Voces del Periodista Diario

El Covid-19 y los daños ocultos

Por Mouris Salloum George

La pandemia del Covid-19 todavía no termina, aunque todos los países se esmeran en recobrar la normalidad. Además de los siete millones de muertos en el mundo, registrados por la OMS, en tres años, cumplidos en marzo, están los perjuicios colaterales económicos y sus impactos sociales en las poblaciones más vulnerables del planeta.

Un verdadero desastre asoma en las estadísticas preliminares. La magnitud todavía es incuantificable en su gravedad o al menos no admitida por los gobernantes.

En América Latina 16 millones de niños cayeron en pobreza, de acuerdo con un balance de UNICEF. En México, de ese volumen, al menos un millón y medio de niños y jóvenes dejaron las aulas escolares para mejores tiempos. Si es que llegan.

En muchos países las ayudas sociales de emergencia fueron escasas o nulas. Es un hecho innegable que los pobres fueron abandonados a su suerte, por eso la mortalidad se disparó.

Cuando los datos acaben de procesarse, la verdad se sabrá. Para el caso de México, baste decir por hoy que -con los muertos no registrados por el sistema hospitalario y con menos población- el saldo en contagios y fallecidos se equipara al de Estados Unidos, el país con más de un millón de muertos. El número uno global en la estadística fúnebre.

Millones de niños y jóvenes de la región ya no contarán con los cuidados de sus abuelos, que fue la población más disminuida. El patógeno se ensañó con la población de adultos mayores y con los previamente enfermos. Una operación de “limpieza social” impensable.

Los sistemas de salud regionales agotaron sus recursos en una reacción tardía. Miles de millones del equivalente en dólares, destinados a programas preventivos, tuvieron que invertirse en atenciones hospitalarias y en vacunas.

El balance preliminar, pues, arroja un desastre, aunque los discursos oficiales prefieran hablar de otros temas.

Como consecuencia, el éxodo del subcontinente hacia Estados Unidos se hizo imparable. Al menos cinco millones de indocumentados -en estos tres años- fueron detenidos y en su mayoría deportados a sus lugares de origen y a México, que bajo presión aceptó recibirlos.

Las urgencias nacionales, el caos político regional y la demagogia, exhibieron la falta de liderazgo continental y la insuficiencia de los acuerdos de cooperación.

Los programas para el desarrollo, como los objetivos 2030, para la superación de la pobreza, quedaron para después, y cada quien con sus muertos.

El estruendo bélico en Ucrania y los tambores de guerra “mundial” lograron en las pantallas caseras meter al virus bajo la alfombra o reducirlo a la categoría de normalidad.

Quedó patente que sobre el dolor y carencias de los más pobres se impusieron las conveniencias políticas.

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Redacción Voces del Periodista