Voces del Periodista Diario

Discursos de odio antisemita en la historia contemporánea y el presente de México

Por Olivia Gall

Anti-Semitic Discourses in Mexico’s Contemporary History and Present
Olivia Gall*

*Centro de investigaciones interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México olivgall@unam.mx

 

RESUMEN:

El objetivo de este artículo es analizar las principales manifestaciones discursivas del antisemitismo mexicano. entre 1890 y la década de 1960, su marco fue el de las restrictivas políticas migratorias mestizófilo-xenófobas del estado y las posturas de ciertas corrientes políticas de derecha. entre los años 2000 y 2015, este discurso ha sido enarbolado fundamentalmente por las voces de estas corrientes ideológicas y por las que esconden su antisemitismo tras el eufemismo antisionista, representadas por algunos editorialistas y periodistas paradigmáticos en la prensa progresista, y por varios miles de tuiteros cuya filiación política intentaremos ubicar.
Palabras clave: México; antisemitismo; antisionismo; discurso de odio; medios; redes sociales

 

ABSTRACT:

This article aims to analyze the main discursive manifestations of Mexican anti-Semitism. the period between 1890 and the 1960 decade, they developed mainly within the framework of the restrictive immigration mestizophile-xeno-phobic State policies and of some of the right wing political organizations. the period between 2000 to 2015, this discourse has essentially been raised by the voices of those of the above mentioned ideological currents, and of those who hide their anti-Semitism behind the anti-zionist euphemism, represented by some columnists and journalists that are paradigmatic in this sense in the progressive press, and by several thousand twitters whose political affiliation we will try to locate.
Keywords: Mexico; anti-Semitism; anti-zionism; hate speech; media; social networks

El antisemitismo mestizófilo e ideológicamente conservador entre 1890 y la década de 1960

Hoy se reconoce, si bien no sin dificultad, que México, a pesar de su mestizofilia1 y debido a ella, ha desarrollado un racismo sui generis hacia sus pueblos originarios y hacia los afrodescendientes. Sin embargo, aún no se reconoce que nuestro país, cargado de su particular malinchismo, sea racista hacia la morenura de sus “mestizos” y xenófobo hacia otras minorías llegadas de fuera (Yankelevich, 2009; Gleizer, 2011; Gall, 2013). Como parte de esta xenofobia, el antisemitismo mexicano casi siempre se ha manifestado en el ámbito discursivo (Bokser, 2011: 45), no como una postura de Estado o bajo la forma de violencia física contra los judíos.

La historia de nuestro antisemitismo moderno tiene sus orígenes más en una construcción fantasmagórica que en un correlato real: un “antisemitismo sin judíos” (Lomnitz, 2010). Hubo un brote de antisemitismo durante el porfiriato temprano, paralelamente al caso Dreyfus, dirigido contra la elite tecnòcrata cercana al porfirismo, “los científicos”. Ellos tomaron partido a favor de Dreyfus, al contrario de los católicos, para quienes Dreyfus era una metáfora para describir a los traidores “que estaban vendiendo la patria a los Estados Unidos”. Dado que contra “los científicos” existía el temor a la traición, al cosmopolitismo -entendido como antinacionalismo- y al poder de las altas finanzas, la oposición los acusó de ser “los judíos de México, [aunque] la primera ola de inmigración judía a México no tuvo lugar sino hasta 1910” (Lomnitz, 2010: 12).

A finales del maximato, la crisis económica de 1929 impactó en la agudización del nacionalismo mexicano. Aparecieron agrupaciones “intensamente nacionalistas, furibundamente anticomunistas” (Pérez, 1993) y xenófobas. Junto al antisemitismo surgieron los sentimientos y las violentas prácticas antichinas (Gómez, 1991). Durante los años siguientes, los comités xenófobos proliferaron. Atacaban a grupos que quisieran inmigrar a México (Yankelevich, 2009): “México para los mexicanos”. Comunistas y judíos eran apaleados. En 1939, una manifestación contra la presencia de Trotsky en México lo acusaba de ser judío, y por ende, de no tener patria, de propagar el ateísmo y de “participar en los empréstitos judíos a los gobiernos, reclamando como un interés adicional el apoyo a las teorías comunistas como medio de provocación a las guerras intestinas que surten al judaísmo pingües rendimientos” (Yankelevich, 2009: 87).

