Voces del Periodista Diario

Ya retiren de la cartelera el culto a la Santa Muerte

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Dentro de 14 días se cumplen 35 años del asesinato de don Manuel Buendía Téllezgirón. ¿De veras está resuelto el crimen por sus reales móviles, autores intelectuales y ejecutores materiales?

Nos resistimos a tragar las ruedas de molino de las verdades históricas con las que se autocomplacen los fiscales y jueces de consigna para quedar bien con sus jefes políticos.

Ayer se conmemoró, en Culiacán, el segundo aniversario de la ejecución del colega sinaloense Javier Valdez Cárdenas, perpetrado a pleno sol.

El peritaje forense es de suyo simple: El “presunto implicado” es el Cártel de Sinaloa. Que sí, que no, se dice en las cortes de Nueva York.

El obsceno y cruel juego de Juan Pirulero

La duda razonable está emparedada: La Fiscalía General de Sinaloa está echada en la hamaca, porque “el caso” está en manos de la Fiscalía General de la República (FGR).

La nueva FGR nació sepultada bajo la montaña de expedientes, inconclusos, desaparecidos o acaso quemados por la extinta Procuraduría General de la República de Enrique Peña Nieto, cuyo nombre aparece en no pocas fojas de casos en curso. Es decir, que no han sido objeto de consignación a juez responsable.

Una vida humana -una sola- que se pierda, no por causas naturales, sino por manos asesinas, no puede ser ni estar rotulada en los casilleros como un caso.

El asesinato de Buendía, no es un caso. El crimen contra Valdez Cárdenas, no es un caso. Las muertes de más de un ciento de colegas, no son varios casos. Son crímenes a secas, perpetrados con las tres agravantes: Alevosía, premeditación y ventaja. Son crímenes dolosos.

En buenas manos quedamos cuando, si se trata de crímenes calificados, los administradores e impartidores de justicia juegan al juego de Cri Cri: El comal le dice a la olla. Ay, cuánto respeto a las jurisdicciones.

Quítese ya la careta a los agentes de Estado

Que si este delito es el orden común; que no, que es del fuero federal. Toma y daca tras cuyo telón se pretende ocultar una verdad como catedral.

Está documentado que, en el más alto porcentaje de los atentados, están las manos de agentes del Estado, según reportes dirigidos repetidamente desde México a la Comisión y Corte Americanas de Derechos Humanos.

Mientras en el Bizancio mexicano la autoridad se sigue lavando las manos y expectorando tóxica saliva, los cuernos de chivo siguen vomitando plomo por toneladas.

Justicia para Javier Valdez Cárdenas, leímos en una pancarta en la movilización de ayer en Culiacán.

El 30 de abril, Día del Niño; el 10 de mayo, Día de las Madres, el 15 de mayo, Día del Maestro, con presencia mayoritaria de mujeres, contamos miles y miles de pancartas cada cual dando un nombre de un muerto o un desaparecido.

Todo desemboca en un mismo trauma: Deshumanización

Sobre el número de víctimas, gobierno y asociaciones civiles contratan a sus propios estadígrafos para desacreditar mutuamente los datos del otro.

Se han contado los muertos de superficie para buscar un gran total. Ahora se cuentan los muertos subterráneos. Las sondas sobre los cementerios clandestinos de ex gobernadores, y sobre las narcofosas ya nos ofrecen otros datos “oficiales”.

Lo que nos informa esa guerra de cifras, es que nos hundimos en los pantanos de la deshumanización.

Justicia para uno, justicia para otros. Lo que exige la Nación es que se frene el genocidio para que los deudos no tengan que andar clamando justicia a sabiendas que, a la luz de los hechos, la justicia no llegará: Ni la inmanente.

Que se cambie el libreto para ver si una nueva película deja de ser clasificada como cine de culto. El culto a la Santa muerte.

(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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