VOCES DEL DIRECTOR:
Mouris Salloum George
BREGA de eternidad, es mandato, misión y meta de quienes tenemos como credo el humanismo social y militamos en la aspiración democrática, uno de cuyos presupuestos básicos, es la Libertad de Expresión.
Forjados en la prueba del ensayo y el error, arribamos hoy, no sin incesantes limitaciones y penurias, a la edición 400 de Voces del Periodista impreso, caudaloso río de tinta por el que circula, refrescante, el pensamiento libre. Obra sostenida durante un cuarto de siglo, podemos decir con el poeta: El ave canta/ aunque la rama cruja.
Cruje el árbol, herido por el picoteo pájaro carpintero, pero sabemos que los robles mueren de pie. ¿Pájaro? No. Halcón, con cuerno de chivo -ya con potencia de mortífero misil- y granadas de fragmentación, activados un día sí, y otro también.
No nos hemos doblegado a la ley plata o plomo del crimen organizado. No sucumbimos al sistema de premios y castigos, que ha caracterizado la política de comunicación social del poder establecido, sin distinción de sigla o de temperamento de sus titulares.
Desde las ediciones seminales, que nuestros detractores desearon ver consumidas en su lactancia, consignamos, con acento de denuncia, las agresiones a los practicantes del oficio periodístico, elevadas ya a rango de crímenes, perpetrados ahora sistemática e impunemente, por poderes fácticos y, más grave aún, por agentes del Estado.
Nuestro primer e irrenunciable compromiso, con la sociedad
No le apostamos al martirologio. Con meditado realismo, conociendo los riesgos objetivos, actuamos en conciencia, poniendo por delante nuestro compromiso con la sociedad, que, para su toma de decisiones, exige a los medios el pleno ejercicio del Derecho a la Información, que debe ser garantizado, teóricamente, por el Estado.
En ese sentido, nos queda claro que tutelas de terceros entrañan delegación y subordinación de la voluntad popular-en la que radica la soberanía nacional– a los intereses creados, a sabiendas que esos intereses se crearon, precisamente, para perpetuar el estado de cosas en el que, muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Esa subcultura, atentatoria contra el régimen democrático, anclado en el mero ejercicio del voto para endosar compulsivamente la representación de los de abajo, fue placenta de formaciones oligárquicas, tanto públicas como privadas, que evolucionaron a estructuras plutocráticas, hoy amancebadas bajo un solo paraguas: El del grupo dominante, sociológicamente tipificado, sin concesiones a la escatología, como Kakistocacia, el gobierno de los peores, según definición clásica.
Política neoliberal: Mucho para los pocos, poco para los muchos
La consecuencia de ese proceso político, socialmente disolvente -de deliberada concepción e instrumentación neoliberal-, desembocó en un Estado fallido. Su brutal resultado, ha sido la exacerbación y profundización de las estructuras de la desigualdad socioeconómica, producto del enriquecimiento sistemático de los pocos y el permanente empobrecimiento de los muchos.
Contra esa perversa tendencia se ha pronunciado el Club de Periodistas de México y ha sido causa irrenunciable de Voces del Periodista en sus tres modalidades técnicas.
Justicia a las familias de muertos, desaparecidos o desplazados
Tres asignaturas tiene pendientes el sistema: 1) Equilibrar las relaciones institucionales Estado-Medios de Comunicación, 2) Frenar el exterminio de los practicantes del oficio periodístico, y 3) Hacer justicia a las familias de los colegas muertos, desaparecidos, amenazados o en exilio obligado.
En democracia, ningún segmento de la sociedad mexicana puede ni debe ser objeto trato discriminatorio ni sujeto a descalificaciones arbitrarias y humillantes, según el humor de los depositarios en turno del poder público.
La incitación entraña tentación al crimen que, por añadidura, en México se multiplica al amparo de la impunidad. Desde la edición primera, la 400 y las que seguirán, continuaremos tercos en defender el Derecho a la Información y su fase culminante: La Libertad de Expresión. De eso no quede la menor duda. Es nuestra brega de eternidad hasta el último aliento.