A partir de 1934, las autoridades mexicanas cerraron radicalmente las puertas del país a la inmigración extranjera (Yankelevich, 2009), en parte con el argumento de que muchos “otros” de fuera -pertenecientes a 27 nacionalidades, religiones, etnias o de piel negra- no eran asimilables a nuestro mestizaje indoeuropeo. Gleizer (2011) muestra cómo México, a pesar del discurso gubernamental solidario con los pueblos perseguidos por regímenes totalitarios, entre 1933 y 1945, los años del nazismo, sólo autorizó 2 250 ingresos legales de judíos europeos que pedían asilo con desesperación.

Durante las décadas de 1950 y 1960, el antisemitismo fue sobre todo la prerrogativa de algunas derechas mexicanas. Su más preclaro exponente -expulsado de El Yunque4 por “exceso de antisemitismo”- fue Salvador Borrego, periodista nega-dor del Holocausto nazi y simpatizante del fascismo alemán. En 1953, Borrego publicó Derrota mundial, reeditado 48 veces. En él afirma que el complot judío internacional explica que Occidente se uniera contra los nazis (Ruiz, 2007).

El discurso de odio antisemita mexicano reciente, escondido tras el eufemismo antisionista

Las manifestaciones antisemitas de las derechas no sorprenden. Sin embargo, como explica Moishe Postone, algunas izquierdas han sido sumamente activas en avalar aseveraciones coincidentes con las tesis derechistas del antisemitismo moderno que caracterizan al judío como inmensamente poderoso:

El antisemitismo se puede distinguir de otras formas esencialistas, como la mayoría de las formas del racismo, por su carácter populista y aparentemente antihegemónico, antiglobal. Mientras que la mayoría de las formas de pensamiento racializado comúnmente le imputan un poder corporal y sexual concreto al Otro, el antisemitismo moderno atribuye un enorme poder a los judíos, que es abstracto, universal, global e intangible. En el corazón del antisemitismo moderno reside una noción de los judíos como sinónimo de una conspiración internacional, secreta, inmensamente poderosa (Postone, 2006: 93-110).

Esta postura, agrega Postone, ha contribuido mucho a que el antisemitismo moderno sea adoptado por movimientos de carácter antiglobal, que gozan de gran legitimidad entre la izquierda. Cuando éstos lo adoptan, contribuyen de manera paradójica a colocar a todos los judíos en un lugar de vulnerabilidad, fabricado con ese material que los generaliza como sólo y esencialmente poderosos y victimarios imperialistas. El odio a los judíos, dice el historiador Jean Meyer, “ha dejado de ser vergonzoso y es cada día más abierto, sin tapujos ni complejos. El antisemitismo es un elemento discursivo que unifica a nazis, ultramontanos y antisionistas de izquierda” (Salmerón, 2014a).

En el ámbito internacional, una parte del discurso antiisraelí7 o antisionista se ha relacionado, sobre todo a partir de la década de 1990, con la clara y muy preocupante profundización del colonialismo contra los territorios palestinos ocupados. Parte de ese discurso no es antisemita y señala acertadamente la creciente derechización de los conservadores israelíes, practicantes del apartheid contra los palestinos y de la agresión contra la izquierda y el centro israelíes (La Jornada, 2014).8

Sin embargo, el discurso de una parte de los sectores progresistas es antisemita. Vaya por muestra este botón: en enero de 2013, el Programa de Posgrado en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) organizó un evento para apoyar a Palestina Ya. Colectivo de Solidaridad con Palestina. En el marco de su respuesta a ciertas preguntas, Raquel Rodríguez, integrante de dicha organización, señaló:

