Voces del Periodista Diario

En espera del llamado al asalto del Palacio de Verano

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

(Ya ve usted, como empiezan los chismes: No es cierto que anoche una asamblea multitudinaria en el Estadio Azteca, se pronunció por aclamación por solicitar a este escribidor aportar “otros datos” sobre el tema de El viejo topo que concluyó su tarea subterránea… publicado aquí ayer. La nota no está en las confiables redes sociales. No existe. Hacemos nuestra labor voluntariamente.)

Por allá, en la segunda mitad de los años setenta, un jefe nacional del PAN, de gran capacidad exclamatoria, incitó a la feligresía azul a abandonar las catacumbas. Como de cierta afamada caja, salieron a la luz Los bárbaros del norte.

Unos años después, en evento nacional para la revisión de los documentos básicos del partido del humanismo político, un agudo pensador militante, a la vista de una alborotada sesión, acotó: Algunos de nuestros correligionarios confunden el Materialismo histórico con el materialismo histérico.

El segundo orador, Carlos Castillo Peraza, escaló en 1993 a la jefatura nacional panista. El primer declamador, José Ángel Conchello Dávila, llegó al Senado de la República.

Desde la Cámara alta, ese senador, oriundo de Monterrey, se dedicó a la tarea de indagar dónde quedó la Isla Bermeja, ubicada en vieja cartografía en el norte del Golfo de México. Todavía no se encuentra ese montículo, desaparecido como por arte de magia.

De cómo los carreterazos actúan como “justicia inmanente”

El 9 de marzo próximo se cumplen 40 años de que Conchello Dávila asumió el máximo cargo de dirección en el PAN. El 4 de agosto se cumplirán 28 años de que murió en un conveniente accidente carretero en la autopista México-Querétaro.

Los carreterazos eran moda desde años atrás. En octubre de 1989, el ex candidato presidencial del PAN en 1988, Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, pereció por la misma “causa” en la carretera internacional México-Nogales.

Como en el caso del irremplazable empresario agroindustrial sinaloense, la muerte de Conchello Dávila fue tomada a título de fe como un “accidente”. La jefatura nacional del PAN era ocupada entonces por el michoacano Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa.

Para ese período azul, Carlos Castillo Peraza, mentor de Calderón Hinojosa, ya había renunciado a su pertenencia al PAN. De sus consignas, recordamos una trepidante: No se trata de cambiar de amo; se trata de dejar de ser perro.

Aquí se viene a aprender a luchar; pero, sobre todo, a morir

El sino azul, teñido de rojo sangre, en la política mexicana, parecía patentado por Los bárbaros del norte. Lo confirmamos en el sexenio 2006-2012, año este en que cobró su más alta curva en el conteo de víctimas mortales del combate al crimen organizado. Todos los caminos conducen a Roma.

De los “otros datos” que disponemos, por ahí rescatamos uno que nos informa que, en los años treinta, una organización tributaria en el proceso fundacional del PAN, la sinarquista, era exaltada como las milicias del espíritu. A los reclutas se les advertía: Aquí se aprende a luchar, pero, sobre todo, se aprende a morir. Hablamos, pues, de la mística de la sangre.

Una exaltación de la dialéctica bárbara como choque violento

Una salvaje expresión de esa subcultura, está condensada en una publicación impresa: El cabronazo, Guadalajara, Jalisco: Será desde hoy, dice una de sus notas, la exaltación de la dialéctica bárbara. Su objetivo es y será una crítica reafirmada con los puños, porque es la guerra.

El marco: El comunismo antes y después de Rambo: Nuestro nombre, como nuestra revista, “son de temperamento popular”, que dan idea del choque violento, brutal, sonoro y aparatoso

Mensajes desde la anarquía, parecían reservados al foquismo aventurero. Pero más tarde los vimos en la retórica político-electoral.

No se puede garantizar que no habrá violencia en las elecciones

Pues, de plano, tomamos las armas. Pronto habremos de trazar un plan nacional para derrocar al régimen… No se puede garantizar a nadie que no habrá violencia en las elecciones presidenciales (las de 1988); cada día va cobrando mayor fuerza la idea de que el actual régimen debe ser derrocado por la fuerza y es enorme el número de personas dispuestas a tomar las armas para lograrlo.

La cereza en el envenenado pastel: Los contras en México somos nosotros, en reclamo a Washington de reconocimiento como fuerza beligerante, del mismo estatuto que otorgó a la Contra nicaragüense a principios de los años ochenta.

La selección de las cápsulas anteriores, no la tomamos de las confiables redes sociales de ahora. Son contenidos, en tiempo real, en palabras impresas en medios nacionales y algunos locales (varios propiedad de los mismos emisores de aquellas amenazas) y en registros de algunas investigaciones académicas en materia de Ciencias Políticas y Sociales.

Ya se tocan las puertas del dormitorio del México bronco

¿Quiénes han sido, entonces, los sembradores de odio? ¿Quiénes son, pues, los responsables de la disolvente polarización social y política de los mexicanos?

En los días preliminares de preparación de la Gran Reforma Política 1077-1978, una advertencia se impuso: No despertemos al México bronco, que no está muerto: Sólo reposa en las catacumbas esperando el llamado.

Para el subterraneo viejo topo, parece llegada la hora de emprender la acción directa. Como en los atormentados meses de 1862 en otras latitudes del planeta, algunos sueñan aquí con el asalto al Palacio de verano. A toda costa… y a todo costo. Es cuanto.

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