Voces del Periodista Diario

“Jovenal Moïse, rompió la liga de la resistencia, interna y externa”

Por Salvador González Briceño

*A quién sirve el asesinato del presidente del país más pobre de Latinoamérica

*Urge atender la situación, porque la tentación autoritaria militar no es menor

Desbordará la crisis política en inseguridad y violencia, si no se realizan pronto elecciones libres y democráticas.

“Magnicidio”. La mañana del miércoles 7 de julio las noticias de portada de la prensa internacional son escalofriantes: Jovenel Moïse, presidente de Haití, fue asesinado esta madrugada (1:00 am., hora local) en la capital, Puerto Príncipe.

Un grupo de individuos bien armados llegó hasta su residencia ubicada en Pelerin, un sector exclusivo de mansiones ubicado en la parte más alta de Puerto Príncipe. Burlaron el cerco de seguridad del domicilio del presidente en funciones. La esposa de Moïse resultó herida en la balacera.

La condena internacional no se hizo esperar, como México, el Reino Unido, Francia, España, Estados Unidos y numerosos países de América Latina; el Consejo de la ONU dijo estar “profundamente consternado”. En tanto el vecino, República Dominicana, anunció el cierre de fronteras. Incertidumbre e inestabilidad con amenaza de más violencia en las calles.

De inmediato el primer ministro interino, Claude Joseph —ahora autoproclamado encargado del país— declaró, con el apoyo del Consejo de Ministros, el “Estado de sitio” en los términos del artículo 149 de la Constitución, y llamó a la población a “guardar la calma”, asegurando que la policía y el ejército garantizarán el orden público: La continuidad del Estado está asegurada, dijo.

No obstante, el país no posee las vías legales para nombrar a un sustituto del presidente asesinado, porque según la Constitución es la Asamblea General la que debe elegir al presidente, pero la misma no existe. Por lo que hay un vacío institucional al no poder autoerigirse presidente. “Encargado” sí, pero nada más. Eso crea un vacío de poder, para la tentación autoritaria de los militares.

El primer día fue de tensa calma. Pero la gente tiene miedo, y con razón. Haití, como se sabe, es el país más pobre de Latinoamérica. No se recupera del terremoto de 7 grados que sacudió a la isla en 2010, donde perdieron la vida más de 200 mil personas. Sin olvidar el tsunami que provocó el terremoto cinco años antes, de 9.3 grados en Yakarta que dejó una pérdida de vidas humanas de 225 mil.

Situación interna

Qué decir de la situación política: tan inestable como que en los últimos 30 años Haití ha tenido 20 presidentes. Una población carente de todo: de servicios básicos, de empleos, de infraestructura, vías de comunicación, vivienda, educación, agua potable, drenaje, todo. Y que se moviliza para protestar con razón por tanta desigualdad y pobreza; como contra los gobiernos que no atienden las necesidades.

País “ejemplar” porque fue el primero en liberarse del colonialismo en América Latina —o segundo, luego de Estados Unidos—, en su caso de la Francia colonial. No obstante, el costo en vidas de dicho proceso fue de 255 mil esclavos, la destrucción de las plantaciones y la infraestructura en general.

Instalación colonial, porque a la “declaración de la independencia” en 1804 (el temprano siglo XIX), el primer presidente y autonombrado “emperador”, Jean-Jacques Dessalines, ordenó asesinar a “todos los blancos” (entre 3 mil y 5 mil). Una venganza que le “ganó el desprecio” (sic) de muchos países, con Francia a la cabeza.

Sería en 1825 cuando siendo presidente Jean-Pierre Boyer, firmaría la “Ordenanza de Carlos X”. Era la trampa, la oficialización de las cadenas, por tratarse de una de las primeras formas cruentas del sometimiento colonial.