Hay mucha literatura que habla de que el Holocausto no fue lo que ellos nos plantearon […] ni es cierto que había ese gas con el que los encerraban para ducharse ni nada [.]; que el Holocausto fue una gran mentira. Si hubieran matado a seis millones de judíos, ya tendríamos la suerte de que no hubiera judíos en este planeta […]. Los votos en la ONU [Organización de las Naciones Unidas] a favor del Estado de Israel fueron comprados […]. Recibieron un cheque en blanco con todos los ceros que le pudieron poner. Y hoy en día, cuidado con México, porque […] todas las empresas inmobiliarias que están funcionando en México son de judíos. Y nos están acabando y nos están vendiendo nuestros espacios verdes.9

Algunas voces se indignaron por el antisemitismo de esta exposición y porque ni los asistentes ni quienes estaban en el presidium reaccionaron ante ella. Enrique González Ruiz, entonces director del posgrado, se disculpó: “fue una cosa que cayó en el vacío; nadie le hizo caso. El evento terminó y nos fuimos a nuestra casa”.10 Considerando insuficientes estas disculpas, algunos profesores de la UACM repudiaron el suceso:

Nuestros colegas del posgrado […] no fueron suficientemente claros en deslindarse de la señora Rodríguez. El sionismo, por lo menos en sus tendencias dominantes, es una práctica colonial en perjuicio del pueblo palestino. Pero sionismo no es sinónimo de judaísmo. Todos los intentos de asociar judíos a sionistas, y en consecuencia atacar a los judíos como tales, son criminales y deben ser repudiados duramente. No puede existir un “antisemitismo de izquierda”, y no puede haber ni la menor confusión entre la lucha contra el sionismo y la hostilidad hacia los judíos o el judaísmo. La negación del exterminio de millones de judíos es una ideología de extrema derecha que en nada ayuda a la causa palestina […]. Repudiamos todos los colonialismos y todos los racismos […] contra los palestinos […] pero también contra los judíos […] y demás oprimidos de la tierra.11

Ejemplos arquetípicos del discurso antisemita en la prensa progresista

Este apartado no pretende ser exhaustivo del contenido antisemita escondido tras el antisionismo de la prensa mexicana de los primeros 15 años del siglo XXI, sino hacer un análisis del tipo de discurso antisemita del que habla Postone (2006) en algunas columnas y artículos, paradigmáticos en este sentido. Entre ellos se encuentra, sobre todo, la columna bisemanal “Bajo la lupa”, escrita por Alfredo Jalife-Rahme en La Jornada, el principal diario nacional de izquierda. Esta opinión ha sido tan arquetípica de este discurso que ha provocado polémica. La corriente que su autor representa no es mayoritaria entre las izquierdas mexicanas, pero varias de sus voces la combaten con el argumento de que “para impedir el preocupante crecimiento de un racismo y un antisemitismo de ‘izquierda'” (Salmerón, 2013a), es necesario señalar a este columnista de La Jornada, “como […] un difusor del odio y de la descalificación como herramientas de ‘análisis’, y de la calumnia y la difamación como mecanismos de ‘debate'”. El 19 de junio de 2002, Jalife planteaba:

El megaespeculador cosmopolita George Soros […] recurre a sus mismas tácticas de siempre para contribuir a la limpieza “étnico-financiera” deliberada de Brasil […]. El “favorito” de Zedillo (la pieza del sefardita francoandaluz naturalizado fast track como “mexicano”, Joseph-Marie Córdoba) orquestó con las corredurías de Nueva York la peor crisis financiera de “México” desde la caída de Tenochtitlán.

Desde luego que Soros, un cosmopolita con máscara farisaica (sic)12 de “filántropo” […], fue “invitado especial” de su correligionario [Jorge] Castañeda Gutman al “disenso de Monterrey” […]. Las similitudes en toda Latinoamérica son notables: [y éstas se encuentran] entre los cosmopolitas y correligionarios Joseph-Marie Córdoba y George Soros (Jalife-Rahme, 2002a).

