Voces del Periodista Diario

Covid-19, la pandemia como amenaza existencial

*Tiempo de cambio: Del “viejo orden mundial” al Nuevo Orden Social Global (NOSG)

Por Salvador González Briceño

Sin entrar en honduras —solo apuntar: lo cual exige un amplia y profunda discusión e investigación, o disertación/exposición— sobre el origen del covid-19 y la controversia generada en su origen natural-artificial, siquiera ver a la pandemia como lo que realmente es: un “arma bacteriológica” o nueva herramienta en acción con fines geopolíticos o modalidad de guerra híbrida contra la humanidad (cuyos agitadores de cuello y bata blancos le apuestan a la extinción, ¡oh Apocalipsis!, ¡oh H.G. Wells y su Máquina del tiempo de 1895!), nos quedamos en lo mínimo, por ahora.

En los efectos, o los impactos que está creando la pandemia solo en materia de salud, afectación que se palpa en el caos que envuelve a los sistemas de salud en el mundo —un lastre que heredó el neoliberalismo globalizador, ese causante del abandono de todo sistema de protección social por parte del Estado, no como dádiva sino como compromiso del gobierno como servidor de la sociedad y nunca solo de unos cuantos “particulares-privados”—, porque presuntamente “el mercado” se iba a encargar de “gotear” la riqueza hacia los más pobres, más desde que llegó la rimbombante “globalización” prometiendo beneficio para todos.

Pero eso fue lo primero que quedó al desnudo: siquiera los países “ricos” (donde viven las familias de las más grandes empresas usufructuantes del capitalimperialismo financiero y especulativo), o los más “desarrollados” (esos que primero velan por el “desarrollo tecnológico” para beneficiar a sus grandes “capitales”) del sistema capitalista, le cumplieron JAMÁS a los trabajadores, los auténticos creadores de esa riqueza que ahora (acumulada en pocas manos, pero más en esta última etapa) se han vuelto en contra y atenta vilmente a la humanidad entera con su extinción.

El virus que “llegó para quedarse”

Porque todo el mundo está amenazado, en lugar de disfrutar de un sistema de salud mínimamente aceptable. Nada. Ni hospitales, ni camas, ni médicos, ni enfermeras/enfermeros, y menos medicinas suficientes; porque todo es “privado”. La enfermedad/salud como “negocio”.

Nada hay para encarar una situación extrema, de “normalidad” sanitaria, ni de pandemia, mucho menos guerra bacteriológica. Por ello el saldo es atroz, cuando se ven las cifras del desastre sanitario mundial. Entre la “novedad”, el tipo de virus, agente de un potencial “sobrenatural”, como su naturaleza o formación tan compleja o “ajena” a la “comunidad científica” y a su origen —pero no a su destino porque curiosamente se propagó por el mundo como el aire o con el viento—, los “auténticos conspiradores” amenazan con que el virus llegó para quedarse.

Sí. Asesinando. Matando a personas inocentes. Amenazados todos, y más las personas que tienen algún padecimiento previo, como diabetes, obesidad, enfermedades respiratorias, edad avanzada y un lago etcétera, donde nadie se libra del “peligro” de ser/resultar “contagiado” si no guarda las debidas precauciones.

Y llega el pánico. El miedo que se apodera de la humanidad ante un “enemigo desconocido”, el pavor por lo impredecible, la amenaza de muerte. Y las medidas de “prevención” que apuntan al distanciamiento, la reclusión en las propias casas bajo la amenaza de no tener qué llevarse a la boca; sin trabajo no hay ingresos, sin ingresos no hay consumo. Y sin consumo la economía no se mueve. El circulo vicioso.

El home office, por ejemplo, se convierte en confinamiento de “esperanza” para quienes entraron en tiempo y forma a los sistemas de telecomunicación, por el internet, el smartphone, la tablet y/o la computadora. Los que no, la gran mayoría en todos los países del mundo, se quedan (están) afuera. Mejor dicho, adentro de sus casas sin posibilidad alguna, casi de sobrevivir por el endeudamiento, o viviendo de la caridad de los amigos, los vecinos y sobre todo los familiares.

