Voces del Periodista Diario

Adolfo Gilly, revolucionario y teórico marxista

El día de ayer, 5 de julio, nos sacudió la noticia del fallecimiento del camarada Adolfo Atilio Malvagni Gilly, teórico marxista perteneciente a la Cuarta Internacional desde que era un jovencito entrando a la tercera década de la vida. Su muerte despierta pasiones de vida nuevamente, como sucede con los revolucionarios en verdad comprometidos con las luchas del pueblo, tanto en el plano teórico, como en el intensamente práctico. Con un pensamiento demasiado libre para someterse a los esquemas disciplinarios de la militancia partidista, pero con la perseverancia necesaria para dar continuidad a su compromiso con las luchas populares, Adolfo siempre fue una figura polémica, con la particularidad de que las batallas teórico-políticas que libró en otros momentos históricos clave, vuelven a surgir en las nuevas circunstancias que conforman el gran drama de la Humanidad.

Nicolás Guillén, escribió en su obituario poético escrito a la muerte de otro revolucionario, nacido también en Argentina, Ernesto “Che” Guevara: “Has muerto, en el ardiente amanecer del mundo…” Lo mismo podemos repetir ahora, cuando el atribulado género humano enfrenta la peor crisis estructural de su historia, sólo en parte comparable con el drama humano vivido en la década de los años 30, con el ascenso de Hitler al poder y la entronización del genocida Stalin en la URSS. Cuántas guerras, dolor, destrucción y apuñalamiento de ideales, esperaban a la Humanidad en las siguientes décadas, todos cometidos en nombre de la democracia liberal, pero también del socialismo universal emancipador.

La muerte de Guevara, tuvo un signo opuesto, que hizo renacer la esperanza por todo el orbe. Anunció, de manera muy certera, el florecimiento de un nuevo período, que Ernest Mandel caracterizó como “Nuevo ascenso mundial de la Revolucion Socialista”. El movimiento surgido en la Francia del 68, generalizado por los cinco continentes; la huelga general italiana del 69; las batallas libradas en los campos y ciudades de América Latina, la guerra triunfante de los ejércitos campesinos en Viet Nam, y un largo etcétera. A este periodo luminoso, marcado por el renacer de los ideales y valores del socialismo, que se desarrolló tanto en el frente de los países capitalistas avanzados con el protagonismo del proletariado y sus instrumentos clásicos de lucha –partidos, sindicatos, organizaciones gremiales y populares-, como en el frente de los países pobres del Sur, con un amplio proletariado indígena y campesino. Pero también, y en eso residió su carácter antisistémico, en el frente de los estados autodenominados “socialistas”, que no eran más que salvajes dictaduras que oprimían y masacraban a sus pueblos. Stalin en la URSS y Pol Pot en Camboya, son algunos de sus ejemplos más conspicuos.

Hoy, al momento de su muerte, Adolfo Gilly abandona un mundo sumido en el caos y la destrucción, no sólo de la población viviente, sino de la vida natural en su sentido más

amplio. ¿Qué hicimos o dejamos de hacer las generaciones que acompañamos a Gilly y tantas y tantos miles de luchadores por un mundo mejor, más justo e igualitario? En el proceso mexicano de transformación, que ahora es aclamado por las grandes masas como el triunfo de la democracia, la libertad soberana y la mejoría constante de sus condiciones de vida, no podemos soslayar el hecho de que el conjunto del país vive bajo el flagelo de la pobreza, la violencia y la inseguridad creadas por el crimen organizado. El ímpetu de las políticas redistributivas se estrella contra la corrupción institucional y las buenas intenciones de un régimen que no deja de enviar abrazos a criminales que le responden con balazos y terrorismo. El panorama de la crisis actual en México, reproduce los debates entre la izquierda de fines de los años 80, que generó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, en los cuales una figura central fue el camarada Adolfo, quien defendió con todo su poderoso razonamiento, la adhesión total de la entonces izquierda revolucionaria, al programa y la candidatura de un representante del régimen priísta, en proceso de ruptura con su partido populista burgués. No fue el único, por supuesto, y las posiciones al interior del PRT se decantaban bajo el impacto de la claudicación incondicional de la izquierda mexicana.

No es momento de reproducir aquellas viejas discusiones, que hoy vuelven a renacer en nuevos contextos y otros significados. Pero uno de los productos finales del esfuerzo transformador de la insurgencia cardenista, que hoy es la versión esperpéntica del PRD, no es ni la sombra de lo que fue en sus inicios. No obstante, desde sus momentos de auge, ya acusaba los signos de la descomposición gangsteril a causa de la penetración del crimen organizado en sus filas. Recuerdo una comida -con Adolfo Gilly, John Saxe y quien esto escribe- cuando en medio de risas, Adolfo me decía que era el PRD quien había penetrado a las bandas de criminales, y no al revés, como afirmaba yo en mi libro “A dónde va el PRD”. Los resultados están hoy a la vista, en una abominable realidad que nadie quisimos ver y hubiéramos negado tan sólo como posibilidad: la alianza programática de PRI-PAN-PRD. En su postrer agonía, los gusanos de la descomposición ya inundan el cuerpo corrompido del régimen priísta y sus lacayos. Falta por escribir la historia del otro hijo del perredismo: Morena.

Ay Adolfo, no te vayas, por lo menos no ahora. Tenemos que dar muchas otras batallas por la verdad y por el cambio salvador, en este momento de crisis histórica del capitalismo, ahora que parecemos huérfanos sin referente político alternativo, como sin un rico legado socialista que defender, arrimado en una casa burguesa que no es la nuestra. Nos hacen falta tus análisis políticos incisivos de calidad literaria incomparable, tu presencia de ánimo, tu persistente militancia, siempre al lado de los pobres, los explotados, los de hasta abajo.

Raúl Villegas
6 de julio de 2023

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