Voces del Periodista Diario

Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Con la proverbial negligencia que lo caracteriza, el oráculo de la Casa Blanca anunció hace días que ya divisa una luz al final del túnel del macabro coronavirus.

Voces estadunidenses, en verdad serias, advierten que para julio el balance de muertes llegará en la Unión Americana a 100 mil víctimas. La luz que otea Trump, es la de los cementerios.

Para ilustrar nuestro optimismo, agencias internacionales de noticias han dado a conocer que un informe interno del gobierno de China que da cuenta de las crecientes hostilidades que enfrenta Pekín por el brote original de la pandemia; hostilidades que pueden llevar las relaciones con los Estados Unidos a una confrontación… (Armada, le agregan algunas fuentes).

Los catalejos del inquilino de la Casa Blanca, no obstante, siguen fijos en el sur del Continente: El cuadrante señala Caracas, Venezuela, si bien uno de los reflectores sigue apuntando también a Bolivia. Cuba y Nicaragua se dan por descontadas.

Los hijos de perra del emperador en turno

Hemos repetido en innumerables ocasiones que Washington se mueve en esta órbita: Los Estados Unidos no tienen amigos: tienen intereses, dicho en el Departamento de Estado.

A propósito de Nicaragua, la historia nos retrotrae la memoria a la figura de Anastasio Tacho Somoza padre. Cuando al Salón Oval se trasmitió el peritaje de que Somoza era un hijo de perra, el Presidente atajo: Sí, pero es nuestro hijo de perra. (En realidad la traducción al español nos dio otra figura femenina al estilo alvaradeño.)

En la lista de hijos de perra fueron inscritos otros ilustres administradores de las repúblicas bananeras. Apareció el nombre del dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses. Los que se sienten amigos, son desechables, según amanezca el humor en Washington.

Roma usa a los traidores y termina pateándoles el trasero

Es el caso del panameño Manuel Antonio Noriega Moreno, desde joven miliciano contratado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) -dirigida en 1976-1977 por George H.W. Bush (padre)- para servir al tráfico de armas, equipamiento militar y drogas en Centroamérica; convertido en jefe militar hasta llegar a dictador indisputado e indisputable.

Para el mejor desempeño de sus actividades, Noriega tuvo su conexión en Medellín, Colombia. Fue uña y mugre del afamado Pablo Escobar. Aquel cártel, con el de Cali, fueron factores imprescindibles para la Operación Irán-Contra, cuyo blanco fue el gobierno sandinista de Nicaragua cuando Bush padre era ya vicepresidente encargado de la política de drogas, después de haber sido operador del Plan Cóndor. Conocía bien el paño.

Cuando Bush padre arribó a la Casa Blanca, Noriega dejó de ser útil a los intereses de Washington. No se dejó persuadir de que entregara el poder: Bush no le tuvo compasión al pueblo panameño. So pretexto de capturar a su ex chalán, indiciado por corte de Florida por tráfico de drogas y lavado de dinero, descargó toda su ira armada sobre la capital panameña en diciembre de 1989.

El conteo de víctimas civiles empieza en la cifra de 3 000. Causa justa, le puso Bush a su asalto dinamitero contra el pueblo panameño.

Alberto Fujimori y Wldimiro Montesino, otros “amigos”

Noriega pasó por el cautiverio en los Estados Unidos y en Francia. Regresó hecho una piltrafa a la Patria a la que traicionó y le permitió prisión domiciliaria. Aquí murió: La CIA no envió una ofrenda floral a su funeral. Causa justa, le puso Bush al asalto contra el pueblo panameño.

Otros “amigos” de Washington fueron los peruanos Alberto Fujimori y su segundo, jefe de drogas y finanzas Wldimiro Montesino. Del primero se sabe donde terminó; el segundo se perdió en la noche de los tiempos. En fin.

Sobre el asunto no hay moraleja: Se trata, sencillamente, de saber escoger a los amigos. Donald Trump blasona de tener muchos. Es cuanto.

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