Parafraseando al Eclesiastés, a la mexicana el refrán dice: Hay tiempos de tronar los cohetes, y tiempos para recoger las varas.
Estamos a escasos 53 días de que en México se celebre el Día del Maestro (15 de mayo), tiempo en el que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se instala en la mesa con la patronal para negociar las condiciones generales del trabajo del magisterio.
Como contraparte del SNTE, opera desde hace casi 40 años la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Esta central calienta, desde abril, sus motores, para defender su propio pliego de peticiones ante la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Cada año, CNTE inicia movilizaciones públicas en los estados para culminarlas precisamente el 15 de mayo en la Ciudad de México. En los tres años recientes, esa disidencia se ha manifestado en contra de la Reforma Educativa, a la que le encuentra móviles administrativistas, más que pedagógicos.
En estados como Oaxaca, Chiapas y Michoacán, entre 2016 y 2017 de hecho esas protestas han sido ininterrumpidas, con graves impactos en el humor sobre todo del sector empresarial.
Sólo en Oaxaca, el gobernador entrante, Alejandro Murat ha expresado voluntad para desactivar el conflicto, con relativo éxito.
Un nuevo ingrediente de conflictividad
Ahí estábamos parados, cuando en marzo el secretario de Educación Pública, Aurelio Niño Mayer, emprendió su cruzada para implantar el Nuevo Modelo Educativo, para lo cual tuvo la ocurrencia de acudir en solicitud de aval al presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), el impresentable mandatario de Morelos y aspirante presidencial, Graco Ramírez.
Ese tema y su “estrategia” introducen un nuevo elemento de conflictividad en las ya tensas relaciones entre la SEP y un frente que se presenta como irreductible. Se asoma ya una Primavera ardiente en el contexto de la desbocada sucesión presidencial. Encender las alarmas.