Por Roxana Romero
CIUDAD DE MÉXICO (Notimex) 01 de enero de 2020.- Caminar por las calles de la Ciudad de México el 01 de enero es como si transitar por un pueblo pequeño en otro estado del país. La tranquilidad y el poco tráfico contrastan con la rapidez y el caos de otros días en la ciudad con millones de habitantes, en los que es imposible subir al Metro o Metrobús en un primer intento si es hora pico.
Es tiempo de vacaciones para muchos, pero otros deben trabajar, aunque sea día de descanso obligatorio. Melchor Ávila camina por la estación del Metro Chabacano de la Línea 9. A paso lento levanta la basura que las pocas personas que han caminado por el sitio han dejado y la mete en una bolsa. Trabaja desde hace un año y medio para el Sistema de Transporte Colectivo y ya sabe que para ellos no hay descanso.
El hombre de cabello cano se detiene unos minutos para platicar que, aunque tiene 76 años, ha llegado a trabajar “en vivo”. Se dice fuerte todavía; la noche del 31 de diciembre bebió algo de sidra, dio el abrazo de Año Nuevo y siguió festejando con su familia, a las 07:30 de la mañana ya estaba en su lugar de trabajo.
“Nada más tenemos un día a la semana (de descanso), aquí no hay descansos, el único descanso que tenemos es el que corresponde a los seis días trabajados por uno de descanso. Tampoco lo pagan como festivo”, dice.
Melchor trabaja en el Metro porque prefiere mantenerse activo, pero debe respetar los días obligatorios para trabajar.
La vendedora ambulante Gloria García, por el contrario, pudo quedarse en su casa en el Estado de México, pero desde hace más de 40 años ha decidido trabajar el 01 de enero para obtener un poco más de ganancias.
Sentada en una jardinera cercana al Antiguo Palacio de Gobierno de la Ciudad atiende a una clienta. Gloria saca la tostada de maíz negro que preparó un día antes, le embarra algo de frijoles, pone nopales y queso y la entrega.
Mientras termina el proceso que ha repetido una y otra vez, cuenta que este año los trabajadores del Gobierno les dieron permiso de vender durante unos días. Ella aprovecha para vender tranquila.
Dice que la afluencia de personas en el Centro Histórico es bajo, aunque espera que incremente con el paso de las horas, que más personas lleguen a pasear y recorrer las calles como lo ha hecho María Nieves junto con su esposo, su hijo y uno de sus nietos.
María pasó Año Nuevo con su familia y este 1 de enero ha decidido ir por primera vez a la pista de acrílico en el Zócalo capitalino. A las 2:00 de la tarde está recargada frente al barandal que rodea la pista que este año es de material acrílico y es más ecológica. Observa cómo su esposo y su nieto caen en el intento por patinar.
“Ha estado tranquilo. Ahorita nada más vamos a ir a la Lagunilla a tomarnos la foto con los Reyes Magos y nos regresamos a la casa. Es la primera vez que vengo a la pista, pero está bien”, expone.
Aunque el Centro de la Ciudad luce más concurrido que otras colonias o alcaldías, la mayoría de los negocios están cerrados. Solo se observa uno que otro restaurante o tienda departamental abiertas. La gente recorre las calles con tranquilidad, como si estuvieran en una ciudad pequeña.
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