Parece increíble, Donald Trump, el mismo al que acusaron de incitar a la colectividad o a sus seguidores para tomar el Capitolio el 6 de enero de 2021 en los Estados Unidos, el mismo al que una veintena de mujeres en 2020 lo acusaron de hostigamiento, el mismo que ha denostado a migrantes mexicanos, camina para vivir de nuevo en la Casa Blanca.
Se defiende con su dinero y sus abogados sobre las imputaciones relacionadas con violencia en el Capitolio, igual en el caso de las imputaciones que todavía sobreviven sobre acoso a mujeres y en nada ha cambiado su opinión sobre los mexicanos que de manera irregular ingresan a su país.
Los ataques contra su trayectoria y su perfil político los ha sabido capitalizar, porque ha aumentado su popularidad y reforzado la aceptación que tiene entre millones de seguidores.
Son reales sus posibilidades de volver a ser presidente de una de las naciones más poderosas del mundo. No hay nada escrito. Está en la pelea. Pinta para ganar la candidatura del partido Republicano. Solo pudiera descarrilarse su aspiración si prospera alguna de las acusaciones que existen en su contra. Depende de lo que resuelvan las autoridades judiciales norteamericanas.
En el supuesto de que Trump regrese a la Casa Blanca, por primera vez en la historia de las relaciones México-Estados Unidos, el trato sería entre un presidente con apariencia machista y una mujer presidenta, porque a estas alturas ya no hay duda de que a nuestro país lo gobernará una mujer.
¿Se comportaría como patán ante la presidenta mexicana? ¿Sería grosero? ¿Machista?
Por supuesto que no. Nada de lo que han dicho de él sobre cómo trata a las mujeres ha sido probado. En política, donde casi todo se vale, por no decir todo, es común la fábrica de historias para denigrar al adversario. Sus acusadoras contaron reales o irreales vivencias ocurridas 20 o más años atrás.
Trump tiene familia, hay mujeres en su familia. Ninguna se ha quejado de violencia. Ya se vio, cuando fue presidente por primera vez, las deferencias que tuvo con su hija Ivanka Trump.
La hija, si bien no tuvo cargo formal ni recibió salario, contó con oficina en la Casa Blanca y con autorización para acceder a información clasificada. Un machista jamás lo hubiera permitido.
En ese escenario, contra lo que se pudiera creer, en la relación México-Estados Unidos, se puede convertir en ventaja tener presidenta. Trump sería marcadamente respetuoso y cumplidor del protocolo, lo que de ninguna manera quiere decir que renunciaría a la defensa de los intereses de la poderosa nación norteamericana.
Para la deliberación y definición de posiciones, para el debate firme y hasta duro en la mesa, si Claudia fuera presidenta, tiene en su equipo al ex canciller Marcelo Ebrard quien conoce perfectamente a Trump. También a Juan Ramón de la Fuente, quien se distinguió como embajador de México ante la ONU.
Si Xóchitl fuera la presidenta de México, tendría a la mano a Ildefonso Guajardo, quien fue cabeza de equipo en las negociaciones del tratado de comercio con los vecinos del norte.
Así como genera expectación que México vaya a tener presidenta, igual o más el encuentro con Trump si logra alcanzar de nuevo la presidencia de los Estados Unidos, aunque en este caso no hay que darlo por hecho porque el actual presidente demócrata Joe Biden va a dar la pelea para tratar de reelegirse.
@zarateaz1
arturozarate.com
https://www.youtube.com/@arturozaratev