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Descubren restos de un juego de pelota y vértebras en el Centro Histórico

Los restos de la principal cancha del Juego de Pelota de Tenochtitlán y de individuos sacrificados fueron descubiertos por arqueólogos en la calle Guatemala, en pleno corazón del Centro Histórico.
Los especialistas del Programa de Arqueología Urbana (PAU), adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), encabezados por Raúl Barrera, detectaron los restos del costado norte de la antigua cancha de pelota mexica. A la par, descubrieron una ofrenda con características únicas, conformada por vértebras cervicales humanas.
Del juego de pelota, los especialistas registraron una sección de nueve metros de ancho por 6.45 metros de largo que corresponde al costado norte de la cancha, pero desconocen la dimensión total.
La estructura data de un período comprendido entre los años 1481 y 1521 y fue encontrada en la calle Guatemala en un predio donde en 2010 se había descubierto un templo dedicado al dios mexica del viento, Ehécatl-Quetzalcóatl.
Cabe destacar que este juego tenía un sentido ritual en las culturas prehispánicas y, según fuentes históricas como los códices, una vinculación con las decapitaciones y la fertilidad.
En el sitio había también dos escalinatas superpuestas con cuatro escalones y banquetas que comunicaban con el templo.
Sobre la ofrenda “única”, los expertos explicaron que consta de vértebras de 31 personas y “es factible que algunos individuos hayan sido sacrificados como pago a los dioses, convirtiéndose en un alimento para la continuidad de la vida”, explicó la arqueóloga María García Velasco.
La ofrenda estaba debajo de la escalinata norte del Juego de Pelota, a una profundidad de 1.60 metros sobre un espacio pequeño, de 45 centímetros de diámetro.
Según los arqueólogos, la ofrenda es “única por sus características” respecto de otras halladas también en la zona del recinto sagrado de la antigua capital mexica.
Esta ofrenda, “la conformaban varios grupos de cervicales humanas (entre dos y seis vértebras en cada conjunto) que aún guardaban su posición anatómica y presentan buen estado de conservación”, señaló.
La maestra en Antropología Física, María García Velasco y los arqueólogos Fernando Orduña Gómez y Lorena Vázquez Vallín, del PAU, expusieron que este depósito sui generis -del que también se recuperaron navajillas y puntas de maguey, entre otros materiales que aluden al sacrificio- se halló a una profundidad de 1.60 metros, en un reducido espacio de aproximadamente 45 centímetros de diámetro.
Tras realizar un estudio antropofísico se determinó que correspondía a una treintena de individuos, cuyas edades oscilaban desde los 0-6 años hasta los juveniles, que eran más numerosos.
Al parecer, los huesos del cuello se depositaron con los tejidos blandos, ya que conservaban su disposición anatómica. Debido a esto se tomaron muestras de sedimento para futuros análisis en busca de restos proteicos que pudieran indicar la presencia de sangre en el depósito, dijo García Velasco.

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