VOCES DEL DIRECTOR
Por MOURIS SALLOUM GEORGE
SI EN LA PERSPECTIVA de su anunciada visita a Jerusalén, Barack Obama declara que ve difícil destrabar la empantanada negociación de paz entre Israel y Palestina, ¿a qué viaja entonces el Presidente norteamericano?
LA RESPUESTA PARECE bastante obvia: Israel tiene emplazado a su Ejército en la frontera con Líbano, con la mira puesta en Siria. Hace poco más de un mes, los israelíes atacaron los suburbios de Damasco y siguen con el dedo en el gatillo.
Obama prepara su viaje cuando, en Washington, el Comité de Asuntos Políticos entre Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) organiza la movilización de unos 13 mil lobbystas para disuadir a El Capitolio de su intención de recortar tres mil millones de dólares a la ayuda estadunidense al gobierno israelí. No caben eufemismos: eso se llama chantaje.
La maquinaria infernal de Occidente está siendo engrasada para asestar la solución final hitleriana contra el pueblo sirio, dando el golpe definitivo al régimen de Bassar al Assad.
Recientemente, el alemán Der Spiegel publicó que instructores de los Estados Unidos adiestran a milicianos “rebeldes sirios” en territorio jordano, en tanto que Arabia Saudi tiene dispuesto armamento antitanque y antiaéreo para dotar a los mercenarios una vez que éstos hayan terminado su instrucción y estén aptos para el ataque contra Siria.
En la “división del trabajo”, el presidente francés Francois Hollande se tumbó lo que le quedaba de antifaz y anunció, al alimón con el premier inglés David Cameron, el fin del embargo de armas para proveer a los comandos mercenarios del equipamiento necesario para derrocar a al Assad. “Hemos decidido llegar al extremo”, declaró el impúdico mandatario francés.
De su lado, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rumpuy conminó a los 27 a organizar la ultima ratio contra el régimen sirio, que durante los dos años recientes ha resistido patrióticamente el incesante y sanguinario acoso que ya ha costado la vida, según la cómplice y complaciente ONU, a 70 mil personas, la mayor parte civiles.
Los halcones europeos esgrimen como coartada a su ofensiva que la oposición armada ha sido mermada gracias a que las Fuerzas Armadas leales al gobierno de Bassar al Assad han contado con la provisión de pertrechos rusos, en cuyo caso no se explica cómo el Departamento de Estado (USA), fiel a la doble moral de la Casa Blanca, transa con Moscú el reparto del Medio Oriente.
La operación antisiria se inscribe en el típico esquema imperial de economía de guerra permanente en la que los Estados Unidos han fincado su prosperidad a costa de la sangre de los pueblos agredidos.
En esa perversa lógica, el gobierno de Obama -sólo en 2012- asignó al Departamento de Defensa un presupuesto de 1.3 billones de dólares (9 por ciento del PIB), bajo el supuesto de que el gasto bélico redituará en la reversión de la crisis económica interna, que se ha profundizado a partir de 2008 y tiene en la cuerda floja el segundo mandato de Obama.
Los del patio trasero del imperio no pueden permanecer imperturbables frente a una amenaza palmaria derivada del trance obamiano, so riesgo de sucumbir ante el delirio homicida: Washington, con instinto de buitre, se está sirviendo de la muerte del venezolano Hugo Chávez, para sonsacar a una oposición carroñera que espera alzarse con el Palacio de Miraflores el 14 de abril.
Dos cínicos objetivos animan el injerencismo estadunidense en la región: La primera reserva mundial del petróleo de que dispone Venezuela, y la fractura de la creciente integración latinoamericana que ha alentado la revolución bolivariana.
Para no ser arrastrado entre las patas de los caballos del Apocalipsis, vale hacer memoria del drama brechtiano: Se llevaron a los comunistas, a los obreros, a los sindicalistas y a los curas. A mí no me importó, porque yo no era ni esto ni aquello. Ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde.