Voces del Periodista Diario

Clausura de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre drogas y perspectivas futuras

 

MODERADOR: A continuación, escucharemos a la señora secretaria de Relaciones Exteriores de México, Alicia Bárcena.

ALICIA BÁRCENA IBARRA, SECRETARIA DE RELACIONES EXTERIORES: Distinguidos presidentes Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro.

Estimado canciller Leyva.

Colegas.

Amigos y amigas:

México reconoce y agradece el esfuerzo de todas las delegaciones participantes para lograr este documento final y las ricas contribuciones que han hecho, lo mismo para las organizaciones de la sociedad civil y de las Naciones Unidas.

Gracias al pueblo y gobierno de Colombia, de las autoridades de Santiago de Cali por su generosa anfitrionía.

Permítanme destacar los puntos, 10 puntos de este documento que hoy acordamos:

Primero, se reconoce el valor de las convenciones internacionales en materia de estupefacientes y sustancias psicotrópicas y su tráfico.

Segundo, se analizaron los acuerdos en los últimos encuentros internacionales y ver cómo se pueden ajustar a las nuevas prioridades.

Tercero, se reitera la necesidad de contrarrestar de manera integral las consecuencias del problema mundial de las drogas y las causas estructurales, primarias, de desigualdad, pobreza, falta de oportunidades y violencia. Dar prioridad al desarrollo, con énfasis a las poblaciones en situación de vulnerabilidad con proyectos de vida sostenibles y viables, acordes con las realidades de nuestros países. Fortalecer los factores de protección comunitaria, pero sobre lograr el tránsito hacia actividades licitas, sin renunciar al compromiso internacional de afectar el tráfico ilícito de drogas.

Cuarto, se trata de cambiar el paradigma, reconociendo el fracaso de la guerra contra las drogas e identificando cuáles son los temas que debemos abordar con un nuevo paradigma. Se trata de implementar políticas para reducir la demanda a través de prevención universal, selectiva e indicada, con atención a la salud mental, a sus adicciones, a la intervención temprana, al tratamiento, a la atención, la rehabilitación, la recuperación y, sobre todo, afinar nuestros programas educativos con campañas donde participen los propios jóvenes.

Muy importante para todos y para México en particular, romper los nefastos vínculos entre el tráfico ilícito de drogas, la delincuencia organizada trasnacional y especialmente el tráfico de armas de fuego y municiones, que son la otra cara de la moneda de la delincuencia.

Y la tala ilegal, la trata de personas, el tráfico ilícito de migrantes, el lavado de activos y la corrupción.

 

Por supuesto, el medio ambiente, porque fíjense que por cada kilogramo de metanfetaminas se generan 10 kilos de residuos químicos.

Entonces, se trata… El noveno punto es esencial, contar con la comunidad internacional, pero, pero, denunciamos la estigmatización de nuestros campesinos y nuestros migrantes. No son traficantes, son trabajadores en busca de oportunidades.

Finalmente, destaco que se acordó crear un grupo de trabajo de seguimiento, integrado por todos los Estados de la región, con el fin de avanzar en una construcción reflexiva y ajustada a las realidades de cada país para abordar el problema mundial de las drogas sobre la base de este documento y, ojalá, crear una alianza latinoamericana antinarcóticos, como lo sugirió Bolivia. Se trata de construir una visión común, a partir de las reflexiones de este grupo y llegar, por cierto, a la cumbre internacional de drogas en 2025 con una visión común.

Y termino parafraseando al colombiano más mexicano, Gabriel García Márquez, porque en su discurso de recepción del premio Nobel de Literatura en 1982 dijo: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios’. Por ello, México y Colombia nos esmeramos por construir un entendimiento, una visión progresista y acciones netamente latinoamericanas y caribeñas sobre esta problemática. 

Muchas gracias. 

MODERADOR: Con un caluroso saludo al pueblo mexicano, a continuación, damos paso a las palabras del señor presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador. 

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas, amigos, participantes de esta Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre drogas. 

Celebramos esta iniciativa del presidente Gustavo Petro y coincidimos con las conclusiones de este encuentro, de esta conferencia. Sólo voy a referirme a asuntos de carácter general y al final quiero puntualizar sobre lo que trata el documento que se va a suscribir de manera conjunta. 

Pienso que lo fundamental para enfrentar el flagelo de la drogadicción y de la violencia está en atender las causas, con un nuevo criterio, no pensar sólo en medidas coercitivas. Tenemos que poner por delante el criterio de que la paz es fruto de la justicia. Tenemos que luchar primero contra la pobreza, contra la desigualdad.