Monstruo de las mil cabezas

Tremendo futuro, este que le deja el capitalimperialismo al mundo. Y no se diga a la humanidad entera, ni siquiera a los trabajadores que contribuyeron a generar toda la riqueza existente; la real, no la que se “crea” artificialmente con la emisión/impresión de billetes por los bancos centrales de los países “desarrollados”, que solo distorsionan la economía al 1000 por cien con los rescates artificiales, a esos monstruos de las mil cabezas (las empresas al punto de quiebre).

Crecimiento no; acumulación SÍ. Desarrollo no, empobrecimiento SÍ. ¿Y el sistema de salud? Bien gracias. ¿Y el sistema de educación? ¡Uff! ¿Y del sistema de pensiones? Ah, ese se invierte en bolsa, para bienestar de los especuladores de fondos. ¿Y de la mejora en los salarios? Ah, bueno, esos son inflacionarios, por lo que deben estar siempre por debajo del índice, deprimiendo el poder de compra.

¿Y la humanidad? Ah, esa. ¿Esa? No interesa. Solo importan las grandes fortunas. De unos cuantos superricos. Las fortunas creadas con el esfuerzo y sudor de los que “piensan” y dizque “trabajan” para “ganar dinero”. Y lo demás: ¿Que si la bolsa? ¿Que si las drogas? ¿Que si el crimen organizado? ¿Que si el tráfico de armas? ¿Que si el tráfico de órganos? ¿Que si la trata? ¿Que si…? Nada interesa. Solo el “¡Sálvese quien pueda”! Y los que pueden son, presumiblemente, pocos.

¿Será que son realmente pocos? En realidad, los “pocos” deben estar ciertos que los más tienen-tenemos el futuro en sus manos. El poder de los más. Porque entre tooodo lo malo que está dejando la pandemia, entre lo bueno —dura situación para aprender la lección—, está la unidad, la solidaridad, el apoyo al prójimo; el consenso, la fuerza real de la sociedad.

Si. Porque, como quedó mostrado en el sistema de salud mundial, el Estado no están respondiendo a la demanda social en la pandemia; mejor dicho, de guerra bacteriológica.

Por lo tanto, solo le queda a la sociedad lo más valioso que posee, su identidad, solidaridad; sus tradiciones, su cultura en general. ¿Quién puede negar que la medicina tradicional, verbigracia, no está dando resultados? ¿Quién puede negar que las medidas preventivas son lo mejor para no contraer ese dichoso virus, sin necesidad de los gobiernos?

¿Quién puede negar que al apoyo solidario entre los propios integrantes de las familias no es lo que está salvando vidas, como los préstamos, el compartir alimentos, los apoyos en la enfermedad, y un largo etcétera?

Por el Nuevo Orden Social Global (NOSG)

Del Estado. ¿Qué queda? ¿Qué pasó con las promesas de escalar a todos los países en igual con el “primer mundo”? Luego entonces, ¿por qué la saña en contra de la humanidad? Con un bicho tan “natural” que sobrevive en las peores condiciones ambientales (vidrio, metal, plástico, medio ambiente sin importar la temperatura, etc.), ¡SIC!

Tan natural como el veneno de serpiente. Esa es su naturalidad. Pero no de la serpiente, sino de los conspiradores que le apuntan a terminar con la población. A hundir a la humanidad en la penuria, en plena extinción. Aquello del autoritarismo, del fascismo, del militarismo quedó rebasado con la pandemia. La humanidad experimenta una etapa de terror generalizado. De exterminio.

¿Cómo curarse las heridas? ¿Hasta cuándo? Algo cierto, la humanidad, toda, no puede quedarse en la parálisis, esperando a que el destino nos alcance. La tarea es de todos: tomar al destino por el cuello.

El “viejo orden mundial” tiene que ser enterrado en el pasado. El Nuevo Orden Social Global (NOSG) es el futuro, el de todos. Lo que realmente urge para los planes globales. El tiempo es de todos, del NOSG para todos.

7 de diciembre de 2020.

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