El 26 de junio, Alejandro Frank (2002) -físico de la Universidad Nacional Autónoma e México (UNAM)- escribió a “El correo ilustrado” de La Jornada:

En esa columna [Jalife] califica repetidamente de “cosmopolitas” a George Soros y a algunos conocidos personajes políticos de México, afirmando que éste es un “correligionario” de Jorge Castañeda y del “sefardita” Joseph-Marie Córdoba. El término cosmopolita, como el señor Jalife bien sabe, ha sido históricamente utilizado en forma despectiva y peyorativa contra el pueblo judío. Sean cuales fueren las graves faltas cometidas por Soros, Córdoba o Castañeda, su origen étnico-religioso no desempeñó papel alguno en ello, aunque el señor Jalife insinúa lo contrario.

El 28 de junio, la respuesta de Jalife (2002b) en el mismo espacio fue:

Que en los hallazgos “nucleares” del doctor Frank […] resulten ” judíos” [Soros y Castañeda] (lo cual nunca dije expresamente […]) ya no es mi asunto, lo cual no significa que tampoco me dé cuenta que existe una diferencia entre un “banquero judío” y uno “no-judío”, debido a los naturales intereses grupales compartidos en Wall Street y en la City. Para resaltar el camaleonismo oportunista de J. M. Córdoba fue importante señalar su pertenencia “sefardita” […]. Las comunidades judías tienen una gran responsabilidad en depurarse y de no dejar a sus peores genocidas globales sueltos (financieros y militares). De lo contrario pecarán de complicidad.

Dos días después, Adolfo Gilly (2002), historiador de la UNAM y también articulista de La Jornada, protestó:
No veo cómo pueden “depurarse” […] las comunidades judías dispersas por el mundo, en las cuales existen las más diversas y encontradas corrientes de pensamiento, sin contar ya a infinidad de personas de ascendencia judía que no se consideran parte de aquéllas. Tampoco alcanzo a ver por qué, si no practican tales depuraciones, esas comunidades tan diversas serán cómplices de lo que haga cualquiera que tenga antepasados judíos: la doctrina de la “responsabilidad colectiva” es precisamente la que practica Ariel Sharon contra los palestinos. Menos entiendo, todavía, por qué se persiste en invocar la ascendencia judía de ciudadanos mexicanos al momento de criticarlos, cuando lo pertinente sería discutir sus ideas o sus actos.

Varias polémicas como éstas han habitado las páginas de “El correo ilustrado”, la sección de cartas abiertas de La Jornada.13″Bajo la lupa”, del 7 de diciembre de 2008, se tituló “Las guerras de Obama, Ambrose Evans-Pritchard y Robert Gates” (Jalife, 2008b). Su pregunta central, respondida de manera afirmativa, fue: “¿Propició la banca israelí-anglosajona la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?”. Esto provocó que el 18 de diciembre apareciera en La Jornada un desplegado titulado “Contra el antisemitismo”, firmado por 650 ciudadanos mexicanos de diversas pertenencias identitarias y políticas:14

El reciente ataque a hoteles y otros sitios públicos en Bombay afectó a miles de víctimas inocentes, provocó cerca de 200 muertes y ha sido reivindicado por un grupo radical islámico […]. El único terrorista capturado reveló que los atacantes eran miembros de la organización militante Lashkar-e-Toiba, basada en Pakistán. ¿Acaso sugiere Jalife que esas organizaciones son el producto de los intereses judíos, intereses a los que él siempre homogeneiza y empalma con aquellos a los que él llama la banca israelí-anglosajona? Entre los muertos hay 40 musulmanes, al menos 6 judíos [de la Casa Nariman, sede de la organización judía ortodoxa Chabad-Lubavitch] y gente de 10 países, incluyendo una ciudadana mexicana. El secuestro, tortura y asesinato de las víctimas tuvo al mundo en vilo por largas horas […].