Para enfrentar el problema de la violencia hay que ofrecer empleos, buenos salarios, atender a los jóvenes, garantizarles la oportunidad de estudio, de trabajo; también, fortalecer nuestros valores culturales, morales, espirituales, tenemos que utilizar toda la reserva de valores que hemos heredado de las grandes civilizaciones que florecieron en nuestra América.

Eso está ahí, por esas culturas nos hemos salvado ante pandemias y terremotos e inundaciones, y malos gobiernos, y corrupción, y otras calamidades.

¿Qué es lo que nos saca siempre adelante?

Nuestras culturas, nuestro pasado, nuestras grandes civilizaciones. 

Con todo respeto, esto no viene de hace 500 años, y nos trajeron la civilización, ya en todos nuestros pueblos habían florecido grandes culturas, con mucho desarrollo en todos los campos de la vida pública.

Entonces, fortalecer lo que somos, nuestra identidad, nuestra idiosincrasia. Imagínense la ventaja que tenemos de que nuestras familias son muy fraternas, muy unidas. Y esto viene de lejos, no es de que como en otros pueblos, lo digo con todo respeto, los jóvenes llegan a la adolescencia y ya se tienen que ir de la casa; aquí no es así, por eso hasta abusan y se quedan más de la cuenta, pero son nuestras costumbres, nuestras tradiciones.

¿Qué hacen los jóvenes solos? ¿Qué, no es importante el amor en la familia, el apapacho?

Entonces, tenemos que fortalecer eso. Y también, contrarrestar el consumismo, el modelo materialista, el lujo barato, entender que la felicidad verdadera es estar bien con uno mismo, estar bien con nuestra conciencia y estar bien con el prójimo. De modo que tenemos que fortalecer todos estos valores y enfrentar el modelo que han venido imponiendo, individualista, que no nos ayuda en nada. 

Pienso que, aunque no sea un problema nuestro propiamente o que no nos afecte de manera directa, tenemos la obligación moral y por humanismo debemos de participar en el combate al consumo del fentanilo en Estados Unidos, es una pandemia que están enfrentando. No es un asunto nada más cuantitativo, no es nada más decir ‘pierden la vida 100 mil jóvenes cada año por el consumo del fentanilo’ y dar la espalda y decir ‘a nosotros no nos importa’, tenemos que actuar con humanismo y entender que, independientemente de nuestras diferencias, por encima de banderías partidistas y de posturas ideológicas, están los derechos humanos y el principal derecho humano es el derecho a la vida.

Y ayudar en todo lo que podamos. Desde luego, hacerlo con respeto a nuestras soberanías y también buscando que se procure atender ese problema de fondo. Porque no es eliminar el fentanilo; si hay consumo, es que algo anda mal en esa sociedad. Porque puede desaparecer el fentanilo y va a surgir otra sustancia igual de dañina o peor.

Puntualmente diría algunas cosas, para terminar:

Que nosotros procuremos con inversiones propias y también con inversión de organismo financieros internacionales apoyar más la actividad productiva del campo en nuestros países, para sustituir la siembra de marihuana, de amapola, de cocaína, por la siembra de maíz, de frijol, de cacao, de café, frutales y miles de millones de árboles frutales y maderables, con el propósito también de cuidar nuestra naturaleza. 

Nosotros tenemos en México un programa que se llama Sembrando Vida. Estamos apoyando de manera directa con empleo permanente a 440 mil productores, que se les (falla de transmisión) para que cultiven sus parcelas, sean ejidatarios, comuneros, pequeños propietarios y que siembren árboles frutales, maderables, ya en más de un millón de hectáreas. Esto podría hacerse para recuperar la selva tropical y como un plan de reforestación; significa también dar empleo, ocupación. 

Lo segundo, no permitir nunca más el saqueo de los recursos naturales de nuestros países. Más que una pandemia, una peste, es la corrupción y hay que desterrarla. En el caso nuestro, nada ha dañado más a México que la deshonestidad de sus gobernantes y de la oligarquía.

Promover el desarrollo con bienestar. Nosotros decimos: por el bien de todos, primero los pobres. Hay que atender a todos, hay que escuchar a todos, hay que respetar a todos, pero hay que darle preferencia a los pobres, a los más necesitados.

Cuatro, evitar la desintegración familiar. La familia es la institución de seguridad social más importante que tenemos. En la izquierda hemos cometido el error de la dejar el tema de la familia a la derecha, al conservadurismo, y nosotros nos ocupamos de lo comunitario, de lo colectivo, de lo social. No, tenemos que comenzar todas nuestras acciones pensando en una sociedad mejor desde las familias.

