Por Abraham García Ibarra
No se trata ya de asustadizas actitudes inducidas en las colonias y barrios metropolitanos por algunos malosos oficiosos. La palabra ¡Miedo! está siendo utilizada por uno de los candidatos presidenciales rezagados en las encuestas sobre la intención del voto para el 1 de julio próximo.
Huelga decir que esa reacción -más que timorata, maliciosa- está dirigida contra el candidato puntero después de un mes de campañas.
Dada la identidad y caracterización de un potencial futuro Presidente, la pregunta es, ¿por qué no se tiene miedo al eventual arribo a Los Pinos de otro de los candidatos de uno de los frentes encabezados por el Partido Acción Nacional?
Dos datos sirven como referencias a la validez de esa pregunta: 1) En 1988, el PAN pactó con Carlos Salinas de Gortari la Alianza estratégica para brindarle al usurpador legitimidad de gestión. Esa alianza, en el ámbito legislativo, se expresó en votos en favor de las reformas estructurales.
2) Entre 2000 y 2012 ejercieron el poder presidencial dos abanderados del PAN. Ese periodo fue marcado por el criminal saqueo de la renta petrolera, sólo para apuntar el signo más perverso de esa gestión. Ese periodo es conocido aún como el de La docena trágica.
Las bancadas parlamentarias del PAN en el Congreso de la Unión en el actual sexenio, se suscribieron en el fáctico Pacto por México a remolque del PRI. Ahora el candidato presidencial panista, que votó por las reformas transformadoras, aparece en segundo lugar en las encuestas.
A mayor abundamiento, la Procuraduría General de la República no quita el dedo de los renglones del expediente en que se imputa a Ricardo Anaya Cortés presuntas conductas constitutivas de delito.
No obstante, como ocurrió en la campaña de 2006, las representaciones de las cúpulas de hombres de negocios pretenden asustar con los peligros de cambios del modelo económico.
Apuesta especulativa contra la moneda mexicana
Desde que, entre 2015 y 2016, creó estado el fracaso de la Reforma Energética y los vaivenes de los precios internacionales del petróleo impactaron sensiblemente la economía mexicana y las finanzas públicas, el tipo de cambio del peso respecto del dólar entró en un terreno de volatilidad.
El mismo Banco de México se ha visto obligado a echar mano de la reserva de divisas extranjeras para apalancar la moneda mexicana, sin frenar por ello la especulación con el billete verde.
Dos factores inciden en ese fenómeno: la Reserva Federal, que opera como banca central de los Estados Unidos, ha venido aumentando sistemáticamente las tasas de interés de referencia; tendencia que ha seguido el Banco de México.
Aleatoriamente, las políticas económicas de Donald Trump, particularmente en el caso de revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) e imposición de nuevos aranceles al intercambio comercial, han inyectado una sobredosis de incertidumbre, tanto en la economía estadunidense como en la mexicana.
Tope en esos antecedentes, hace unas horas secciones especializadas en Economía y Finanzas de medios mexicanos, dan como un ingrediente “nuevo” el riesgo político que, argumentan los análisis, golpea el mercado de cambios.
Uno de esos análisis apunta expresamente cierto grado de apuesta especulativa contra la moneda mexicana. Lo dicen los propios banqueros.
El inicio de la debacle: Fin del espejismo petrolero
En vista de que el tenso arco de la crisis económica se abre en México entre las décadas de 1970-1980, nos remitiremos a ese periodo.
En la perspectiva de la sucesión presidencial de 1982, un prominente empresario de Monterrey, después de una reunión con José López Portillo, declaró a la prensa: Si nos toca otro como éste, ya la hicimos.
Era ese personaje portavoz de unos enclaves determinantes de la economía productiva mexicana. Estaba en campaña presidencial el candidato priista Miguel de la Madrid. Su contendiente era un militante del PAN, casualmente regiomontano, Pablo Emilio Madero.
Para entonces, se había desvanecido el espejismo de la abundancia petrolera. La crisis de fin de sexenio llegaba para quedarse.
Desde finales de 1981 y en las primeras semanas de 1982 fue visible la especulación con el dólar. López Portillo fue objeto de burlas cuando se comprometió a defender el peso como un perro.
Empezó a hablarse en aquellos días de los sacadólares. En efecto, el Banco de México denunciaba la fuga de capitales y veía vaciarse las bóvedas que resguardaban las divisas extranjeras.
Un ilustre ex jefe nacional y ex candidato presidencial del PAN, Efraín González Morfín había escrito un texto del que extraemos las siguientes líneas: El poder político deber servir para reprimir con energía y sin miramiento alguno todos los poderes ilegítimos que -por la posesión de la riqueza o cualquier otro medio de presión y la consiguiente capacidad de actuar indebidamente sobre el pueblo e incluso el gobierno- promueven intereses injustos y mantienen opresiones múltiples. Lo dijo un líder panista.
Que se recuerde, en la campaña de 1982 De la Madrid no fue visto como un peligro para México. Sin embargo…
Los “buenos mexicanos” y los sacadólares
Sin embargo, ya pasada la jornada electoral y con De la Madrid como presidente electo, en los círculos patronales privados circuló un texto firmado por el empresario Ernesto S. Maurer, quien se acreditaba también como educador:
“Quiero hablar de ese sacadólares: ¿Por qué la alharaca contra los ‘sacadares’? ¿Por qué los estridentes ataques contra los que pusieron a salvo sus ahorros líquidos ante el vendaval del despilfarro y el déficit monstruoso del gobierno? Es que hemos caído en la irracionalidad.
“¿Por qué sacó sus ahorros líquidos del país el ‘sacadólares? Porqué aquí peligraban. Ese ciudadano, padre de familia profundamente preocupado por la tranquilidad económica de sus seres queridos, busca y encuentra que en otra moneda, legítimamente accesible, los intereses son superiores a la inflación, dejándole una utilidad real, cuando en moneda nacional perdería inexorablemente hasta sus ahorros”.
Eran los días en que a esos especímenes les gustaba ser llamado Buenos mexicanos.
Hace casi cuatro décadas de aquella declaración de principios. Esta semana, una institución bancaria habla de la apuesta especulativa contra la moneda mexicana. ¿A quién hay que tenerle miedo? En lo que buscamos la respuesta, es cuanto.
VP/Opinión/NG