Voces del Periodista Diario

EE.UU., China y Rusia: el fin de la globalización

 

Por Juan Pablo Fernández Izquierdo

 

Lord Palmerston, quien condujera la política inglesa durante gran parte del siglo XIX, decía: “las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”. Por ende para entender los conflictos internacionales es necesario dejar de lado juicios de valor en clave de buenos y malos, de héroes y villanos, para conocer los intereses en juego y cómo estos se plasman en las distintas geografías del globo.

Hoy en el tablero global hay tres proyectos en pugna: EEUU (unipolar), China (Bipolar) y Rusia (multipolar). Cada uno responde a sus intereses, capacidades y proyecciones a mediano y largo plazo. Cada proyecto tiene sus propias reglas de juego y sus polos de poder. Cualquiera de estos ilumina y calienta la política internacional con mayor o menor intensidad, como si fueran soles (en el caso del proyecto unipolar de EEUU, será un solo sol).

Todos los conflictos internacionales en donde esté puesto el interés de uno de estos actores, entrarán en juego los otros dos. El que salga ganador en dichos conflictos hará que su proyecto se vuelva más viable o viceversa, ya que todo lo que gana uno lo pierden los otros. Y esto es lo que se observa en lugares específicos como Taiwán, Ucrania, Japón, India, Pakistán, España, Alemania, Argelia, Marruecos, América Latina y un largo etcétera; o en temas particulares como el mercado energético, comercio internacional, avances tecnológicos y armamento nuclear, entre otros.

Con el fin de la guerra fría (1991) y el triunfo de EEUU sobre la URSS se estableció un cambio de orden internacional, de un mundo bipolar hacia uno unipolar, liderado por los norteamericanos, que se lo denominó globalización. Este orden se sentó básicamente en las organizaciones internacionales que establecían las reglas de juego con las cuales se debía jugar y que servirían de árbitro entre los intereses contrapuestos de los actores internacionales. Entre estas organizaciones una de las más relevantes fue la OMC (Organización Mundial del Comercio), que impulsaría principalmente el libre comercio, profundizándose los procesos de deslocalización de las empresas en países con mano de obra barata.

Sin embargo, este orden mundial, a través del comercio internacional, permitió a China expandirse hasta alcanzar, inclusive superar, en algunos temas a EE.UU, mientras que Rusia, utilizando la venta de energía como instrumento de poder, fue creciendo en influencia en todo el mundo, principalmente en el Este europeo.

A partir de esto se entiende la publicación por parte de EEUU en marzo del 2021 del Interim National Security Strategy Guidance (orientación provisional de la estrategia de seguridad nacional) o simplemente la “Estrategia de seguridad nacional”. El documento evidencia que los mayores desafíos estratégicos estarán planteados por: “una China asertiva y autoritaria en donde sus líderes buscan obtener ventajas injustas, se comportan de manera agresiva coercitiva, socavan las reglas y valores en el corazón de un sistema internacional abierto y estable”; y “una Rusia desestabilizadora y determinada a mejorar su influencia global y jugar un papel disruptivo en el escenario mundial”. De esta manera se fue poniendo en duda la continuidad del orden internacional hasta ese momento vigente, quedando como opciones retocar la unipolaridad o instalar uno de los dos proyectos alternativos.

Fin de la Globaiización

Si bien a lo largo de los años de la globalización EE.UU tuvo ciertos “deslices” a la hora de cumplir con el derecho internacional y con aquellas reglas establecidas por las organizaciones internacionales, a partir de la llegada de Trump al poder, profundizándose con la llegada de Biden, la dirigencia estadounidense puso fin al proceso global.

El resultado fue la puesta en valor de los elementos de poder de cada potencia en pugna, para determinar las nuevas reglas y un nuevo orden internacional. Dicho de otra manera, pusieron las armas sobre la mesa para establecer quien o quienes mandan a partir de ahora.

Las diferencias más notables que se pueden identificar entre el mundo que pasó y el que se encuentra en acto es la rienda suelta que se están dando las naciones para pensar desde el interés nacional. Hoy ya no son las organizaciones internacionales un lugar de relevancia, salvo los tratados de seguridad como OTAN, AKUS, QUAD y otros. Al pensar desde el interés nacional se están firmando tratados de libre comercio o cerrando los mercados de acuerdo a la conveniencia coyuntural; se discute de manera egoísta para ver quién es el beneficiario de obtener energía barata para sus industrias (incluyendo la destrucción de gasoductos), se impulsa de relocalización de las empresas o deslocalización a otros países de acuerdo a las disputas geopolíticas o se impulsan políticas de cuidado del medio ambiente a la carta, como sucede con los países productores de energía nuclear.

En definitiva, podemos decir que cayó el velo de las organizaciones internacionales como ámbito de discusión y de toma de decisiones de primer nivel, y quedaron frente a frente quienes están dispuestos a establecer el marco en el cual los Estados van a relacionarse. Las formas para lograrlo por momentos pueden ser violentas, pero siempre habrá un buen equipo de comunicación para sacar del catálogo de excusas alguna ya perimida, porque en realidad nunca importaron las formas, sino los intereses, solo los intereses.

 

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