Como lectores de La Jornada, un diario que se precia de defender la justicia y la verdad, creemos que es grave (y un amplio grupo de personas lo consideran así) que el Sr. Jalife-Rahme lleve años […] utilizando información sesgada y mal intencionada, haciendo generalizaciones discriminatorias y procediendo a una sistemática campaña de desinformación en contra de un grupo muy variado de personas […], cuyo “pecado” es su origen o su identidad judía, una adscripción que no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme […]. El Sr. Jalife falta gravemente al respeto a las numerosas víctimas [de Bombay] -musulmanas, judías y otras- con sus absurdas especulaciones. Falta también al respeto a los propósitos que animan a La Jornada, a la inteligencia de sus lectores y a sus editorialistas serios e imparciales.

En su columna del 28 de diciembre, “¿Seré ‘antisemita’, en verdad?”, Jalife15 concluía que no, que él es antisionista: no es antisemita señalar que “‘el mayor estafador del mundo’, ‘el ‘banquero israelí ‘ Bernie Maddoff, maneja(ba) los fondos del Mossad (ver The Spoof; 15/12/08)”, y expatrió los 100 mil millones de dólares de su estafa a Israel, y que “Lehman Brothers, joya de la banca israelí anglosajona (¿prefieren ‘sionista-anglosajona’?) […] detonó el tsunami financiero global […] y expatrió 400 mil millones de dólares a Israel días antes de su quiebra”.16

Adolfo Gilly denunció entonces que el autor de “Bajo la lupa” tomó por fuente periodística fidedigna, para avalar “la expatriación del dinero de Maddoff a Israel”, la publicación satírica británica The Spoof -la parodia- y otras de carácter esotérico,17 a pesar de que “abajo, en letras rojas y tipo grande, The Spoof publica como propio desmentido la siguiente y rotunda advertencia: ‘La historia precedente es una sátira o una parodia. Es totalmente inventada'”:

Que The Spoof sea citado como fuente de autoridad por un columnista de fama internacional y nacional provocará sin duda en los británicos redactores de dicho periódico, si llegan a enterarse, un estallido incontrolable de hilaridad. Puede apostarse a que se precipitarán al pub más cercano a brindar gozosamente a la salud del mencionado columnista (Gilly, 2008).

A partir del 18 de diciembre, tuvo lugar, en “El correo ilustrado”, un debate de más de mes y medio entre simpatizantes y detractores de Jalife, atravesado por la violenta respuesta israelí -“operación Plomo Fundido”- contra la franja de Gaza, comenzada el 27 de diciembre tras los ataques con cohetes de Hamas a Israel. En ella participaron, entre otros, varios de los firmantes del desplegado “Contra el antisemitismo”. Uno de ellos, Carlos Monsiváis (2008), abrió el debate con “En defensa de los derechos humanos de palestinos”:
Se ha probado reiteradamente el absurdo de identificar a todo el pueblo judío con las políticas represivas del Estado israelí (eso es antisemitismo) […].18 Es también evidente y de modo trágico la actitud devastadora de los dirigentes israelíes en lo tocante a los derechos palestinos […]. Se requiere […] la defensa de los derechos humanos de los palestinos, y el apoyo para la creación de su Estado.

Claudia Sheinbaum (2009), destacada integrante del Gobierno del Distrito Federal conducido por López Obrador y del hoy partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), defendió los tres lados de su identidad como dignos y compatibles: su origen judío secular, su nacionalidad mexicana y su filiación ideológico-política de izquierda. El periodista Miguel Ángel Granados Chapa (2008) publicó en su columna el artículo “Contra la judeofobia”. Más adelante, intervinieron en esa polémica otras personas de la izquierda mexicana. Pablo González Casanova y otros, por ejemplo, sólo se pronunciaron, en “El correo ilustrado” de La Jornada, por una defensa de los derechos de los palestinos (29 de diciembre de 2008).

