Voces del Periodista Diario

Pídele que regrese

Por Juan Bautista

Desde que perdí

el reloj, no sé qué hora es.

Tampoco encuentro

a la tortuga.

El espejo de cuerpo entero,

que está en el pasillo,

ya no luce como antes.

Mi cabello no está marchito

creo le hace falta sol,

el de antes, apenas ayer.

El sabor de la comida

sólo tiene sentido,

si pienso en ti.

Desde mi habitación,

entre cientos de nichos, escucho el deleite de los pájaros.

Ellos, los pájaros, tienen un lenguaje dulce,

para su fortuna no se ha logrado descifrar que dicen, sólo se siente.

Los escucho felices, principalmente a los gorriones, las tortolitas,

Petirrojos, cardenales, y algunos canarios, incluso ahora regresaron con más familia, o son más. Creo que nadie lo ha notado.

 En mi país, México, en su capital, al Sur, en la zona lacustre, (antes fue un lago) donde el cemento se topa con legendarios canales de agua dulce, barcazas decoradas como pequeños pasteles de colores y penachos de los antiguos aztecas, por acá al sur de una ciudad de más de 23 millones de almas, que todo días la diseccionaban en su andar, hoy luce vacía. Todavía no amanece.

Salgo de mi cama, dejo a un lado el edredón lisoazul, abandono mis sueños- ahora más repetidos y cortos-, una y otra vez, sin más tiempo para su enorme deleite, ahí viajo sin pasaporte, sin dinero y no tengo necesidad de perder el tiempo en comer, este sublime estado no me provoca hambre, aun cuando todo lo veo en colores, en otros casos, quizá cuando estoy un poco melancólico, la sucesión de imágenes como ferrocarril imparable, las observó en blanco y negro. Los inicios del cine, me sonrío.

Cobijado todavía por la noche, en medio de esa lucha infinita entre la luz y la penumbra, soy testigo de esa despedida, de ese cielo, que no termina por despejarse. Como amantes aferrados uno al otro, asidos por el último rayo de luz de una esperanza lejana, por fin, alguien tendrá que ceder.

Todavía de noche, quizá ahora un poco azul-marino, salgo al jardín en short, con camiseta y pies descalzos. El roce del suave pasto-alfombra, provocan gratos recuerdos de mi niñez. Todo el bosque, el bosque verde milenario de Chapultepec, era mío. Mi mamá, quien ya no está entre nosotros, me dijo un día que siempre sería mío, entonces olía a vainilla y los pájaros como ahora, cantaban en los pinos, fresnos, truenos, cedros, liquidámbar, ahuehuetes. Todas las vacaciones, las viví ahí, con mi hermano y una veintena de niños que le encargaban a mi madre, ella, al frente como una guía y su rebaño. Sí clareaban los años sesenta, las colonias de pájaros eran igual a las de hoy, o al menos, eso me parece. Creo que mi madre, está en esas notas, dulces, finas, blancas, alargadas, de delicados cantos.

Espero en el jardín, con cierta ansiedad, el diario impreso de hoy, imaginó que vendrá a ocho columnas: ¡El mundo regresa a la normalidad, todo mejor que ayer. Alisten maletas porque nos vamos. Se encontró la vacuna. Vencimos. La humanidad es otra a partir de hoy. Aprendamos de nuestra sabiduría para ser mejores. Ya no hay enfermos y fallecido alguno. El mundo festeja con alegría! Pero… todavía no llega el diario, prefiero armar mi propia portada.

De repente, la vida, se volvió monotemática y restrictiva. ¡No salgan, quédense en casa! Son sólo unos días, dijeron las autoridades. Yo no les creo. La verdad, que nunca se sabe, pero se intuye, es que esta cuarentena, al menos en la ciudad de México, se alargará por seis meses, ya llevamos casi tres. En todo el país, que tiene 32 estados, somos 130 millones de almas y ya se fueron sin despedirse casi diez mil. La tragedia nos alcanzó por igual.

Mi familia guardada en sus casas, bien. Mi papá, hermanos, tíos, primos en sus nidos, recreando sus vidas, acomodándose a una nueva realidad, dicen desde las redes sociales. Creo que recuperan el tiempo perdido, como dice un escritor francés.

Con los alarmistas del gobierno, acumule comida para un largo  viaje a África.

Espero a que amanezca, espero las noticias, ojalá traiga nuevas noticias. En verdad nuevas, diferentes a esta normalidad, aún cundo las redes sociales, insistan en que ¡YA, llegamos!

Decido estar en el jardín, al despuntar el alba, y recibir el diario, el cual lanzan como un cometa para llegar al pastoverde.

Creo que perdí el reloj, ojala aparezca la tortuga.

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