Voces del Periodista Diario

Los gobernadores las quieren peladitas y en la boca

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Un devoto del santoral republicano recuerda que hoy se cumplen 106 años de que la soldadesca gringa tomó el puerto de Veracruz. Y los tambores de guerra de las barras y las estrellas siguen llamando a zafarrancho en América Latina, desde su cabeza de playa de Colombia

Va de memoria: Cuando en un curso intensivo guiado por un cuadernillo bajo el título de Periodismo trascendente -manual obra del maestro Salvador Borrego-, nuestro instructor nos advirtió sobre lo que no debe ser un reportero, a saber:

El jefe de deportes de un diario metropolitano designó a su cronista estrella para que cubriera un partido que era -para ponerlo en onda- el verdadero clásico Chivas-América. La sección correspondiente permaneció abierta en espera de la narración. Pasó una hora, otra hora y se aproximada el cierre de la edición, y la nota no llegaba.

El coordinador de Redacción, preocupado, envió a un hueso a localizar al extraviado reportero: Estaba echándose, como era su costumbre, su solera con coca. Interpelado por su jefe, el interfecto explico: ¿Oiga usted, jefe, no se enteró que se incendió el estadio y hubo 27 muertos quemados? El partido se suspendió, ¿para qué iba a la redacción; no hubo partido, no hay noticia?

El agente ministerial se negó a dar datos exactos sobre la masacre

Suele ocurrir ahora que acicalados reporteros de televisión se presentan a una escena del crimen. En vivo, en directo y a todo color engolan la voz y ponen a cuadro al vigilante del edificio de enfrente: ¿Podría decirnos cuál es el número de víctimas de la masacre? El interlocutor responde alelado: Pos no sé; no los he contado, mientras el camarógrafo panea y pone en pantalla el regadero de cadáveres.

Al final de su crónica, el comunicador denuncia: El agente ministerial se negó a dar el número exacto de asesinados: Encubre a los autores de la matanza.

Nos trae el asunto a cuento, porque el coronavirus está retratando de cuerpo entero a los gobernadores de los estados. Pongamos como cuadrante, los palacios de gobierno de Mexicali, Baja California; Guadalajara, Jalisco; Morelia, Michoacán, etcétera.

¿En dónde pararon presupuestos estatales y gasto federalizado?

Cada fin de año, los congresos estatales autorizan al Ejecutivo sustanciosas partidas etiquetadas al Sector Salud para el ejercicio siguiente, que incluyen pago de personal, insumos, construcción y mantenimiento de infraestructura, y demás. Cada fin de año, también, los gobernadores acosan a la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados en San Lázaro, Ciudad de México, a fin de reclamar la mejor rebanada del gasto federalizado para Salud.

Al tomar posesión, el ejecutivo nombra entre sus amigochos al secretario estatal de Salud y directores de los hospitales civiles regionales e interceden ante la Federación para que nombre a sus compadres o ahijados delegados o directores médicos del IMSS o el Issstse.

Hay entidades en que, en esa área, el escalafón tiene hasta 10 mil servidores, si bien la mayor parte de ellos administrativos, que cobran horas nalga en sus cómodos sillones: La amistad se demuestra en la nómina.

(La Auditoría Superior de la Federación de la Cámara de Diputados federal tiene saturados los discos duros con expedientes que prueban que no pocos gobernadores han desviado descomunales montos del gasto federalizado destinado a Salud hacia otros fines no confesados, diferentes a los etiquetados. Pero esto es otra historia.)

Y todavía se envuelven en la bandera del federalismo fiscal

Es un secreto a voces que, para todo efecto, los gobernadores las quieren peladitas y en la boca. Con eso del coronavirus, pretenden que un subsecretario de Salud, desde la Ciudad de México, les tenga al tanto del número de muertos por la pandemia en las mismas capitales de los estados donde despachan. Sólo dicen saber, y lo dicen voz en cuello, que los médicos están cayendo como moscas. ¿Uno, diez, cincuenta, 200 o 300? Con compararlo con “moscas”, está dicho todo.

Lo que indican esas insidiosas actitudes, reproducidas convenientemente por algunos locutores metropolitanos a todas horas, es que los amigochos de los mandatarios en las dependencias de Salud viven y cobran en horas de contingencia mirándose el ombligo. Y a eso le llaman federalismo. Es cuanto.

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