Estamos en la antesala de la guerra cibernética, no del futuro sino del presente: SGB.
Salvador González Briceño
Ataque dron, botón de muestra de nuevas formas de la guerra. Esa arma asesina puesta a prueba contra población civil en varios países, y sin castigo para fabricantes, empresarios, pilotos, para nadie.
Drones. Sin militares, con pilotos anónimos, como el ataque cibernético a instalaciones eléctricas o el robo descarado de información confidencial de sociedades enteras, donde los responsables se ocultan tras la “red oscura”. Actos cobardes, donde se tira la piedra y se esconde la mano.
PERO HABIENDO INTERESES,solo habría que seguir las pistas al dinero. Desde los afectados, los involucrados directos hasta los indirectos, en este caso aquellos países que asisten con la finalidad de apoderarse de lo ajeno, como sucede con los recursos energéticos.
El ataque con drones, nuevas formas de la guerra, hoy contra instalaciones petroleras clave
EN ESTE CASO,ciertamente se trata de un golpe de alto impacto, el perpetrado por 10 aviones no tripulados de procedencia declaradamente yemení.
Un acontecimiento que ocurre en el marco de una guerra declarada entre Yemen y Arabia Saudita, que dura ya más de cuatro años (de 25 de marzo de 2015 a la fecha) y registra un saldo de 140 mil civiles entre muertos y heridos (el dato es del ministerio yemení de Salud), con una crisis humanitaria sin igual por un bloqueo infame que ha impedido la entrada de alimentos y medicinas.
Un conflicto sin visos de solución todavía, en tanto la población es quien pone siempre las víctimas —niños y ancianos, sea una guerra interna o con otros países—, el ataque con drones perpetrado el sábado 14 de septiembre a las instalaciones de petróleo saudí no es un atentado y ya. Es una muestra de guerra moderna, por el uso del tipo de armas.
ADEMÁS, una operación quirúrgica por la precisión, al mismo tiempo ejecutada con toda la intención de escalar el conflicto más allá de una guerra entre dos. ¿Con qué fines? Por lo menos desestabilizadores, claramente del mercado energético y también geopolítico de la zona donde otros países se verían implicados.
Parece más escaramuza que verdad; la amenaza contra Irán, aliado chií de los hutíes yemenís
Los intereses, los implicados
De por sí la región es de alta volatilidad, merced a las potenciales reservas energéticas de origen fósil del mundo. De ahí el riesgo que el conflicto escale regionalmente. Los mismos intereses lo delatan. Salvo los buenos oficios de los implicados —si es que hay voluntad política—, así como el manejo de los contrapesos que tienen injerencia, sea para la paz o la guerra.
Lo cierto es que ahí conviven intereses varios: de Irán, saudíes, de Yemen, Israel y de los propios estadounidenses. Ni olvidar a Rusia y China. No conviene olvidarlos, porque ambos países —como los propios estadounidenses—, tienen presencia e intereses a proteger; aparte la incidencia geopolítica porque hay “amigos” y aliados. Con todo, los principales clientes de Arabia Saudí son: EUA, China, Japón y Corea del Sur.
Entretanto, es claro que el ataque se realizó primeramente con el fin de asestar un duro golpe al abastecedor saudí, por tratarse de un importante exportador mundial; segundo, para generar inestabilidad en el mercado petróleo e involucrar por lo menos a los terceros afectados por el desabasto. Un golpe certero.
Se trata de una producción diaria de 10 millones de barriles con ingresos de casi US$356.000 millones, porque Aramco es la compañía petrolera más rentable del mundo. Fueron sus instalaciones afectadas como la principal refinería Abqaiq, y el segundo yacimiento más grande de Arabia Saudita, el de Khurais. Un ataque al corazón de la petrolera y un país altamente exportador.
De inmediato, Abdulaziz bin Salman, el ministro saudí de energía, salió a declarar que la producción nacional de petróleo se redujo a 5.7 millones de barriles diarios, aproximadamente la mitad del total. Ya el lunes 16, en los mercados bursátiles la caída se reflejó en aumentos al crudo de entre el 15 y 20 por ciento, donde como saldo el crudo Brent de referencia en Europa llegó alcanzar un pico de $71.95 dólares. Y hay quien pronostica podría llegar a los 100 dólares el precio del crudo; el FMI supone entre 80 y 85 dólares.
Al respecto, el banco suizo de servicios financieros, UBS AG aclara: “El riesgo político volverá a fijar los precios del petróleo, por lo que vemos la posibilidad de que el barril de Brent suba hasta 80 dólares… pero queremos analizar los detalles antes de determinar si esto es realista”.
Se trata del retiro de más del 5 por ciento de la oferta global del crudo, pues Arabia Saudí representa el 10 por ciento del abastecimiento total. Todo menos despreciable, por tratarse de “un volumen que excede el crecimiento acumulativo de las naciones fuera de OPEP entre 2014 y 2018”, según UBS AG, lo cual es preocupante. Lo que genera, como se ve, incertidumbre en el mercado energético global.