Y lo otro, que es también básico, atender a los jóvenes. En el caso de nuestro país es muy vergonzoso que nunca se hizo nada por los jóvenes, lo más destacado fue que en el sexenio pasado se acuñó la frase discriminatoria de llamarles a los jóvenes ‘ninis’, que ni estudian ni trabajan; ahora es distinto, ahora se está atendiendo a los jóvenes.

Sólo un programa, Jóvenes Construyendo el Futuro, está atendiendo a dos millones 600 mil jóvenes. Los que ya no tienen opciones de estudio, de trabajo, se les contrata y trabajan como aprendices en empresas, en talleres, en el campo. Y es tan importante el programa que el 65 por ciento de los que reciben esta formación, se quedan ya a trabajar ya de manera permanente, los contratan en las mismas empresas. 

¿Qué hacemos con esto también?

Es quitarles el semillero a las bandas de la delincuencia, que no enganchen a los jóvenes, que los jóvenes tengan opciones, tengan alternativas. De modo que esto debe tomarse en cuenta. 

Ya dije y repito, hacer ver por todos los medios que solamente lo barato se compra con el dinero, como diría el poeta, y que sólo siendo buenos podemos ser felices. Nada del modelo este de las series famosas de las muchachas y los muchachos guapos, y de las residencias y de los carros de lujo; hay que mostrar la otra cara de la moneda: cómo el que consume fentanilo pierde la vida en seis meses y se quedan chimuelos y andan como zombis. Pero de eso no se habla, ni se difunde nada en los medios de comunicación convencionales, todo lo pintan de color de rosa. Entonces, si es importante informar, 

Y para el caso nuestros, de nuestros países, orientar mucho más, porque, imaginemos, si aumenta el consumo de fentanilo en nuestros países, sería terrible. Entonces, sí hay que prevenir y hay que orientar mucho.

Por último, el presidente Petro lo sabe muy bien y lo aplica, no debemos optar por el uso de la fuerza, no a la guerra. Yo celebro estar aquí en Colombia. La verdad es que escribí un texto para leerlo, pero lo voy a decir después, en una rueda de prensa.

Estuvimos platicando. Es nuestro hermano, nuestro compañero el presidente Petro. Y fue una bendición para Colombia el tener a este presidente.

Aunque lo voy a decir al rato, me voy a repetir: ayer me comentaba que antes en Colombia se decía que la oligarquía se creía inglesa, que la izquierda de Colombia se sentía franceses, pero que el pueblo de Colombia se sentía mexicano. 

Muchas gracias.

MODERADOR: Muchas gracias, señor presidente Andrés Manuel López Obrador.

A continuación, se dirige a ustedes el señor presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro Urrego.

GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA: Y que el pueblo mexicano se sienta colombiano y que todos nos sentimos latinoamericanos, que es el objetivo de esta conferencia, la latinoamericanidad.

Y el Caribe, que no es latina, y los pueblos afros, que no son latinos, y los pueblos indígenas, que tampoco son latinos, esa es nuestra diversidad, americanos, y somos americanos, en esta diversidad que es tan fundamental.

Tengo que ser aquí el (inaudible) protocolario, se me había olvidado. Tengo que agradecerle a usted, señor presidente, compañero presidente. Mañana estaremos a donde asesinaron a un compañero presidente. Tengo que agradecerle por la hospitalidad que México va a otorgar al quinto ciclo que se va a realizar en el mes de noviembre, en el diálogo de paz entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional, ELN.

Esperemos, ha venido avanzando con pasos ciertos, como nunca había ocurrido, el proceso de paz entre el Estado, la sociedad y el ELN, y esperemos que con su hospitalidad demos aún pasos todavía mayores en un tema que tiene que ver con la paz de Colombia, que en el fondo es también la paz de América Latina y en cierta forma el mundo porque hacemos parte de este planeta. Y tema que, si lo miro desde la perspectiva de la paz, tiene que ver con este tema que estamos aquí dialogando y discutiendo. 

Le agradezco al gobierno mexicano su presencia aquí: a Andrés Manuel López Obrador, a su delegación, a los ministros, ministras de relaciones exteriores, embajadores, jefes de misiones diplomáticas acreditadas en Colombia, observadores internacionales, delegaciones de los países que nos acompañan, el gobernador del departamento del valle encargado, José Fernando Gil; el alcalde de Santiago de Cali, Jorge Iván Ospina, aquí presente; a los medios de comunicación nacionales e internacionales, a todos los presentes. 