Con la “ordenanza” se obligó a la isla, para el “reconocimiento diplomático” como país independiente, a que el gobierno aceptara las siguientes condiciones: una reducción arancelaria del 50 por ciento para todas las importaciones francesas, así como; una indemnización por 150,000,000 (unos US$ 21,000 millones de 2018) a pagar en cinco cuotas, como compensación a los plantadores franceses por ¡tierra y esclavos! perdidos en la guerra.

Como esas cantidades eran el ingreso del gobierno “multiplicado por 10”, entonces para cubrir el primer pago Haití tuvo que pedir prestado. Francia lo autorizó solo que fuese con la banca francesa. El préstamo inicial fue por 30,000,000 de francos, con 6,000,000 de comisiones a cobro anticipado, mismos que pasaron de una mano a otra, del banco a la tesorería francesa.

Ahí comenzó la “espiral” de la “deuda de la independencia”, que posteriormente se regaría como plaga al resto del continente. Para Haití, la negociación de reducir el monto total de la deuda a la mitad en 1830, significó no obstante cubrir la deuda en ¡122 años!, hasta 1947. (Datos de la BBC: https://cutt.ly/imQKPfR).

Solo para dejar en claro que la “madre patria francesa” exprimió al país a revancha de su independencia, el asesinato del invasor y la destrucción de las fincas en tierras haitianas.

EE.UU. le roba la cancha a Francia

En otras palabras, Haití no nació pobre, Francia contribuyó primero. Posteriormente lo dejó a merced de Estados Unidos, cuya presencia militar comenzaría en 1915 con el envío de 330 marines a Puerto Príncipe por el presidente Woodrow Wilson, para la “protección” de las empresas. En los hechos, todavía no cubría la eterna deuda con Francia cuando ya estaba siendo invadido por el ejército estadounidense.

EE.UU. había iniciado el siglo XIX la invasión de lo que consideraría de entonces su “patio trasero”. Con intervenciones previas en Uruguay (1858), Panamá y Nicaragua (1860), México (1876) y Chile (1891); entre 1904 y 1914 llegó a ocupar Cuba, Nicaragua, Honduras y Haití. De entonces a la fecha, EE.UU. no saca sus fauces del continente latinoamericano.

La historia de la región es de intervenciones, presencia militar estadounidense, derrocamiento de gobierno no afines a los intereses de sus empresas, golpes de Estado, con duración de dictaduras militares en décadas; recientemente, bloqueos económicos, acoso de políticos mediante procesos judiciales, uso de gobiernos afines como base militar, financiamiento de ejércitos mercenarios, apoyo a sectores opositores para la orquestación de los “golpes blandos”, etcétera.

Estrategias todas de control, de poder colonial y neocolonial, EE.UU. las fortalece con la presencia de la CIA —y otras como la USAID— que ha sido crucial, así como el financiamiento de todas estas “operaciones” autorizadas por el Congreso y orquestadas desde Washington.

Los golpes de Estado para derrocar a gobiernos nacionalistas o mal llamados “populistas”, que persiguen una vía propia para sus países —salvo Cuba, la piedra en el zapato de muchos presidentes de EE.UU.—, son cuantiosos en las últimas décadas. La lista es larga. Y las acciones de la CIA y otros organismos también.

Por lo mismo, aún en pleno siglo XXI, lo que ocurra en la región latinoamericana difícilmente escapa de las manos de Washington. Los motivos son económicos siempre, por los recursos naturales, por resguardar las inversiones, para el pago de la deuda, por protección de los negocios propios.

Entonces, Haití ha sido una colonia explotada y sujeta por la bota militar financiada desde el exterior. Con algunos, muchos, “gobiernos provisionales” y unos cuantos “presidentes constitucionales”, desde Jean-Bertrand Aristide —tras las cruentas dictaduras de los Duvalier—, a la fecha.

El recién asesinado presidente, Jovenel Moïse, fincó su propia suerte, de derecha, neoliberal y con fuerte tendencia autoritaria. Gobiernos para servir, siempre, a los intereses estadounidenses y una pequeña cúpula local.

