Voces del Periodista Diario

Rusia y Europa: ¿Un divorcio para siempre?

Matteo Castagna

Por Matteo Castagna

Cuando en Rusia se piensa en Europa, no se entiende sólo un concepto de carácter geográfico, sino, sobre todo, se observa un concepto cultural, histórico, metafísico, simbólico, al que aspira Rusia.

La idea de Europa es un sueño incumplido porque no incluye a Rusia que se siente parte integrante de ella. Los grandes intelectuales rusos de hace doscientos , y los progresistas de hace trescientos años, aspiraban a un Viejo Continente que incluyera a su patria.

En cambio, tras el colapso de la Unión Soviética, la Unión Europea, apoyada por los EE.UU., estableció una relación con la otrora potencia zarista, dictando toda una serie de normas y disposiciones legales. Sin embargo, la estructuración de la Europa contemporánea y la de la Federación Rusa son casi contemporáneas. Rusia apareció en el mapa político el 25 de diciembre de 1991 y la Unión Europea nació en febrero de 1992.

La compatibilidad entre las dos “Federaciones”, pudo haber sido un objetivo de progreso político, ético, cultural y económico, como así también geográfico. La integración de dos mundos muy similares, libres del comunismo, habría aportado una enorme riqueza al Viejo Continente. Habría creado dinámicas internacionales entre estados, impensables hoy. En cambio, primó la indiferencia o, más aún, la desconfianza de Occidente y la total indisponibilidad de la única Superpotencia del momento, que creía perder terreno y espacios de poder a favor de la que era su enemiga histórica.

La posición de los países europeos, a pesar de que tuvieron alguna vinculación con Putin, en un pasado no precisamente remoto, se orienta hacia un divorcio definitivo, completamente vinculado a los intereses atlantistas.

Probablemente, por primera vez en la historia, Europa ya no es el centro del mundo, como imagen ideal, porque el contexto global ha cambiado.

El lector se hará, con naturalidad y espontaneidad, la pregunta siguiente: ¿Qué significa ser un país de cultura europea, en un mundo cada vez menos eurocéntrico?.

Fedor Luk’janov, en Limes (5/2023), sostiene que “Europa ya no aspira a tener un papel central, pero, en la medida en que se puede juzgar, aspira a ser la ‘esposa predilecta del Señor'”, que tiene, su bandera, Estrellas y Rayas. Rusia, a partir de la Operación Militar Especial en Ucrania, está fuera de este paradigma, siendo catalogada como un mal absoluto a vencer. Junto a Rusia, Turquía se está posicionando como un socio privilegiado.

Los detractores de la Rusia de Putin ya hablan de su autoaislamiento, mientras que, en el Kremlin, Rusia ha sido definida como un “Estado-civilización por derecho propio”. El desapego entre Europa y Rusia, tanto desde el punto de vista físico como el económico, se produjo de forma repentina y contraria al sentido común de ambas partes.

En esta situación, que es caótica y profundamente incierta, hay un reforzamiento, para algunos una absorción total, de Europa hacia ultramar, mientras que, claramente, Putin está intensificando las relaciones con los países asiáticos y de Medio Oriente, en particular con Irán y Arabia Saudita y, en todo caso, guiñando un ojo a la galaxia pro-palestina.

Hoy, Asia parece ser el centro del desarrollo mundial. China y la mayoría de las naciones del mundo no tienen la intención de jugar a ser la alfombra de los Estados Unidos.

En este contexto, Rusia no debería aspirar a ser el Líder mundial que suplante a los Estados Unidos porque esto terminaría en un océano de sangre, pero, de nuevo como observa el ruso Luk’janov, en Limes, Rusia debería crear las condiciones para convertirse en un “poder (nación) indispensable” en un futuro próximo. Este poder indispensable tiene que ser de tal forma que sin él no se va a ninguna parte, como sostuvo, en la década de 1990, Madeleine Albright.

En cierto sentido, la India se está posicionando, ahora, de esta manera. La era del Occidente mesiánico ha terminado.Tampoco se aceptará una Rusia mesiánica o una China que exporte su modelo a Roma.

En cambio, una Rusia como país del Sentido Común, con una fuerte identidad cultural e ideales derivados del Cristianismo podría convertirse en un excelente garante del equilibrio mundial, “que tiene mucho que dar a quienes se relacionen con él a través del respeto”. Esta es una de esas locas fantasías que, hasta ahora, sólo encuentran un lugar entre los deseos de Lukyanov y los míos.

Articulos relacionados

Rusia frustra dos ataques con drones contra su infraestructura civil

Voces Diario

Biden firma una orden para presionar al Gobierno federal para que compre productos hechos en EE.UU.

Queman cuernos de rinoceronte de un millón de dólares en zoológico de San Diego