Analicemos el discurso de otro artículo paradigmático de nuestro tema: “Judíos mexicanos, ¿decentes o sionistas?”, publicado por la periodista progresista Sanjuana Martínez, el 4 de agosto de 2104, en la versión en línea de Sin Embargo, en medio de la nueva ofensiva militar israelí contra Gaza. Indignada con razón por los comentarios racistas antipalestinos que el publicista mexicano Carlos Alazraki pronunciara en un mitin de apoyo al gobierno israelí el 27 de julio,19 Martínez escribió que no veía a judíos “decentes” protestando en México contra la masacre de los palestinos, como sí los veía en otros países: “en México viven más de 50 mil judíos […]. ¿De verdad, ninguno de ustedes va a protestar por la masacre del pueblo palestino? El silencio los convierte en cómplices”.

Dos cosas aquí son preocupantes. Primero, ¿cómo es que una periodista de investigación tan acuciosa no hizo una búsqueda en internet para apreciar si su afirmación de que “ningún judío mexicano” expresó críticas públicas hacia las políticas del gobierno israelí era veraz o no? No lo era, ya que varios artículos de prensa, conferencias y cartas a los diarios escritos por judíos mexicanos expresaron una clara oposición a dichas políticas y a la creciente derechización de este régimen. Por ejemplo: Jacobo Dayán, especialista en derechos humanos y consultor internacional, “Gaza: la crisis humanitaria” (La Silla Rota, 29 de julio de 2014); Pedro Miguel, “Gaza y el antisemitismo” (La Jornada, 12 de agosto de 2014); Arnoldo Kraus, “Ser judío” (El Universal, 10 de agosto de 2014); Mauricio Meschoulam, “Antisemitismo/antisionismo” (ElUniversal.mx, 18 de agosto de 2014); Eduardo Mosches, “Comenta artículo de Ilán Semo” (La Jornada, 4 de agosto de 2014); 56 firmas al calce de una carta abierta “Piden reconocer a Palestina como Estado” (La Jornada, 18 agosto de 2014).

El 17 de julio de 2014, Benjamín Temkin, José Hamra, Esther Shabot y Jaime Salinas fueron ponentes en un evento de análisis de la situación en Israel y Palestina. Ante 300 personas de la comunidad judía fueron extremadamente críticos del régimen israelí. Una parte del público aplaudía, otra escuchaba respetuosa y una minoría indignada expresó: “¡Éste es un evento de la izquierda!”.

En segundo lugar, la afirmación de Martínez es discutible en el sentido de que la decencia y el sionismo estén, por definición, peleados a muerte. Martínez se adscribe a una definición de sionismo cuya total veracidad no cuestiona: “la justificación ideológica [desde finales del siglo XIX y sin matices] de la agresión imperialista del Estado de Israel contra los palestinos y de la limpieza étnica que se practica en Gaza y Cisjordania” (Salmerón, 2015a). El sionismo es visto aquí como un todo sin corrientes, debates ni conflictos internos; como sinónimo del peor, más descarnado y más asesino colonialismo imperialista existente en nuestro planeta; como el mal absoluto. Esta forma de ver a esta compleja corriente ideológico-política nacida a finales del siglo XIX es ahistórica, pero también es extrañamente parecida -aun si Martínez no es consciente de ello- a la forma en la que, desde la judeofobia medieval o desde el antisemitismo moderno, se ha construido al pueblo judío como un solo bloque creador del mal absoluto.

