VOCES DEL DIRECTOR
Mouris Salloum George
La soberanía nacional reside en el pueblo.
Así lo consagra la mayoría de las Constituciones de los estados nacionales latinoamericanos desde el siglo XIX; doctrina de la que México es precursor.
Ese principio, ¿se ha respetado en Bolivia, donde la subcultura gorilista pasa por una nueva edición? Por supuesto que no.
Te lo digo, Juan, para que lo entiendas, Pedro. Un mensaje para los regímenes al sur del Río Bravo, frontera de México con el imperio.
El asunto nos plantea una cuestión mayor, ineludible: ¿Vale el Derecho formal, para este caso el Internacional, vis a vis con operaciones fácticas que se condensan en el golpe de Estado?
Al menos desde los ochenta, cuando Washington y Londres proclamaron la Revolución Conservadora, placenta de la globalización mercantilista, no pocos Estados periféricos han entregado su soberanía nacional en el altar del mercado.
La rendición de banderas soberanas, incluso las meramente autónomas, ha tenido como resultado, en una primera etapa, la implantación del Derecho Corporativo Global.
Vencidas las resistencias nacionales, en años recientes se habla ya de un Nuevo Orden Feudal Mundial. ¿Quién lo ha decretado?
Sobran documentadas tesis que sostienen que, ese “nuevo orden”, ha sido diseñado y ejecutado a mansalva por las grandes corporaciones trasnacionales bancarias, financieras, industriales, comerciales e incluso culturales, que pregonan, desde sus metrópolis, al través de sus dominios científicos y tecnológico, la sociedad de la información.
No puede ser más cínica la ironía: El golpismo latinoamericano ha tenido como herramienta una sofisticada técnica de desinformación, con intencionalidad manipulativa, made in USA. Esa maquinaria infernal opera ya en México.
Estados Unidos, momento de destino
Hace dos semanas, el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan declaró a la rosa de los vientos, que el reconocimiento del genocidio armenio por los Estados Unidos, no tiene ningún valor.
Erdogan mismo, es acusado de genocida, según las imputaciones que le hacen las víctimas de su régimen. Cuando la nave del presidente turco bordeaba el Atlántico, es posible que el piloto indicara la Estatua de la Libertad. Erdogan tenía cita en la Casa Blanca, a la que ayer asistió. Lo atendió Donald Trump.
En otras circunstancias, los medios de comunicación de los Estados Unidos le habrían dado a ese acontecimiento atención prioritaria. No ocurrió así.
La suerte de Trump está en manos de 22 protagonistas
Los reflectores estaban enfocados a los salones de El Capitolio, especialmente a los de la Cámara de Representantes, con acercamientos a 22 protagonistas: 13 congresistas demócratas y nueve republicanos.
Ahí estaba la nota: Por cuarta vez en la historia política de los Estados Unidos, un presidente está expuesto a su eventual destitución.
Después de dos meses de audiencias privadas, el escenario se abrió a millones de televidentes para seguir las incidencias del juicio político contra el inquilino de la Casa Blanca, en las mismas horas en que éste cruzaba saludos con Ardogan.
Una legión de comparecientes, entre los que se encuentran diplomáticos, agentes de inteligencia, militares y ex funcionarios del gobierno republicano; todos con información que permaneció reservada mientras de armaba el caso y la causa.
Decir que Trump está en la estacada, equivale a celebrar vísperas. No se pueden aún descorchar las botellas de champaña. Entre otros recursos, el Presidente en remojo cuenta con la mayoría republicana en el Senado.
El republicano hará su campaña con la pólvora mojada
Son las formas garantistas que, conforme la Constitución de los Estados Unidos, el justiciable tiene en su favor. No es ese el punto. El punto es que Trump está en campaña para un segundo mandato y la pugna depende del efectismo mediático, que hasta ahora el republicano ha manejado con habilidad, exacerbando los instintos de la supremacía blanca.
No es lo mismo, sin embargo, dirigirse reactivamente, al través de las redes sociales, a un público determinado, que ser exhibido ante una audiencia masiva en todo el territorio estadunidense, en cuyo caso el proceso de desgaste queda a cargo de las capacidades de los 13 inquisidores demócratas, que tienen la sartén por el mango para mojarle la pólvora al indiciado, aún si el Senado lo exonera.
Tenemos, pues, una agenda sobre la que, particularmente México, debe tener las antenas puestas. Es eventualmente posible, que la fatalidad geográfica se matice y, dentro de once meses, el paisaje pueda cambiar de colores. El palenque de El Capitolio ha abierto sus puertas. Hagan sus apuestas.