¿Qué pasó en Haití?

Primeramente, por razones internas. Sobre la participación externa no quedan claros todavía los móviles. Solo que entre los pistoleros había extranjeros con acento gringo, y hablando portugués o español. Profesionales, sin duda, “mercenarios” también pero no se sabe contratados por quién.

Sin datos no se hace más que especular. Salvo que el embajador de Haití en Estados Unidos, Bocchit Edmond, dijo que “tenemos un video y creemos que son mercenarios”. Porque se trató de “un ataque bien orquestado”, “cometido por profesionales”. Hizo un llamado a la “cacería internacional” para capturar a los responsables.

Dijo Joseph que entre los atacantes “hablaban inglés y español”. Pronto, el mismo día 7, en el lugar de los hechos algunas dudas comenzaban a aclararse tras la detención de los primeros presuntos asesinos —dos porque otros cuatro fueron abatidos—, como lo anunció el director general de la policía de Haití, León Charles.

Al ser “interceptados” los presuntos, dijo Edmond, los hombres “mintieron” al identificarse como agentes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). El mismo The Miami Herald lo informó así: fue una voz con acento estadounidense gritando en inglés: “¡Operación de la DEA! ¡Retírense todos! ¡Operación de la DEA! ¡Retrocedan, retírense todos!”.

Solo que el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, negó cualquier implicación de la DEA en el magnicidio. Agregó que los asesinos pudieron huir hacia República Dominicana, donde se habla español. Además, no hay forma de salir para ellos del país que no sea por tierra, no hay avión. “Los informes son absolutamente falsos” dijo Ned sobre presunta implicación de la DEA y de EE.UU.

Empresario con muchas promesas para los pobres, Moïse había sido nombrado presidente en 2015, con fuertes denuncia de fraude generalizado. Eso le costó al país unos tres años de conflictos sociales, con protestas en las calles.

En 2017, igual electo con la baja participación del 18 por ciento de votos, con alegatos de fraude como en 2015 Moïse fue “legitimado” por las Naciones Unidas y la OEA. Enquistado en el poder, para un periodo de cinco años tendría que terminar el 7 de febrero de 2021. Pero nada.

Su implantación de la política neoliberal degradó la situación económica, aceptando la propuesta del FMI de eliminar los subsidios a los combustibles. El impacto envió a las calles a más de 2 millones de personas afectadas.

Desfalco en su gobierno

Señalado por un desfalco millonario de fondos públicos, implicaría a Moïse, sus empresas o altos funcionarios de su gestión.

El presidente gestó su caída desde que en el 2020 anuló el Parlamento, intervino el poder judicial, comenzó a gobernar por decreto y realizando masacres entre los barrios pobres haitianos. Además, la creación de la “policía política” bajo el nombre de Agencia Nacional de Seguridad. Señales de que rompió la liga.

Un día antes de su asesinato —el lunes 5—, habría anunciado el nombramiento de un nuevo primer ministro, Ariel Henry, para “la formación de un gobierno de base amplia” y “resolver el flagrante problema de la inseguridad”, así como para trabajar en la “celebración de elecciones generales y el referéndum”. Todo por determinación propia.

Pero fue tres meses antes de la celebración de las elecciones presidenciales y legislativas anunciadas para el 25 de septiembre 2021, en las cuales Moïse no podría participar. Él se aferró a terminar su gobierno hasta 2022.

Conjunto de imposiciones que colmaron a todos los sectores de la población. Es decir, Juvenel Moïse cultivó el rechazo político, cultivó enemigos incluso en el propio sector empresarial. Pero los pistoleros llegaron antes de cualquier elección o posible juicio político.

El crimen —inaceptable por todos los medios— ocurrió. Será que desde Washington nadie sabía nada. Como la burguesía local. Luego se verá, a partir de conocer quién contrató a los “asesinos profesionales”.

8 de julio 2021.

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