que ocurre en el ámbito de la seguridad pública. Recordemos cómo se respondió informativamente a la contingencia sanitaria en 2020, con las conferencias vespertinas del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, durante todo el tiempo que fue necesario.

Actualmente, contamos con reportes semanales respecto al avance de las obras de mayor envergadura del gobierno, seguridad pública, economía, información sobre los viajes del presidente López obrador a Estados Unidos y sus resultados, además de los temas que van surgiendo a diario.

En cuanto a las mañaneras, los colegas veteranos que cubrían la Presidencia podrían responder varios cuestionamientos. Veamos algunos. ¿Cuántos mandatarios en funciones contestaban a todas las preguntas que les hacíamos los periodistas, si es que llegaban a acercarse –y eso como un gesto magnánimo– a la los reporteros de la fuente?

Muchos recordarán la costumbre que había, inclusive, de apartar a un grupo selecto para dale información, práctica que, por cierto, se extendía a las secretarías de Estado y lo que entonces era el Departamento del Distrito Federal.

Más aún, muchos de nosotros participamos en conferencias de prensa amañadas, en las cuales además de que se limitaba el número de interrogantes, ya se había acordado previamente, y en lo “oscurito”, quiénes y qué iban a inquirir, porque había que cuidar al presidente como político, no en cuanto a su investidura pública, en lo cual hay una diferencia abismal.

Tuvimos que soportar, en ese contexto, verdaderas limitaciones a nuestro derecho a la información,  las cuales, y que me perdonen los hipercríticos del presente, no encuentro ahora, y menos en una conferencia de prensa que se transmite en vivo, sin cortes convenientes, en la cual AMLO responde, inclusive, hasta cuando se le hacen planteamientos sarcásticos, irrespetuosos, altaneros o vedetiles, por señalar lo más obvio.

En el pasado había muchos manejos que ignoraba el público en general, al que se le trataba como a un menor de edad, a quien había que dejar al margen de los grandes temas que sólo incumbían al presidente, su gabinete  y, por supuesto, los medios selectos.

Todo ocurría en el ámbito cerrado de las relaciones palaciegas. El lector, radioescucha o televidente sólo contaba con la nota escueta, sin un contexto como éste, al que ahora tiene acceso con sólo encender su televisor a las siete de la mañana, todos los días.

Desde el 3 de diciembre de 2018 se inauguró un ejercicio inédito en la historia de México, porque nunca antes presidente alguno había abierto la agenda pública en esa forma ante los representantes de los medios de información, a quienes se puede ver en tiempo real, en plena actuación.

A Palacio Nacional entró una corriente de aire fresco, a través de un ejercicio informativo en el cual sin duda hay mucho qué criticar, pero se puede hacer, sin que los periodistas observemos aquellos silencios, muy elocuentes, que embozaban amenazas –y eso cuando el presidente en turno era dado a amagar con elegancia–, o suframos la interrupción, en plena pregunta, de colegas oficiosos, que levantaban la voz, prestos a acudir en ayuda del mandatario, con el fin de que saliera del apuro frente a un cuestionamiento “impertinente”.

Hoy ocurre todo lo contrario. Hay ocasiones en las cuales es notorio el afán de impugnar medidas, a veces sin fundamento, como ocurrió en incontables oportunidades con la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y otros temas sumamente atacados.

Es necesario que ejerzamos nuestra memoria histórica. No se trata de defender a AMLO a ultranza, sino de advertir que los tiempos realmente son muy distintos. Como profesionales, debemos entender la importancia de fundamentar la crítica, ofrecer datos que hayamos constatado y mantener a raya a nuestro ego.

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