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¿Qué pasará si el dólar se derrumba?

 

Matteo Castagna

 

Por Matteo Castagna

La embajada rusa en Kenia publicó la siguiente declaración en Twitter: “Los países BRICS planean introducir una nueva moneda comercial, que estará respaldada por oro. Cada vez más países han expresado recientemente su deseo de unirse a los BRICS”.

Este movimiento hacia la desdolarización, simboliza el fin potencial del reinado del dólar estadounidense como moneda de reserva global. Sin duda, los impactos de este cambio se desarrollarán en los próximos meses, lo que sugiere el fin de la era de dominio estadounidense y el comienzo de una nueva era de estabilidad económica y prosperidad para las naciones BRICS+.

En la próxima reunión conjunta de los BRICS,  a realizarse, en Johannesburgo, entre el  22 y el 24 de agosto, Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y varios otros estados africanos y latinoamericanos deliberarán sobre el asunto.

John Maynard Keynes (1883 – 1946) escribió que no hay forma más segura de derrocar un sistema económico que socavar la confianza en su moneda.

La economía estadounidense, si bien sigue siendo la más grande del planeta, hoy representa solo el 20% del PIB mundial. La primacía del dólar, a nivel geopolítico, coloca a Estados Unidos en una ventaja inigualable, especialmente en el área de las materias primas, como el gas natural y el petróleo, que la Reserva Federal puede jugar como mejor le parezca frente al comercio internacional. Pero la crisis política, luego de las elecciones de medio término, entregó la mayoría en el Congreso a los republicanos y una estrecha mayoría a los demócratas en el Senado.

Filippo Gori, en Limes (n.6/2023) escribe: “El riesgo de incumplimiento, resultante de la falta de aumento del techo de la deuda, daña la confianza en los Estados Unidos y en el dólar, es decir, en la estabilidad económico-política del país que apuntala la supremacía de su moneda en el sistema financiero mundial. No solo eso. El costo para los países que mantienen reservas de divisas en dólares -generalmente acumulado con la compra de valores del Tesoro de EE.UU.- de una posible insolvencia estadounidense pesa sobre el uso del dólar en los intercambios internacionales. La recurrencia de las crisis del techo de la deuda, por lo tanto, no solo representa un riesgo para la estabilidad económica de la economía más grande del mundo, sino también es una amenaza para el papel dominante del dólar en el sistema financiero internacional”.

En ese contexto, favorecería la entrada al mercado global de monedas alternativas, como la que adelantaron a los medios los voceros de BRICS+. De nuevo Gori observa con agudeza: “la fragmentación geopolítica cada vez mayor, el aumento de las tensiones económico-estratégicas y el creciente uso del dólar como herramienta de política exterior, por parte de Estados Unidos, están empujando, sin embargo, a los rivales estratégicos de Washington, sobre todo Rusia y China, hacia sistemas de pago independientes del dólar. Pekín, por volumen de importancia comercial y económica, es hoy el único país capaz de ofrecer uno”.

Muchos países podrían perder su fe en el dólar si, como aparece en el horizonte, Estados Unidos experimenta crisis recurrentes de techo de deuda. Es cierto que, como concluye Filippo Gori, “no hay forma más segura de derrocar el sistema económico actual que socavar la confianza en su moneda”.

Sin embargo, la crisis americana no es sólo de carácter económico, pues, está en marcha un desarrollo multipolar destinado a marginar al dólar, tanto como social como políticamente.

Las posiciones pro-Zelenski de los estadounidenses y de la UE parecen enfriarse, ya que tiene prohibido ingresar a la OTAN, tal vez para no provocar a Rusia y mantener los intereses financieros estadounidenses al tanto de los cambios, que vio una etapa importante en la reunión entre el siempre vigente Henry Kissinger y el presidente chino, Xi Jinping.

En las convulsiones socioculturales de la ideología woke, que cambia todo paradigma natural y evidente, consagrando la dimensión a menudo distópica del absurdo como forma de la nueva normalidad, el Occidente liberal, formado por Europa, parece seguir, sin razón, la deriva ultramarina, que corre el riesgo de hundirse miserablemente si se disminuye la gravitación del dólar y, por lo tanto, se reduce considerablemente el poder global de los estadounidenses. En lugar de rechazar con obstinación un mundo multipolar, el pacto atlántico debería mirar al resto del mundo sin prejuicios, recuperándose de la miopía que lo atenaza, porque el proceso de cambio de poder ya está en marcha y es poco probable que dé un paso atrás.

Los BRICS+, aunque con diferentes matices, mantienen una visión de la vida muy alejada de la liberal, que se acerca a la de la ortodoxia católica en el campo ético y moral. Para ellos es inconcebible que un hombre se llame a sí mismo mujer, como sanciona la Corte de Trapani, así como son inaceptables la mercantilización de los cuerpos, el generismo y las consecuentes comodidades del Viejo Continente americanizado y poscristiano. El llamado paquete progresista-globalista, moriría con un fuerte debilitamiento de los Estados Unidos de contenido mundialista.

.Para no acabar como los filisteos, las instituciones europeas deberían recordar una gran lección de uno de los más grandes intelectuales y escritores ingleses del siglo pasado, como es G.K. Chesterton (1874 – 1936) quien sobre la Ortodoxia, publicado en 1908, ya había captado lo esencial: “La ortodoxia no es sólo el único guardián seguro de la moral y el orden, sino que es también el único guardián lógico de la libertad, la innovación, el progreso. no podemos hacerlo con la teoría científica, según la cual la materia precede al espíritu, sino con la teoría sobrenatural según la cual el espíritu precede a la materia […]

Si deseamos que la civilización europea rescate las almas cuando las ataca, debemos insistir con firmeza en que, de hecho, están en peligro, en lugar de afirmar que el peligro al que están expuestas es, en última instancia, irreal. […] Especialmente si deseamos proteger a los pobres debemos estar a favor de las reglas fijas y dogmas claros. Las reglas de un club favorecen, ocasionalmente, a los miembros más pobres. La tendencia de un club siempre es a favor de los ricos”.

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