Han participado 17 países a ese nivel, participantes y hay 10 países más que han sido observadores de este evento, este evento que con el presidente Andrés Manuel López clarificamos un poco, ideamos en México, cuando fui ahí en la visita, tiene un propósito. Yo soy un poco más afanado en conseguir los propósitos y estos temas tendrán mucho más largo aliento que incluso nuestra propia existencia; pero tiene un propósito, y es que América Latina hable por sí misma y no repita los discursos oficiales del poder mundial.

En este tema específico, que podamos a partir… Porque hemos vivido la experiencia, la estamos viviendo, de estos 50 años en el caso de Colombia, que es donde comienza este problema, que ahora es un problema americano en todo el sentido de la palabra, de las Américas, pero tenemos esa experiencia de 50 años, una experiencia sanguinaria y feroz.

Y se empieza a repetir desde hace algunas décadas en otros países, México. Por eso, quizás el hecho de ser Colombia y México los citantes de esta reunión tiene un sentido, un valor, en el planeta Tierra, en la humanidad.

Porque nosotros somos las mayores víctimas de esta política. Y empiezo por subrayar la palabra ‘víctimas’, no victimarios. En los 50 años nos han señalado como victimarios y ha sido tanto el temor ante el poder mundial de nuestros dirigentes de la política que entonces lo único que hemos hecho es, de una manera vergonzante, porque sabemos qué pasa en nuestros países… Hay un dicho popular en Colombia, que es ser papistas que el papa, es decir, repetir el discurso oficial de la lucha o de la guerra contras las drogas durante 50 años, repetirlo y repetirlo, porque creemos que, si nos separamos una coma, que si decimos: Oiga, esperen, ustedes no tienen razón, señores de la unión norte o señores de Naciones Unidas, o señores del gobierno de los Estados Unidos, o señores del gobierno ruso, no tienen razón, entonces nosotros mismos no lo decimos, nos autocensuramos porque le tenemos temor a que nos digan que estamos aliados con el narcotráfico.

Claro, como aquí se produce la mayor parte de la marihuana y de la cocaína que durante estos 50 años señalaron el curso fundamental en el tiempo de la llamada guerra contra las drogas. Entonces, nos da miedo decir, oiga lo que ustedes que tienen la mayor parte de los consumidores de esas drogas en sus sociedades, nos da miedo decirles que están equivocados y repetimos y repetimos un discurso oficial, que si fuese por simplemente las palabras sería de pronto hasta inocuo, pero resulta que tiene unas consecuencias dramáticas en nuestras propias sociedades. 

Y que nuestro silencio en estos 50 años ha sido cómplice con un genocidio en nuestros países, porque eso es lo que ha provocado la política oficial de guerra contra las drogas, en nuestra América Latina, un genocidio. 

Y nosotros somos dirigentes políticos y sociales, unos de derechas, otros de izquierdas, otros no saben qué son, otros buscando alternativas, otras y otras y movimientos que nacen en nuestra juventud y dinámicas, cuál es nuestra responsabilidad alrededor de este tema, que cada vez más determina los destinos de nuestras sociedades, cada vez más.

Antes pensábamos que era un problema de Colombia, nosotros encerrados, inundados de nuestra propia sangre, solos, pero hoy no es así. Hoy, precisamente la dinámica de la política, llamada guerra contra las drogas, hecha en Estados Unidos hace 50 años, trasladada a la Unión Europea y por ahí a las Naciones Unidas, ha hecho víctima a toda las sociedades latinoamericanasversus consecuencias, las mismas que había en Colombia, pero trasladadas ahora a Chile, Argentina, Uruguay, a Paraguay, a Brasil, a México, a Centroamérica toda, Venezuela, a las islas del Caribe. Hay un país ya destruido hoy, no fue Colombia que resistió, es Haití, es destruido por este tipo de política, todo, su estado fallido, su sociedad inmersa en la autodestrucción.

La sociedad que le gritó a todos nuestros países hace dos siglos, la palabra ‘libertad’. Qué paradoja, como si cerraramos en círculo, allí donde por primera vez se habló de república, de libertad, de democracia, es donde está hoy al final de esos dos siglos de vida republicana de nuestra Latinoamérica el final de ciclo, la autodestrucción. Eso no es una coincidencia, eso llama a una reflexión y a unas posiciones que tenemos que tomar sin miedo y sin temor.

La política llamada guerra contra las drogas ha fracasado, no sirve. Si la continuamos, no vamos sino a sumar otro millón de muertos en América Latina y vamos a tener más Estados fallidos y vamos a tener, quizás, la muerte de la democracia en nuestro continente, quizás.

