Por Diego Pappalardo
El atentado ejecutado, en dos momentos consecutivos, contra la República Islámica de Irán, en cercanías del Cementerio de los Mártires de Kerman, en visperas del Cuarto Aniversario del Asesinato Internacional del Teniente General Qasem Soleimani es, franca y claramente, un intento exasperado de los actores rivales del poder policentrista de Irán.
Esta actividad, que fue caracterizada como terrorista por los gobiernos de Irán y por otros estados clave de la política internacional, está enmarcada en la aplicación de la denominada “Zona Gris”, que es un mecanismo que consta de instrumentos y acciones que activa y emplea el actor débil en una disputa o conflicto entre dos o más bandos, destacándose en ella dos notas distintivas principales, aunque no son las únicas.
La primera es que el escenario resultante de la activación y el funcionamiento del mecanismo no genere un entorno de guerra directa, convencional y amplia entre las partes.
En tanto, la segunda característica basal es la transferencia de la responsabilidad de la escalabilidad del conflicto que hace el activador débil hacia el actor fuerte.
Por lo tanto, cuando la parte interesada implementa dicho mecanismo lo hace pensando en que no habrá una guerra directa con su rival, sobre todo, cuando este último tiene una mentalidad y un ser que es esencial y operativamente estratégicos.
Es importante mencionar que ese mecanismo lo lleva adelante, generalmente, la parte débil porque teme, producto de las conclusiones de las valoraciones que realizó y recibió, confrontar con su hostis de una forma frontal y total en un escenario estándar de guerra.
Por consiguiente, el hacedor intelectual demostró que está en una posición débil frente a la geoestrategia de Irán, confirmando lo que venimos aseverando, por ejemplo, entre otros lugares, en nuestros artículos El “aislamiento” internacional contra Irán que no funcionará y La victoria del soberanismo palestino y los cambios en las ecuaciones de poder.
Se conoció que el Estado Islámico (EI) es quien afirmó ser el perpetrador de la masacre en Kerman y que las fuerzas de seguridad iraníes ya arrestaron, hasta la fecha, a más de una decena de personas que habrían intervenido en esa operación de terror contra la población civil donde también resultaron asesinados menores de edad.
Por nuestra parte, señalamos que el Estado Islámico (EI) es un constructo cuyas áreas de su dirección estratégica están penetradas y controladas por dispositivos de seguridad que están inmersos en los círculos que integran las asociaciones de poder atlántico-globalista-sionistas. Es más: la Organización del Estado Islámico fue pensada, originalmente, en la década del 2010, para debilitar y fragmentar al poder estatal de la República Islámica de Irán, tarea asignada en la que el EI fracasó, flagrante y rotundamente, debido, en gran medida, por el despliegue estratégico y macro-zonal del Teniente General Soleimani. Añadimos que tampoco creemos que, en esta etapa actual, el EI pueda afectar considerablemente a la geopolítica iraní.
Igualmente, nos parece apropiado recordar que, en el espacio de Asia Occidental, también tienen una presencia y una injerencia constantes los elementos de la inteligencia y la seguridad que pertenecen a la geopolítica británica y que el centro polar inglés, desde hace, al menos, 3 siglos quiere controlar y dominar tanto a esa región como, y aquí es de un modo especial, a Irán.
Para terminar, indicamos que, en lo que resta del presente siglo, Ni la visión de Kissinger verá su completo éxito, ni los cálculos de Brzezinski serán consumados completamente. Soros, no impondrá su Agenda Abierta. Tampoco vencerán los partidarios de Leo Strauss-Bernard Lewis por lo que que la monodia y la ambición céntrica de poder de las facciones del atlantismo, el globalismo y el sionismo no dominarán la estructura de poder global en su nueva configuración del Siglo XXI.
Tras la reorganización del sistema-mundo, la República Islámica de Irán desempeñará su papel crucial como base de poder de gestión global.