RAZÓN, TESÓN Y CORAZÓN
Por Alejandro Ruiz Robles
LOS PRIMEROS COMUNICADORES.
Si hay algo que debiera ser de sentido común es informarnos del tema que sea de nuestro interés para integrar los elementos necesarios para la toma de nuestras decisiones.
Hace poco tuve la oportunidad de platicar con maestras de educación elemental sobre la necesidad de la información y su análisis desde etapas tempranas de la vida.
Si miramos en retrospectiva, bastaba escuchar a nuestros padres, hermanos y en general, nuestra familia, para conocer lo que pasaba a nuestro alrededor; no cabe duda de que en esas reuniones conocimos a los primeros comunicadores y desde luego, empezamos a desarrollar nuestro pensamiento crítico para nuestra vida.
Desde luego, en esos momentos era evidente el sesgo que tendría el contenido que nos transmitían; en virtud de que, dependería mucho de las circunstancias propias de nuestros familiares y en especial, si eran o no afectados.
A manera de ejemplo, más que datos recibiríamos reproches para el caso de que algún familiar se viera afectado con una acción o decisión de su jefe o cliente.
La percepción de veracidad era total y gradualmente disminuiría conforme crecemos y formamos nuestro criterio, tomando en cuenta nuestras pretensiones, intereses, percepciones y realidades.
Si recuerdas la magia que se producía con el ratón al recompensarnos por la caída de un diente … ¿alguna vez dudaste de su veracidad?
LAS CONFRONTACIONES.
Al llegar la escuela y empezar la dinámica con nuestros profesores y compañeros comenzamos a desarrollar nuestro pensamiento crítico; de forma tal, que los datos que nos resultaban contundentes en casa, los empezábamos a confrontar y objetar de acuerdo con lo que aprendíamos, escuchábamos o compartíamos con ese círculo.
De lo que obteníamos en libros, cuadernos, narrativas e incluso chismes, integramos nuestro acervo con el propósito de mantener lo que nos representaba alguna utilidad e importancia.
Conforme requerimos usarla, procedimos a emitir nuestros comentarios y opiniones y con ello, accedimos a las personas y grupos compatibles con nuestro dicho.
Es obvio que durante ese tiempo el dicho de los mayores, de las personas dominantes en persona o a través de los medios electrónicos o materiales impresos o bien, modas o tendencias a nuestro alrededor, tuvieron un peso específico en nuestra toma de decisiones, mismo que se mantuvo, menguó o incrementó en función al valor que representen en nuestro criterio.
Quizás no hayamos reparado en todas aquellas personas que, durante nuestra formación, directa o indirectamente, han dejado en nosotros un algo, se lo hayan propuesto o no y en nuestro caso, sea o no de manera consciente; sin embargo, es válido decir que la suma de todo ello, creo, desarrollo y ha consolidado nuestra forma de pensar.
¿Alguna vez le has dado el mérito que merecen a tus profesores?
LOS ACCIDENTES.
Aunado a lo anterior, basta mirar el día a día para entender que no hay mejor maestra que la vida y máxime si se trata de darnos lecciones que nos durarán siempre.
Desde luego, no será comunicación formal, pero seguramente nos tendrá tantos momentos importantes que no resulta necesario almacenarlos en clases o esperar un horario para recibirlos; su enseñanza es tan espontánea y contundente que basta abrir los sentidos, en especial, los ojos, para captarla, razonarla, entenderla y aprender de ella.
En ocasiones es tan contundente el aprendizaje que ni todas las risas que generemos ni las lágrimas que lloremos nos dan una nueva ocasión para vivirla y, lastimosamente, no hay clases complementarias ni exámenes extraordinarios.
En la adolescencia nos comentaban los profesores que no sabemos del dolor más intenso, hasta que conocemos del duelo; ya sea porque alguien partió o bien porque nos ilusionamos con quien nos rechazó a pesar de procurar ser nuestra mejor versión de nosotros.
Dicen que se aprende más de una experiencia negativa que de una positiva pero lo cierto es que ambas nos aportan elementos y en nosotros está el tomarlos.
El camino que seguimos no siempre coincide con alcanzar el destino que nos proponemos, pero lo cierto es que disfrutar cada paso y entender lo que nos ofrece es meritorio para nuestra capacidad de análisis y comprensión.
¿A qué precio has aprendido las lecciones de la vida?
¡EN FIN!
Ya sea una persona o bien, las circunstancias, lo cierto es que nosotros deberíamos ser receptivos de lo que apreciamos por nuestros sentidos para formar nuestro acervo de conocimientos y tesoros y perfilar el ser de análisis que emitirá su opinión.
Está por demás decir o decidir sin razonar, ya que no sólo nos exponemos al descrédito sino también a hacer señalamientos sin sustento; no se trata de hablar por hablar, es tiempo de conocer el real valor de las acciones y palabras y ser congruentes con nosotros.
A veces, la manera que exteriorizamos nuestro sentir hace más daño de lo que imaginamos; de hecho, pensamos que para lastimar se requiere de un objeto o de un golpe, sin percatarnos que en muchas ocasiones cuando se lastima el alma, no es fácil de superarlo.
Actualmente, vivimos una etapa caótica en la cual tenemos más forma de comunicarnos como seres humanos con la ironía de que cada vez es menos el contenido valioso que se nos ofrece.
Tal pareciera que mantener la desinformación es el apetito de los líderes para mantener a los grupos sociales de su interés a modo, ya sea para manipularlos o simplemente, para agobiarlos y que desistan de tener una opinión.
Mirar las múltiples ofertas de contenido de cualquier medio de comunicación se ha convertido en un desafío y desde luego, discernir su veracidad es prácticamente imposible si no se cuenta con la adecuada información y análisis.
Entender que no estamos para ser partícipes de lo que nos brinden sin tener el menor escrutinio de su racionalización ya no es fantasía; cada vez más las personas aplauden de lo que les dan sin atisbo de razonarlo. Mantener la conciencia crítica y manifestarse en consecuencia es nuestro compromiso.
¿Has conocido a alguien que haya renunciado a pensar por sí mismo?
EL RETO.
En México y muchos lugares en el mundo se llevarán a cabo elecciones que sin duda determinarán el futuro de los países y sus nacionales. Durante meses veremos y escucharemos información que nos llevará a definir nuestro voto y será nuestra responsabilidad discernir sobre su veracidad y, desde luego, la posibilidad de que en base en ella, decidamos por el país que queremos.
Conforme se acerque esa fecha, seremos una parte de la guerra mediática en el que la basura será lanzada en todo sentido; es decir, no importará consolidar la grandeza de nuestro Estado, sino quien exhibe más al contrario demostrando la vileza de que es capaz.
No cabe duda de que el tiempo puede resultar eterno cuando no hay opciones positivas de las cuales disfrutar; sin embargo, en nosotros está encontrar el mejor sentido para normar nuestro criterio y estar con la mayor disposición de construir por nosotros y por quienes nos son importantes.
Al final, es posible que concluyamos que no hay muchas opciones de cambio a nuestro alrededor, pero, empezar por nosotros y ponderar nuestro ejemplo con base en nuestra educación y valores siempre será el mayor incentivo.
Es posible que no podamos cambiar el mundo, pero es válido pretender cambiar nuestro mundo con nuestras acciones, quitándoles a los otros el derecho a decidir sobre nuestra felicidad … ¿te parece una locura?
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