Existen otras definiciones de sionismo. Una de ellas aboga por no perder de vista la acepción del término en su origen: la defensa del derecho de los judíos a tener un Estado-nación propio, y la defensa, una vez que éste se creó, de la legitimidad de su existencia. Aquellos sionistas que se adscriben a esta definición: 1) están conscientes de que cuando este Estado nació, su nacionalismo se construyó, como todos los nacionalismos -no sólo los de las potencias imperialistas- sobre bases excluyentes de la otredad y racistas; 2) saben que ha estado y sigue estando conformado por enemigos de la agresión colonialista de Israel a los palestinos y de las crecientes prácticas de apartheid de muchos colonos israelíes en Cisjordania y en la frontera con Gaza, y 3) nunca quisieron y no quieren que Israel exista sobre sus actuales bases y principios, por lo que han luchado para que se retorne a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días (1967), se asegure la existencia de un Estado palestino independiente y se “restablezcan las bases del Estado israelí para que no tengan que ver con la dimensión religiosa [o étnico-religiosa]. Esto con el propósito de que en ese territorio la judeidad sea únicamente una realidad cultural […] protegida por las mismas leyes que protegen los derechos de los otros [ciudadanos de esta nación]” (Butler, 2003), y que así se asegure su transformación en una democracia legítima y pluricultural.

 

Twitter

México es la decimoprimera nación del mundo con más cantidad de usuarios de internet: 45.1 millones, la mayoría jóvenes. De cada diez mexicanos, nueve utiliza las redes sociales más populares (Islas, 2013; CEDITIM, 2013). Twitter está dando voz a muchos que no la tienen en los medios masivos de comuncación. Éste es “su colesterol bueno”.22 Su “colesterol malo” es que “o el tuit es cínico o se da por descartado […]. Lo políticamente incorrecto dicta su ley, la aberración se considera de culto […]. Una lógica neo-cínica parece llevar las de ganar” (Saviano, 2013). Las redes sociales exhiben un claro discurso de odio del ciudadano anónimo, que pasa de la violencia “pasiva” a una expresión indirecta de hostilidad, a una forma de incitar violencia “activa” (Council of Europe, 2014: 134): “El contador de discurso de odio de Conapred [Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación]” muestra cómo “a diario se difunden […] entre 15 y 20 mil mensajes de odio por motivos de género, racismo y orientación sexual” (Arellano, 2014). “Los hashtags discriminatorios más frecuentes al día son: ‘chacha’ con más de 701 000 tuits, ‘jodido’ con más de 493 578, ‘zorra’ con 747 638, ‘puto’ con 538 979 y ‘naco’ con 96 941” (Conapred, 2014: 10).

En el tema del antisemitismo, Twitter México ha sido una importante vía para difundir el discurso de odio. El hashtag #esdejudíos apareció y feneció a finales de 2012. Fue construido por tuiteros política e ideológicamente indeterminados que publicaban, precedido por #esdejudíos: “tener mucho dinero y a la vez ser muy avaros”, “vivir en un cenicero”, “ser bien prendidos”, “inventar un Holocausto”, “crucificar a Cristo. Lo que no sabían es que tiene el súper poder [sic] de la resurrección”, “¡traer un código de barras en el antebrazo!”, “tener una panadería que se llame los hornos de Hitler”, “casarse con las primas, hermanas y tías”, “usar pijamas de rayas”, “hacer jabón a base de sus abues [sic] y hermanos y así en los hornos”, “ser asquerosamente tacaños. Pero, por Dios, no han de soltar ni un peso…..Hitler, ¿dónde estás?”.

A partir de diciembre de 2011, empecé a investigar sobre el discurso de odio antisemita en Twitter México. Revisé, antes que nada, la cuenta @AlfredoJalife, en la que el antisemitismo verbal tenía casi nulas cortapisas. Así descubrí a un grupo de tuiteros que fue creciendo sin cesar. El 9 de mayo de 2014, Twitter canceló esta cuenta debido a las protestas sistemáticas por su discurso antisemita y calumniador. Ese día, la cuenta ésta tenía 34 000 seguidores, quienes -independientemente de si son trolls o no- siguen activos y se declaran “de izquierda antisionista”. Desde finales de 2011, dí seguimiento puntual a muchos de ellos, en constante comunicación entre sí

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