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Si no venden, no comen: artesanas en la CDMX durante la pandemia

Por Clara Viviana Meza

CIUDAD DE MÉXICO (Notimex) 30 de mayo de 2020.- Vender diario entre 250 y 500 y en días buenos, era “una bendición” para las mujeres indígenas que ofertaban sus artesanías en el Centro Histórico de la Ciudad de México; sin embargo, esos ingresos colapsaron, al implementarse la Jornada Nacional de Santa Distancia y la cuarentena, derivado de la pandemia de COVID-19.

Desde hace 40 años, la señora Rosa Martínez Ramírez salió de Copala, Oaxaca, para mejorar su vida. En la comunidad triqui, donde ella nació, las oportunidades son nulas: “ni los turistas llegan”, por lo que no hay quien compré las pulseras, blusas, rebozos, diademas, bolsitas y gorros tejidos.

“Allá no se vende, y aquí en la ciudad se vende algo. El año pasado sí vendía, pero ahora en diciembre ya no hubo nada, estuvo muy baja la venta y enero, febrero ya no hubo nada de venta, definitivamente. Iba yo todos los días y nada”, dijo en entrevista con Notimex.

Rosa Martínez vive con su hija y cuatro nietas en un edificio de la colonia Doctores. Sin nada que vender, hay días que no tienen para comer, por lo que las ayudas del Gobierno y las donaciones en despensas que recibe amortiguan su hambre, más no el de las más pequeñas que “diario piden pan y leche y no hay para darles”.

“Ya llevo dos meses encerrada, desde antes de abril por el coronavirus. Ya no salimos porque dijeron que no se puede porque se puede uno contagiar. Las que más nos preocupan son las niñas chiquitas porque ellas no dimensionan lo que pasa. No saben si uno tiene (dinero) o no. Ha habido días que definitivamente se les tiene que negar porque no hay ni para comer”, expresó.

Y con seis bocas que alimentar, lo poco que llegan a comprar les alcanza justamente para una ración.

“Lo que cocinamos lo tenemos que racionar bien. Sólo alcanza para un día y no podemos repetir porque no hay manera. Ha habido días que nos quedamos con hambre porque no hay para comprar más. Sopa, arroz, pasta, lentejas es lo que preparamos con lo que nos dan”, agregó.

Ensimismada, doña Rosa teje sus pulseras y diademas. “Que ya se acabe esto rápido para volver a la normalidad para que uno ya pueda salir a la calle”, murmura cual si fuera un rezo.

Y mientras continúa su bordado asegura que permanecerá el mayor tiempo en casa para evitar contagiarse de COVID-19, pues “lo que sé es que es como gripa muy fuerte y sí tengo miedo de contagiarme porque no hay dinero para atenderse, va uno al doctor pero es muy cara la medicina. Da miedo y por eso ya no salgo”.

VP/Metropolitana/EZ

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