Y voy a tratar de explicarlo, porque es el inicio, yo sé, de un debate entre nosotros, pero que tiene que ser entre nosotros. Por eso queremos una conferencia de presidentes de América Latina, para continuar esta discusión en sus tonalidades, nosotros le llamamos ‘godas’ conservadoras, fundamentalistas, extremistas, otras científicas, otras, progresistas que ojalá se junten a las visiones científicas que deben de ser los verdaderos faros de las decisiones de la política. Es la ciencia la que nos tiene que guiar.

En esto no hay puntos finales, este es un debate, un proceso, unas experiencias en camino, pero hay que admitir las equivocaciones; si no, nos salimos de la trampa, porque es una trampa.

Veamos. Yo soy economista, soy hombre de izquierda, fui insurgente, peleé en estas montañas, progresistas mi electorado, no es la inmensa mayoría de la sociedad colombiana, es la mitad de la sociedad colombiana. Nunca una persona como yo había podido ganar las elecciones en este país.

Este país es relativamente conservador, pero me atrevo, aprovechando este espacio de la historia al que tengo oportunidad de decir lo que pienso sobre esta materia. Soy economista y quisiera abordarlo un poco desde la profesión y desde el ABC que todo muchacho, muchacha, que entra a estudiar economía aprenden en el primer semestre lo básico. No hay que ser un experto.

Las drogas son un mercado, un mercado, ¿no?, todo lo aceptamos aquí, es un mercado. Un mercado tiene una oferta y tiene una demanda. Dice el ABC de la economía que esa interacción genera algo que se llama el precio; ABC, nada nuevo bajo el mundo, consenso en el pensamiento económico.

Entonces, ¿qué hacemos frente al mercado de las drogas? Tesis: deberíamos reducir la demanda. Dice Juan B. Say, padre de la economía: ‘Toda oferta crea su propia demanda; o al revés, toda demanda crea su propia oferta’.

¿Cómo se reduce la demanda en un mercado?

De primera, alguien diría: ‘Pues elevando el precio. Entre más elevado el precio, menos demanda hay’. Esa es una tesis.

Más o menos, si da en el café, se da en estos dulces, en unas guayaberas que me regala el presidente, se da en los aretes, se da en las camisas, en pantalones, en toda mercancía, ¿cierto? Si se reduce la demanda, ojo, se reduce el precio; si aumenta la oferta, aumenta el precio, ¿estamos? Si aumenta la demanda, aumenta el precio, como el pan.

Entonces, si nosotros reducimos la demanda de las personas que consumen estas sustancias, sin decir si es buena o mala, si no si reducimos la demanda, ¿qué sucedería en el mercado de las drogas?, s e cae el precio.

Y si se cae el precio, ¿quién se enriquece?, quizás nadie, incluso todos quebrarían del lado de la oferta, se acaba el narcotráfico, amigos y amigas. Para acabar el narcotráfico hay que reducir la demanda.

Ahora, la demanda se reduce, en el caso de las drogas, a partir del precio. Es el precio la variable que mueve el consumo de las drogas, de tal manera que, si yo elevo sustancialmente el precio, se acabaría la demanda; o al revés, ¿no?

La demanda por drogas depende no del precio, depende de unos factores y ahí el problema. Según la ciencia de gentes que se vuelven adictas sin saber, incluso todavía no sabe, porque una persona se vuelve adicta al alcohol y otra consumiendo el mismo alcohol no o al café que tiene cafeína, no. Hay adicciones que habría que desde la ciencia mitigar, tesis discutidas en la Bogotá Humana.

Las adicciones crecen, porque hay falta de afectos en la sociedad, es decir, de amor.

¿Cuál es el antídoto contra el consumo de drogas?

El amor. Mire qué diferente el discurso oficial al que estamos pronunciando. Hay sociedades que se van quedando sin amor, que van rompiendo las comunidades, porque hay que competir y, entonces, el hombre del éxito y la mujer del éxito y lo que ven por los comerciales.

¿Cómo es un hombre de éxito, Álvaro?

Más o menos así como Álvaro.

¿Cómo es una mujer de éxito? ¿Cómo le venden a uno eso en la cabeza, en la educación que hacen los medios de comunicación y la publicidad y el mercado alrededor del éxito de una persona?

Se van rompiendo las familias, va siendo la soledad. La soledad aparece como el factor de mayor producción de consumo de drogas, las sociedades con más soledad son más consumidoras.

