Voces del Periodista Diario

Las fotomultas, señores, las fotomultas

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En sus postreros días como presidente, Carlos Salinas de Gortari fue entrevistado por un medio impreso, siempre en busca de testamentos políticos.

-Señor Presidente, ¿cuál es la obra que más le satisface de su gobierno?

Con un halo celestial sobre su brillosa cabeza, el entrevistado respondió: Haber cambiado la mentalidad de los mexicanos.

En estos días de euforia poselectoral, se habla ahora de la revolución de las conciencias para poner a caballo la cuarta transformación de la República.

En verdad os digo: Preciso es esa revolución para cambiar viejos usos y costumbres de la política y anexos.

Nuestro imprescindible don José Ortega y Gasset solía seleccionar las invitaciones a conferenciar: Con las almas viejas, ni hablar; prefiero la audiencia juvenil, en cuyas cabezas acaso la semilla pueda fecundar.

Esa es la gran cuestión: Einstein aseguraba que es más fácil disolver un átomo que un prejuicio.

Los grandes problemas de la megalópolis

En materia de Comunicación Social, ese es el problema: No sólo priman los prejuicios, sino los intereses creados.

Vamos a abordar un tema muy “prosaico”: Sólo en la Ciudad de México y el estado de México, el área metropolitana está poblada por más de 20 millones de almas.

Sobre los muchos problemas que padece la megalópolis, se encuentra el de la movilidad-transportación humana.

Entre las opciones públicas de transporte que tienen los más humildes de nuestros compatriotas, la mayor demanda se carga aquí sobre el Sistema de Transporte Colectivo (Metro) y las redes de micros y autobuses.

Punto 1) Tomemos la ruta CU-Indios Verdes del Metro: 19 estaciones que se transitan entre 40 y 45 paradas irregulares. ¿Cuánto tiempo adicional se perdió? Imposible saberlo: Ninguno de los relojes electrónicos de los andenes está sincronizado; cada uno marca su propia hora.

Baja usted, entre tumultos, en su estación. Invariablemente, alguna las escaleras electrónicas está descompuesta. En algunas de ellas, hay que bajar y subir “a pie” más de 80 escalones. Los elevadores para discapacitados no funcionan: Perdone usted las molestias que le ocasiona esta obra. Cuando de suerte, se está realizando.

Opción suicida: Los ataúdes rodantes

Punto 2) Particularmente en las sobrepobladas localidades de oriente de la Ciudad de México y del estado de México, por su baja tarifa, los usuarios prefieren las micros. Con el “Jesús en la boca”. ¿En qué tramo de su itinerario se perpetrará el habitual asalto a los pasajeros?

Los microbuseros manejan “como alma que lleva el diablo” sus destartalados vehículos, conocidos coloquialmente como ataúdes rodantes, siempre abarrotados. Los reportes matinales en los medios electrónicos reportan, una hora sí y otra también, el consabido accidente de tránsito. A principios de semana, una unidad conducida a 120 kilómetros por hora chocó: 13 muertos y quién sabe cuantos heridos.

Punto 3) Una constante en la Ciudad de México, son las diarias marchas y plantones de contingentes que tienen en común la protesta social: Se clama por su represión, porque provocan caos vehicular. Obvio: Se afecta a los automovilistas. (Volveremos sobre este punto.)

La corrupción, amargo pan cotidiano para los peatones

Punto 4) Los datos en el área metropolitana indican varias formas de corrupción: Se expiden licencias y placas de circulación al mejor postor, sin exámenes sobre la salud del solicitante y sus habilidades para el manejo;  se permite la piratería en el transporte público.

Las aseguradoras casi se declaran en insolvencia por la incesante reclamación de contratantes por robos, asaltos a mano armada y accidentes provocados por terceros; muchas veces conductores de transporte público.

Los sistemas de verificación vehicular venden resultados tramposos;  se contratan sistemas de señalización de tránsito, preferentemente a los “amigochos” o a los que pagan el mejor moche.

“Semáforos inteligentes”, se les llama a algunos: Seguramente, en mérito a la inteligencia ventajista de los proveedores. No resuelven problemas de congestionamientos. Nomás caen algunas cuantas pulgadas de lluvia, y ahí está el caos. A qué seguir.

La prioridad del próximo responsable de la movilidad citadina

Se anuncia el nombramiento de funcionarios de la próxima administración de la Ciudad de México. Naturalmente, se les emplaza en los medios a dar conocer sus planes para atender las prioridades de la problemática citadina. No faltaba más: Ya ve usted el tiradero que dejan los que se van.

Esta mañana escuchamos, en un medio radiofónico, la entrevista a un futuro funcionario. Si mal no entendimos, se hará cargo del asunto de la movilidad.

Sobre que giró la entrevista. ¿Se cumplirá el compromiso de campaña para cancelar las fotomultas (a los transgresores de la normatividad en materia de tránsito)? “Pues sí, ya estamos pensando en cómo instrumentar la medida”.

Sospechamos que la medida no beneficiará a los peatones, víctimas no pocos de la agresión premeditada de los automovilistas. Lo que resulta de ello, es el fomento de la impunidad, que incita a la reincidencia.

¿Cómo, por qué lado y con quiénes, se emprenderá la revolución de las conciencias? Francamente, no sabemos ni por donde.

Todo en visión macro, ¿y las regiones, ‘apá?

Antes de cerrar, volvemos al asunto de las marchas y plantones “que provocan el caos vehicular en la Ciudad de México”.

La Autoridad de la Ciudad lleva su estadística de esas manifestaciones que tanto molestan a los automovilistas. Atribuye el más alto porcentaje a grupos que vienen de los estados de la República.

¿Por qué vienen esos activistas a protestar en la Ciudad de México? Porque en los lugares donde tienen el problema no los pelan  las autoridades municipales ni los gobernadores.

Por supuesto, tampoco los delegados federales del gobierno central designados en cada entidad de la República, mejor ocupados en grillas electoreras.

Veinte millones de mexicanos pueblan  el área metropolitana de la
Ciudad de México. ¿La causa? Desde que llegaron los tecnócratas neoliberales dejaron de lado el desarrollo de las regiones.

En las regiones están los pueblos originarios, estaban los ejidatarios y comuneros, despojados de sus posesiones y patrimonio cultural por la contrarreforma agraria y por las empresas mineras y petroleras, ahora dotadas del derecho a la ocupación de aquellos territorios y con bandas de sicarios a su servicio para hacer cumplir ese “derecho”.

¿Qué hacer? Alquilarse al ejército de reserva del crimen organizado. Emigrar hacia los Estados Unidos para ser perseguidos por los mastines de Trump, o amontonarse con sus familias en los suburbios de las zonas metropolitanas a subsistir en la economía informal, como en la Ciudad de México.

Pues sí: Hace falta una revolución de las conciencias. Se vale por lo pronto  actuar con las que tenemos, a condición de que pasen la prueba del ácido. Es cuanto.

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