Voces del Periodista Diario

Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses

VOCES DEL DIRECTOR

Mouris Salloum George

Revista Voces del Periodista

Edicion-393

Para alguien que nació en Madrid, pasó sus años mozos en Paraguay, estudió en las aulas del alma mater
de Franklin D. Roosevelt -el Colegio de Harvard- y se especializó en Estudios Latinoamericanos, suponemos
que le es familiar esta oración:
“Mexicanos: Encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz.
Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes
de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como
entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
El mensaje lo pronunció el restaurador de la República mexicana, don Benito Juárez, en su entrada triunfal
a la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867, después de haber derrotado y expulsado a los invasores franceses.
Entre el poderoso y el débil, el desierto
Juárez murió el 18 de julio de 1872. Lo sucedió quien, durante su mandato, fue ministro de la Suprema Corte de
Justicia y secretario de Relaciones Exteriores, Sebastián Lerdo de Tejada.
Desde 1863, don Sebastián fue acompañante cercano de Juárez durante su gestión como presidente de la
República peregrina por las áridas regiones del norte de México. Acaso esas experiencias ilustraron su expresión:
Entre el poderoso y el débil, el desierto.
En la lectura coloquial, esa frase fue acomodada: Entre México y los Estados Unidos, el desierto.
Entre 1861 y 1865, con la Presidencia itinerante de Juárez, coincidió el periodo presidencial de Abraham
Lincoln. Éste, como representante ante El Capitolio tres lustros antes, había condenado por injusta la guerra de
despojo de los Estados Unidos contra México (1846-1848).
Tenemos un nuevo representante de la Presidencia imperial
Trump mandó a México a su embajador en la persona de Christopher Landau. Nació en Madrid el 13 de
noviembre de 1963, nueve días antes de que, en Dallas, Texas, fuera asesinado el presidente John F. Kennedy.
En su legado político-literario, Kennedy dejó su obra, Una nación de inmigrantes, editada un año después de
su muerte. Su consulta en estas horas críticas evitaría tanta violencia contra los transterrados, que no lo son por
voluntad propia, sino obligados por el lacerante subdesarrollo y la hambruna.
Por Harvard pasó el embajador Landau. Su biografía lo presenta como un hombre culto. Sus trabajos académicos
merecieron summa com laude; testimonio de alabanzas.
Abocado a los Estudios Latinoamericanos, en su hoja académica Landau acredita una tesis sobre las Relaciones
de Estados Unidos con el gobierno de izquierda de Venezuela.
Alude el título al periodo de la segunda mitad de la década de los cuarenta del siglo XX, en el tránsito de la
presidencia de Roosevelt a Harry S. Truman.
En ese periodo, en Venezuela se produjo la Revolución de octubre que dio la presidencia de la Junta Revolucionaria
a Rómulo Betancourt -fundador de Acción Democrática-, cuyo gobierno postuló elecciones populares
de Presidente mediante el sufragio libre y directo, la institucionalización de los partidos políticos y el combate
a la corrupción administrativa.
En 1959-1964, Betancourt ejerció un segundo mandato constitucional. Legisló la Reforma Agraria e incorporó
a Venezuela a la OPEP. Fue víctima de un fallido complot urdido por el dictador dominicano Leónides Trujillo,
tripulado desde Washington.

Que se le quite a México el estigma de “patio trasero”
Consideramos las notas de contexto como referencia del conocimiento que posee el nuevo embajador estadunidense
de la cultura iberoamericana y de la historia contemporánea de América Latina. ¿Qué puede esperar de
ello el gobierno mexicano de la cuarta transformación?
Al menos un estilo diplomático que disuelva la leyenda negra que coloca a México como el patio trasero
de los Estados Unidos.
Son muchos los fierros en la lumbre que Washington ha metido a la forja mundial, donde Donald Trump
actúa como chivo en cristalería.
Lo que a los mexicanos importa, como un acto de legítima defensa, son las relaciones bilaterales.
Diplomacia que atempere la fatalidad geográfica
Depende ahora del Presidente López Obrador tomar la iniciativa en el orden de prioridades que, desde luego,
respondan a los intereses comunes que priman la fatalidad geográfica, sin olvidar que…
Hasta ahora, la diplomacia mexicana ha pretendido, infructuosamente, una política del buen vecino, sin logar
romper la jettatura que señala que nosotros somos los buenos y, los Estados Unidos, simplemente los vecinos.
Lo advirtió en su oportunidad John Foster Dulles: Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses. Lo
que se espera es que Landau suavice por lo menos el lenguaje de la insolencia y haga un esfuerzo por separar la
política electoral interna de su jefe, de la soberanía del Estado mexicano.
Wilson: Estados Unidos, no sólo humanos, sino humanitarios
Hace un siglo, en días aciagos, el presidente Thomas Woodrow Wilson declaró: Estamos en la gran oportunidad
de probarle al mundo que los Estados Unidos no solo son humanos, sino humanitarios; que actuamos bajo
no otros motivos que el mejoramiento de las condiciones de injusto sufrimiento de nuestro vecino y el sincero
deseo de compartir la causa de la libertad.
Ni la libertad ni la democracia se exportan; se ejercen y se respetan como inalienables derechos propios y de
terceros porque, como lo dejó escrito Juárez, el respeto ajeno es la paz.

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