¿Es la mexicana la más consumidora? ¿Es la colombiana?

¿Qué, no hicimos arriba una calle y los muchachos y las muchachas están mirando entre sí? Vayan a una calle en Bruselas o en Nueva York, ¿y qué encuentran?

La experiencia de andar en una calle bogotanda o caleña a una calle norteamericana, Norteamérica de los Estados Unidos es totalmente diferente, no simplemente por culturas, es porque así lo produjo un sistema económico.

Antes los franceses bailaban alrededor del vino, que es una droga, y sus fiestas eran enormes en los pueblos franceses; hoy no hay, sino soledad.

El capitalismo en su fase más tardía llevó a las sociedades que hoy consumen drogas, a la soledad y por eso consumen drogas, la droga remplaza la falta de afecto y la soledad. Ah, pero esto no se puede hablar entonces, ¿por qué?, porque la política oficial no está en este mercado en recortar la demanda, está es en recortar la oferta, y a la fuerza; la demanda no está aquí en la política oficial. Y miren las cosas que se van produciendo en estos discursos, que se vuelven como verdad cierta y que son simple hipocresía.

Recortar la oferta por decreto y usar el Estado para acabar la oferta, esa es la guerra contra las drogas, ¿sí o no? 

¿Y no nos enseñaron los mismos Estados Unidos, la misma experiencia histórica y lo que hoy es Rusia, que el Estado no puede acabar el mercado? Si yo escucho a la derecha, ¿no me está diciendo exactamente eso, que qué equivocación de los bolcheviques, de los socialistas, de los comunistas, ahora dicen de los terroristas, de pretender que desde el Estado y por decreto se podía acabar el mercado?, que fue lo que pretendió el socialismo soviético ¿o no? 

Fracasó el socialismo soviético, fracasó, ese mundo no era cierto, no se puede acabar el mercado por decreto, no se puede con el Estado acabar el mercado, el mercado subsiste, lo cual significa que el socialismo no se construye desde el Estado, pero. bueno, esa es otra discusión. 

Si esa es la experiencia histórica que hemos vivido en el siglo XX, si la ilusión del socialismo soviético desapareció en el 89 y convencimos y nos convencimos nosotros y todos que el Estado no puede acabar el mercado, ¿cómo es que aquí en esta política y guerra contra la droga nos dicen que el Estado puede acabar el mercado?, ¿no es una contradicción en los términos? 

Oigan, si la Unión Soviética se acabó, ¿ahora nosotros pretendemos que el Estado acabe la oferta, por decreto, usando los fusiles, los militares, las naves?

Nos invitan a una conferencia en la Unión Europea en la Unión Europea de ministros de Defensa. ¿No debería de ser más bien de ministros de Salud Pública?, me pregunto yo. ¿O es que el fentanilo lo van a acabar con fusiles?

Apenas entra el fentanilo a la Unión Europea, se produce exactamente lo mismo que en los Estados Unidos: 100 mil muertos jóvenes al año, dos veces la guerra de Vietnam. La cocaína en Estados Unidos mataba cuatro mil al año y la marihuana ninguno, ninguno, y ahora son 100 mil.

¿Con fusiles, con calabozos, con cárceles privadas, metiendo otros 10 millones de norteamericanos a la cárcel, así se va a acabar? Pues esta guerra pensada así contra toda evidencia ha fracasado, ha fracasado.

Si yo digo esto en una prensa, en un medio de comunicación, siempre alguien me va a decir: ‘Oiga, es que usted está pensando que entonces toda la juventud se vuelva drogadicta; usted está pensando, usted es un aliado de los narcotraficantes’, ya me lo dicen. No, porque cada dólar que se invierte en recortar la demanda ayuda a la familia a que no se produzca la adicción.

Cada dólar que vaya al hospital público, al médico, a la salud mental, a sicólogos, a sicólogas, a jugar en los jardines infantiles, a crear amor, ayuda a reducir la demanda por drogas; pero cada dólar que se dedica a recortar la oferta, haces crecer el precio. Y si crece el precio, los narcotraficantes tienen más dinero para comprar fusiles, para comprar vehículos blindados, para comprar misiles, para comprar políticos, para comprar senadores, para comprar generales, para comprar jueces, para comprar presidentes. Y entonces aquí está nuestra historia latinoamericana reciente.

Si cogemos a todos los presidentes y políticos que han sido puestos presos y condenados por sus relaciones con el narcotráfico en todos nuestros países, encontraríamos que todos repetían el discurso oficial de la guerra contra las drogas, más papistas que el papa. Hipócrita.