Como antecedente, hay que recordar que el ataque yemení según cálculo de la propia Agencia Internacional de Energía (AIE), ha causado la mayor suspensión en la producción de petróleo que durante conflictos anteriores.
Por cierto, una doble circunstancia se suma a este coctel de incertidumbre energética: 1) el ataque del sábado 14 fue apenas uno —no falta quien supone más, por no tratarse de una eventualidad—, y; 2) la propia Aramco ha anunciado que necesitará “semanas” para recuperar el suministro. Pese a que algunos —como los analistas del danés Danske Bank—, sugieren que la empresa “puede reanudar una parte significativa del volumen de producción perdido en cuestión de días, pero (admiten) puede necesitar semanas para volver a su capacidad total”.
Lo cual, aparte, obliga también a posponer la próxima y esperada salida de la empresa saudí a las bolsas de valores del mundo, una colocación de acciones pospuesta por varios años (desde 2016 a la fecha), por la carencia de cuentas claras en libros y los registros formales en su organigrama obligatorios, según Forbes.
La frágil economía mundial
DE IGUAL MANERA, la circunstancia obliga a Trump a declarar la autorización del uso de las reservas nacionales de petróleo de su país, como lo hiciera en su momento Barack Obama durante la guerra civil en Libia (2009-2011), cuando autorizó la salida de 30 millones de barriles, un conflicto liderado por ellos como estadounidenses pero provocado por la OTAN.
Tal vez el mercado petrolero en general no se preocupe tanto, por varias razones que están en la palestra de la economía mundial, ciertamente:
1) LA DEMANDAno es elevada debido a la desaceleración económica mundial;
2) RECIENTEMENTEla OPEP se quejó de un creciente excedente en el suministro de petróleo;
3) LOS INVENTARIOSde la OCDE oscilan por los 3 mil millones de barriles petróleo y otros líquidos, equivalente a reservas por 60 días sin importar una gota;
4) EL MERCADOpetrolero está acostumbrado a interrupciones, solo que —tiene que reconocerse— nada comparado con la pérdida saudí de Aramco.
Hablando de Trump, por cierto, ¿por qué culpar a Irán? Porque los hutíes, que han asumido el ataque, son aliados de Teherán y en este conflicto han contado con su apoyo para la guerra civil. Con todo Irán se deslinda de los ataques, pero los hutíes se autoproclaman autores.
Y los EUA no aclaran, o causan mutis, que la propia Arabia Saudí apoya al todavía presidente Abd Rabbud Mansur al-Hadi, el líder de los opositores sunitas. A lo que la “Guardia Revolucionaria de Irán” responde estar listos “para una guerra en toda regla… y que las bases de EEUU están dentro del rango de sus misiles”.
De ampliarse la guerra, las secuelas serían entonces sí de lamentar porque el precio del petróleo se dispararía. Por un lado, Irán de mayoría chií en alianza con los hutíes también chiíes de Yemen, contra la mayoría sunita de Arabia Saudita, las principales ramas del islam enfrentadas como están en varios países de Oriente Medio.
La de Irán, por cierto, una declaración de fuerza para la cual difícilmente los estadounidenses estarían prestos a enfrentar, siquiera por el aliado regional que en estos momentos calla, Israel, quien tampoco quiere una guerra contra Irán como sí desearía la emprendieran otros por él, como sus aliados estadounidenses o los propios saudíes.
Lo mejor es que, al parecer, ninguno de los dos “amigos y aliados” de Israel están dispuestos a meterse en un conflicto de gran envergadura contra Irán. Lo contrario sería la peor aventura de un Trump en estos tiempos para él de reelección presidencial.
Además, no se olvide que Trump presume no requerir siquiera del petróleo de Arabia Saudita. Al contrario, ya ofreció abastecer a los países europeos. A los EUA les interesa más hacerse del control e incluso cerrar el Estrecho de Ormuz, por motivos geopolíticos, porque ahí circula el 30 por ciento de todas las exportaciones del mundo, incluidos los buques de petróleo iraní. Eso más que entrar a una guerra innecesaria, incluso en favor de Israel.
Aparte la presencia china cuenta, país que requiere del petróleo iraní y es contrario a los bloqueos estadounidenses. El tema tiene aspecto de shock, pero no tiene visos de escalar rumbo a lo incontrolable. No parece haber condiciones para convertirse en guerra regional, ni encabezada por Arabía Saudita menos por Yemen. ¿Contra Irán? Trump la pensaría dos veces.
Ni tratándose del petróleo, salvo los ataques a instalaciones petroleras de Aramco arreciaran a grado incontrolable. Finalmente, no queda claro cómo es que un país armado hasta los dientes, y cliente principal del armamento de EUA en la región como Arabia Saudita, no detectara ningún dron enfilado hacia sus instalaciones previo ataque. Esa cuestión sí urge responderse. Antes de apostar al escalamiento del problema.