Mouris Salloum George

El sueño de todas las personas es tener su propia vivienda, mejor si es de buen nivel y en una ubicación razonablemente adecuada.  El problema es que casas y departamentos se han vuelto inalcanzables para los sectores medios y bajos de la población. Según datos oficiales, existe en el país un déficit de 9 millones de viviendas. La construcción de casas de interés social se redujo un 70% y la residencial un 40%.

Con las altas tasas de interés prevalecientes, y por las alzas en el costo de los materiales, ese sueño se ha vuelto un lujo impagable para millones de mexicanos.

Además, las rentas se encarecieron y muchos residentes están buscando opciones más asequiblesen los alrededores de las zonas mejor ubicadas. Esto como parte del fenómeno de expulsión – conocido como “gentrificación”- que registran diversos barrios de alta plusvalía, por estar ubicados en áreasde más conveniente geolocalización.

Hasta ahora los programas oficiales y las instituciones fundadas para atender el rezago social en esa materia han sido ineficaces por privilegiar el interés político-clientelar.

Generaciones van y vienen y el problema sigue latente.

En la actualidad hay una cantidad importante de unidades habitacionales a media ocupación o abandonadas, como resultado de la mala planeación de desarrolladoras que solo atendieron a la conveniencia económica y a la demagogia política yla manipulación.

El caso es que facilitar la adquisición de vivienda propia debe enfocarse como una gran oportunidad de crecimiento económico antes que como un problema social.

De hecho, no fue una prioridad para este gobierno. Como es sabido, la acción gubernamental estuvo centrada en los megaproyectos de infraestructura y en los programas sociales por todos conocidos.

Es oportuno, pues, plantear que el tema se retome como una de las prioridades nacionales, ahora que los equipos de campaña presidencial trabajan en la conformación de sus plataformas electorales.

En tal sentido es pertinente aprovechar la coyuntura para sugerir que los planes habitacionales de financiamiento público, privado o mixto aprendan las lecciones pasadas; no solo en materia de financiamiento, sino de urbanización, con perspectiva futurista. Esto significa que los proyectos se sometan a las exigencias en materia de sustentabilidad ambiental; que incluyanaprovechamiento de las nuevas tecnologías en materia de iluminación y climatización.

Todo esto atendiendo a la conformación de una mayor expectativa de vida para las nuevas generaciones, a la reducción de posibilidades de empleo y de familias reducidas por el achicamiento de los índices de natalidad.

Igualmente debe considerarse un financiamiento público, privado o mixto, acorde con lo anterior; replanteando con audacia las facilidades y opciones de pago tradicionales, con enfoque de largo plazo. 

Como es sabido, la construcción de vivienda es un gran potenciador del crecimiento económico y la derrama social que conlleva. Por lo dicho, debe impulsarse al sector con determinación. Con la advertencia de que sale cara la mala planeación y el sometimiento a conveniencias políticas o meramente mercantiles.

Sin duda, la urgencia de atender el tema de vivienda en el país, queda como un pendiente muy importante para la agenda del próximo sexenio.