Voces del Periodista Diario

“UNIDOS … ¡SOMOS MÁS FUERTES!”

RAZÓN, TESÓN Y CORAZÓN
Por Alejandro Ruiz Robles

 

LA CHARLA.

Hace unas semanas, recibí la invitación de la Comisión de Ética de la Barra Mexicana Colegio de Abogados, Capítulo Sinaloa, para participar con sus miembros en una plática con el tema “La Ética como Compromiso Social” (disponible en los siguientes links: https://www.facebook.com/share/p/L7u8UoLPTpFoieNS/?mibextid=2JQ9oc y

https://www.facebook.com/share/p/Gyzgb5ecE8Daxojm/?mibextid=2JQ9oc).

No puedo negar que hubo nervios dado el foro; sin embargo, la recepción cálida de los asistentes, el interés mostrado y la armonía profesional que se sentía, me impulso a sentirme cómodo y a expresar mis ideas de forma por demás satisfactoria.

Tras una exposición de mi sentir respecto a la imagen del abogado y su vinculación con los valores, hubo una serie de cuestionamientos que una vez respondidos, se procedió a dar por concluida la sesión.

Si bien ya había terminado mi intervención, algunos puntos me dejaron pensando que debería ahondar en ellos; asimismo, realmente quedé convencido que somos más las personas buenas comprometidas con la búsqueda de un mejor país que los que se aferran a la oscuridad o destrucción. Todo ello atendiendo a los comentarios minutos antes vertidos por los asistentes.

En los siguientes días tuve la oportunidad de charlar con amigos y colegas sobre la visión que tenemos de nuestra realidad y la mayoría coincidimos que si bien deseamos todos lo mejor para nuestra comunidad y buscamos hacer lo posible para alcanzarlo, el hecho de que cada vez más existan intereses personales o posiciones contrarias vinculadas con situaciones políticas, económicas o sociales, hacen que cada surjan mayores divisiones y, como consecuencia, confrontaciones. Con ello, es lógico que se rompa la armonía que tanto deseamos.

Sin duda que es difícil tener metas comunes, pero es más complicado aún, ser tan radicales que sólo veamos enemigos en los que no piensan como nosotros y tratemos de imponer nuestra voluntad sin consensar.

¿Te has preguntado si estarías de acuerdo en abrir tu mente y a ceder un poco en algunos puntos con tal de lograr el legítimo bien común?

LLUVIA DE IDEAS.

Resulta curioso que la gran mayoría de las personas con que intercambié ideas tenía como sueño preponderante imaginar no sólo un mundo en búsqueda de su grandeza sino un país en el que hubiera condiciones para desarrollarnos como personas y profesionales y generar riqueza suficiente para lograr nuestros objetivos.

Desde luego, nadie niega los vicios comunes que nos rodean ni mucho menos las falencias que como sociedad hemos generado; sin embargo, todos deseamos que existan situaciones propicias de seguridad, sanidad y, sobre todo, educación; con todo ello, seguro que habrá opciones para conocer, estar bien y decidir nuestro destino. Realmente deseamos ser dueños de nuestras libertades y no presos de otras voluntades.

Es cierto, no hay lugar para mundos perfectos o ideales, pero la mayoría consideraba que no había mayor imposible que lo que se dejaba de hacer.

No faltó quien dijera que “renunciar a intentarlo, es igual que dejar de soñar” y, en ese sentido, todos coincidimos que podríamos olvidarnos de luchar por cada uno de nosotros, pero nunca por los que amamos.

Desde luego que palabras como amor, buena fe, salud y paz son las predominantes entre personas bien intencionadas; en el entendido que no hay mayor interés en que esta última se convierta en la plegaria de “paz mundial” que se invoca en los concursos nacionales e internacionales de belleza. Decir por decir, son palabras huecas que no tienen ningún propósito real.

A veces mostramos nuestra incredulidad al mirar que se pierda el enfoque de la manera en que uno vive por pretender a toda costa lograr lo que se quiere. Se nos olvida que no somos mejores personas por lo que buscamos sino por quienes somos, como nos comportamos y sobre todo, la forma en que actuamos.

Nutrir nuestra alma y mente día con día debiera ser nuestra prioridad; de ello depende la plenitud y muestra de que somos seres perfectibles y como tales, es legítimo ser a cada momento nuestra mejor versión.

