Por Mouris Salloum George (*)
Ante un panorama de desolación en términos de crecimiento económico, seguridad pública, salud, educación, obras del sector público, inversiones, vivienda, falta de empleo, desatinos en la justicia y en la impericia de los operadores estrella de la Cuarta Transformación, se ha reculado hacia destinos poco imaginables. Triunfó la costumbre.
Sí algo puede salir mal, saldrá peor, y después de corregirlo, el ciclo se repetirá de manera infinita y con consecuencias cada vez más severas,? es en términos sencillos la amenaza real de la famosa cuarta ley de Murphy que ha demostrado la infalibilidad del desastre. En México ha resultado certera desde que tenemos memoria. Hoy no es la excepción.
Queriendo llegar al país justo, hemos regresado a algún lugar al que nadie daba un ápice por volver. Presumiendo retornar de todos lados, hemos confirmado que nunca salimos de donde estábamos. Que, si estábamos mal, hoy que dicen estamos bien, podemos estar peor.
Pero mucho cuidado con la Cuarta Ley de Murphy. Ésa es implacable. Lo que empieza mal, siempre saldrá peor. Y a este paso podría ser reformada por el Congreso para quedar como Ley de Finagle: Algo que pueda ir mal, irá mal en el peor momento posible. Y es que en el camino se quedaron saldos y rezagos, tribunos incendiarios de Morena que ya se reeligieron en sus cargos, millones de mexicanos que perdieron el ánimo de luchar…
México ya no va a ningún lado. Sólo regresó al hoyo de donde creíamos que había salido.
Desde hoy, a guardar las pancartas, las mantas, los micrófonos y las angustias. Deberemos sentarnos frente al televisor en espera de mejores noticias. Al fin y al cabo, los indicadores y encuestas dirán que somos muy felices y que todo ha sido arreglado en los mejores términos para este país con cien millones de desesperados.