Aquí en Colombia ordenaban fumigar decenas de miles de campesinos con un veneno que se llama glifosato. Sus bebés, sus perros, sus familias, sus cultivos de pancoger, todo, ‘porque así se combatía el narcotráfico’, decían.

Ordenaban ir a los campos y el que tuviera un campo de hoja de coca, capturarlo y meterlo en la cárcel, 25 por ciento de los presos. El que vendía droga en un barrio, cogerlo preso, generalmente era un joven, y a la cárcel; y el que consumía, a la cárcel, cualquiera que fuese la cantidad de droga que tuviera en un bolsillo.

Una guerra entre la policía y la juventud civil en los barrios populares, una guerra todos los días, todas las noches. Y ese mismo político que ordenaba hacer eso se abrazaba en las noches en los clubes con el más grande narcotraficante de Colombia.

Y va firmado en mis discursos, los senadores de la República hacían por las mañanas las listas de quiénes iban a ser asesinados y por las noches hacían leyes de la República. El 35 por ciento del Senado de la República en la época paramilitar era aliado de los paramilitares, que era la organización de narcotraficantes más grande del mundo; 35 por ciento del Senado de la República, todo fue a parar a la cárcel.

Estados que se estaban volviendo narco-Estados, ese es el producto de la guerra contra las drogas. Claro, en Viena, en las convenciones, hablando con los norteamericanos en Washington, o allá en Bruselas, todos son antinarcotraficantes. Saludan al jefe de la política antidrogas de los Estados Unidos por la mañana, cogen el avión y después se abrazaban con Pablo Escobar en las noches con las niñas. Hipocresía.

El efecto no es simplemente ese, la hipocresía de una política, el efecto es que murieron un millón de latinoamericanos en estos 50 años, un millón, y allá en Estados Unidos cogieron 10 millones a las cárceles, de negros y latinos la mayoría. 

Y nuestros Estados hoy tienen regiones, subregiones, bajo control mafioso, no bajo control de la democracia; incluido Haití, que está todo ya bajo ese control. 

Y hemos tenido presidentes que son narcotraficantes, y políticos, y dirigentes, en todas las vertientes de la ideología, y el culpable ha sido el campesino, el humilde y los hemos llevado a la cárcel y les hemos bombardeado sus cultivos y en Colombia hay una guerra eterna que se extiende, no que se quita de Colombia, sino que empieza a aparecer en sus formas o que es el Comando Rojo en Brasil o el Jalisco, el Sinaloa y no sé qué vainas.

Ejércitos privados cada vez más fuertes con capacidad de derrotar o comprar Estados y eso se ha vuelto América Latina, el país de los poetas y los escritores. Y de la belleza, como digo yo, los países de la belleza se han vuelto eso, ese es el resultado de una política desastrosa y equivocada a la cual hay que ponerle punto final, y es América Latina la que tiene que hablar y decidir, porque es la víctima, la víctima, no la victimaria. 

Y están engañados los de la Unión Europea y están engañados los centros de poder mundial, porque están escapándose de una discusión en donde el culpable es el campesino andino o de la selva amazónica y no se cuestionan por qué en su sociedad tantos jóvenes consumen solitariamente drogas hasta matarse. Ese es el problema central.

Como esa discusión lleva un cuestionamiento del estilo de la sociedad, entonces América Latina tiene que ser la culpable, porque no quieren asumir esa discusión.

Miren. La guerra contra las drogas comenzó con la marihuana. Nixon y el movimiento hippie que le llenaba el mall de millones de jóvenes peleando contra la guerra en Vietnam. ¿Fue así o no fue así?

Los hippies consumían marihuana y LSD. Ni el LSD mata, ni la marihuana mata, pero ahí decretó la guerra, porque no quería que la juventud norteamericana atacara la guerra en Vietnam. Y resulta que se producía marihuana en Colombia, en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Esa decisión de Nixon creo la mafia colombiana. Una por ahí que había en la Sierra Nevada de Santa Marta. Ahora hace 50 años tenemos mafias cada vez más poderosas, multinacionales, ya no son colombianas, ya no son mexicanas, son americanas, por la marihuana.

¿Cuánta gente mataron en Colombia por la marihuana? ¿Cuánta gente colombiana fue encarcelada por la marihuana? ¿Y no acaba la Convención de Viena de decir que la marihuana es una medicina? 

Entonces, ¿quién nos devuelve los muertos?, ¿quién nos devuelve el dolor de las familias?, ¿quién nos devuelve al Estado en que Colombia no tenía mafias?, ¿quién?