“¡La paz del ser querido es igual a un aliento de vida!”.

LA IRONÍA DE CADA DÍA.

Para nadie es sorpresa darse cuenta de que a pesar de que todos buscamos un mundo mejor y describirlo con adjetivos acordes a nuestro entusiasmo, la realidad nos muestre una realidad distinta.

Basta mirar la verdad que se aprecia en los medios de comunicación, haciendo énfasis en las redes sociales, para saber lo distante que estamos de la congruencia.

Hablamos de honestidad pero no falta que en primera plana se exhiba una nota de corrupción, exaltamos los valores y cada día exhortamos más las andanzas de los sicarios por cumplir sus objetivos, pretendemos la salud y son los efectos de la droga los que se enfatizan, nos manifestamos a favor de respetar a la autoridad y es ésta la que menos lo hace, vivimos en sitios colmados de normas y cada vez más evadimos su cumplimiento; en fin, estamos en una vorágine de situaciones tan extrañas que ya las vemos comunes.

Ante esta realidad es válido preguntarse … ¿en qué se ha fallado como sociedad?

Tristeza genera para nosotros como adultos ver que frente a la niñez hemos perdido autoridad moral.

De hecho, lo que eran profesiones admiradas por todos se han tergiversado por actividades populares en nada acordes con un mundo ideal. El policía, el militar, el abogado, el representante popular, entre otros, lejos de tener una imagen de legitimación y respeto, han sucumbido en un mundo de tentaciones de las que han salido por demás manchados.

Mención aparte merece la manera en que, a través de las plataformas virtuales y sus aplicaciones, se ha relajado la moral y se han roto las barreras del amor a sí mismo. Sólo por citar, basta ver la manera en que las personas pretenden llamar la atención y generar un contenido lucrativo a pesar de su dignidad.

Este panorama desolador es una muestra de lo que nos espera como sociedad si no retomamos el rumbo.

Realmente … ¿En dónde nos perdimos?

LA LECCIÓN DE LOS ABUELOS.

De pequeño escuchaba a los mayores en sus tertulias dominicales que citaban: “… podrás perder el sueño, pero nunca la clase; el dinero, pero nunca el pudor, la oportunidad, pero nunca los principios …”; y tal pareciera que eso es lo que ha pasado.

El estilo se erosiona y hoy nos envolvemos de valor sin que seamos personas que nos demos a valer; el dinero deja de ser un medio y se convierte en un fin sin importar la razón para tenerlo o su procedencia. Finalmente, los principios se convirtieron en artículos de ocasión y siempre a conveniencia.

No hay varitas mágicas para revertir estas tendencias; no obstante, quizás sea tiempo de asumir el consejo previo y volver a lo básico: al ser humano de convicciones y valores, de grandeza de alma y razonar comprometido; en el entendido que no basta desearlo, es básico vivirlo.

¿Por cuánto tiempo será? … es fundamental hacerlo por siempre; no podemos darnos el lujo de simulaciones ni mucho menos, de frivolidades; vivir con la razón y el corazón en equilibrio es una necesidad básica.

Desconozco si mis ojos verán cómo regresan a su lugar algunas profesiones; sin embargo, asumo mi responsabilidad para hacer valer la abogacía con mi diario vivir; y estoy seguro de que hay muchos, muchos interesados en ello.

Nadie sabe que nos depara el destino, lo que si sabemos es como hacer del presente el sitio ideal para ejercer nuestra profesión y basta para ello, entender nuestro compromiso social, actuar con la ética que algún día juramos y dar todo por preservar los valores sociales y legítimos contenidos en nuestra Carta Magna.

Ya no hay tiempo para preocuparnos por los finales – pues podemos imaginarlos -, volquémonos en los principios y vivamos conforme a ellos.

Después de todo … ¡VALE TODO ESTAR ORGULLOSOS DE NUESTRO EJERCICIO PROFESIONAL Y TODO MOMENTO SER PERSONAS DE VALOR!

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Posdata:      Agradezco a la Cámara de Comercio Mexicano Peruana el ímpetu por dar a conocer opciones de negocios a los empresarios de cara al comercio bilateral entre México y Perú.

 

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