O sea, nos mataron gente porque sí, por dominar, porque un señor godo, regodo, como Nixon, se le ocurrió que los hippieseran su enemigo y entonces tenían que volver la marihuana un delito, y se tiraron a Colombia, se tiraron nuestro país, lo dañaron de esa manera, y todavía bajo ese precepto mantienen esta política que llaman guerra contra las drogas, para que muera un millón de latinoamericanos más.

Ya en perspectiva, en 50 años el fentanilo les mataría cinco millones de norteamericanos y había otro millón de muertos latinoamericanos y cuántos millones presos. Fracasaron, eso no sirve, así no es, no se puede recortar la oferta, corrompemos al ejército, a la policía, al Estado, corrompemos la democracia, la matamos. 

Tenemos que proteger a los consumidores, tenemos que construir unos entornos alrededor de los consumidores que no son nada más especial, tecnológicamente hablando, que amor. Allá en Estados Unidos tiene que construir más amor, en Europa menos carros más amor, menos lujos, más amor, menos calles de moda más amor, y verán cómo se reduce la demanda.

Lo mismo nosotros los latinoamericanos. Puede haber las toneladas de fentanilo que haya, con capacidad de matar medio país, porque sólo se necesita la punta de este lápiz para echarla en este café y la persona tiene una altísima probabilidad de quedar adicta y volver 50 veces más poderosa que la heroína y mata. 

Le pasa a los Estados Unidos. Pueden producir toneladas así en un día y tendríamos una pandemia peor que el COVID, peor que todo. ¿Cómo nos defendemos de eso? Eso no se produce en los campos, no se produce en América Latina, no lo producen campesinos, no es una planta, es simplemente una fabriquita que combina unos químicos. 

¿Cómo van a combatir eso? 

Eso se combate con amor, señores. El fentanilo se vuelve nada un polvo por ahí, no sé qué color tendrá. Nada, no sirve, no se vuelve mercancía si no hay quién la consuma. Y para que no haya quién la consuma, la sociedad tiene que ser solidaria, calurosa, amorosa.

¿Eso no lo produce el capitalismo?, pues cámbienlo, si quieren realmente la vida; o regulen ese capitalismo para que haya espacios de amor y solidaridad en la sociedad. Pero no nos vengan a echar aquí la culpa y a producirnos otro millón de muertos y acabar con América Latina, que además ya ni producimos el tal fentanilo, esto va a cambiar y bastante.

Los laboratorios de cocaína van a estar en España y en Bruselas, allá donde está la Unión Europea, allá hay laboratorios de cocaína junto al Parlamento Europeo, en los grandes puertos europeos.

Laboratorios de cocaína no están aquí en Cali, se los están llevando, porque allá necesitan pureza para competir con el fentanilo.

Se acabó, señores.

Entonces, lo que yo le propongo —que me extiendo mucho, ese es mi problema— lo que yo le propongo a los expertos, las expertas que han venido aquí, delegaciones participantes de América Latina y observadores de fuera es que nos reunamos los presidentes, demos un paso más. Lo que yo propongo es tener voz diferente y unificada que defienda nuestras sociedades, nuestro futuro y nuestra historia, y dejar de repetir un discurso fallido que ya fracasó. Sin vergüenza, sin vergüenza, es lo que significa la palabra, ¿por qué?, porque no tenemos nada que ocultar, porque los que han cometido los errores no somos nosotros realmente. Los que hemos puesto la sangre somos nosotros, los que hemos puesto el dolor somos nosotros, los que nos han destruido la belleza somos nosotros; la ilusión, somos nosotros.

Allá también hace 50 años, como en una paradoja, allá en La Moneda mataron a un presidente, porque tenía una ilusión e hizo ilusionar a su pueblo con la justicia social. Ahí acabaron un camino, que hasta ahora retomamos.

Por eso mañana estaremos allá, para decirle al pueblo latinoamericano que es el momento de reconstruir la ilusión y la esperanza. Y no es repitiendo guerritas y guerras tan sanguinarias y feroces y tan equivocadas como mal llamada guerra contra las drogas, mirando las drogas como un problema militar y no como un problema de salud en la sociedad.

Gracias. Muy amables.

MODERADOR: Muchas gracias.

Con las palabras de los señores jefes de Estado de México y de Colombia, y con la participación de todas las delegaciones que nos acompañaron durante estos tres días de conferencia latinoamericana y del Caribe sobre drogas, así como los miembros observadores, damos por concluida la conferencia.

Presidencia de la República | 09 de septiembre de 2023

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